Fidel y la historia

Fidel y la historia
26 noviembre, 2018 por Tercer Mundo

El 25 de noviembre se cumplió un nuevo aniversario del paso a la inmortalidad del comandante Fidel Castro Ruz, el líder revolucionario cubano que hizo temblar de esperanzas al mundo.

Por Julián Scher para El Furgón

A veces, la historia se ríe de la indiferencia. “Yo tengo una gran confianza. Como decía el otro día: creo en el pueblo, creo en los hombres, creo en los valores, creo en los principios. ¿Y cómo no voy a creer si nosotros cuando empezamos no teníamos nada?”, dijo Fidel Castro, entrevistado por el periodista italiano Gianni Miná, cuando la posibilidad de su deceso no era más que un objetivo que perseguían entre frustraciones algunos mercenarios del imperialismo. Especialista en tirar paredes con el tiempo y con el espacio, estratega indiscutible incluso para los productores de la mentira organizada, entendió desde muy joven que ser revolucionario tenía que ver esencialmente con luchar contra el hambre pero sin olvidarse de la conciencia.

A veces, la historia se ríe de la alienación. “No nos crean: lean”, resultó una de sus síntesis más precisas a la hora de argumentar por qué el deber de la Revolución era enseñar a pensar con la cabeza y no con el estómago. Comandante de la crítica y de la autocrítica, confesó en una charla con el nicaragüense Tomás Borge, que se volvió libro, de qué estaban hechas las ideas de los barbudos que derrocaron al dictador Fulgencio Batista en los albores de 1959: “Toda mi vida he sido enemigo de los dogmas y nosotros debemos evitar que el pensamiento de los políticos más ilustres, de los revolucionarios más esclarecidos, se convierta en dogma, porque incluso cada pensamiento responde a un momento determinado, a una circunstancia determinada, a una información determinada, a una experiencia determinada”.

Cuba Fidel Castro niños cubanos la-tinta

A veces, la historia se ríe de la vanidad. La primera ley de reforma agraria en Cuba se sancionó en plena Sierra Maestra en mayo de 1959 y determinó que nadie podía ser dueño de más de 400 hectáreas. La familia Castro poseía en Birán, una localidad ubicada en la provincia de Holguín, al este de la isla, más tierras de las permitidas por la flamante norma. No hubo excepción que justificara la regla y el excedente se redistribuyó entre los campesinos de la zona.


Líder de un proceso político que marcó un antes y un después en la América Latina del siglo XX, Fidel impulsó una dinámica en la que nada había por delante del sueño de un mundo justo. Se lo detalló a Miná: “Desde muy al principio de la Revolución combatimos toda manifestación de culto a la personalidad. Se hizo una ley que prohibía poner el nombre de dirigentes a una calle, a una obra, a una estatua”.


A veces, la historia se ríe de la naturalización. Frente a supuestas verdades a las que hay que masticar sin preguntarse qué gusto tienen y quién las cocinó a espaldas de las mayorías, asoma la certeza de que la batalla simbólica se ejercita todos los días. Los oídos del fraile dominico Frei Betto registraron, en una conversación publicada en Argentina por primera vez en febrero de 1986, uno de los tantos cachetazos que el mastodonte cubano le dio a ciertos resortes intelectuales hegemónicos: “No puede hablar de libertad una sociedad de clases donde existan atroces desigualdades y donde al hombre no se le garantice siquiera la condición de ser humano. Eso se le puede ir a preguntar a un poblador en cualquiera de las villas miseria de América Latina, a un negro en Estados Unidos, a un pobre en cualquier parte de las sociedades capitalistas en el mundo de hoy”. Y otro golpe, directo a las mandíbulas de quienes continúan resistiéndose a discutir lo que los deja sin respuestas: “Digo que la democracia burguesa capitalista no entraña ninguno de estos elementos, porque me pregunto cómo se puede hablar de democracia en un país donde hay una minoría con inmensas fortunas y otros que no tienen nada. Creo que para exista una verdadera democracia tiene que desaparecer la explotación del hombre por el hombre”.

Cuba Fidel Castro acto la-tinta

A veces, la historia se ríe del oportunismo. ¿Qué es ganar? ¿Qué es perder? Ni la moda del triunfalismo ni el pesimismo de quienes creen que las cosas serán así hasta la eternidad. Porque la verdad no necesariamente camina de la mano de los resultados. Tomó nota Miná de las palabras de Castro tras aquel encuentro de 15 horas de junio de 1987: “Yo siempre digo que el éxito o el fracaso no es lo que indica que es correcta una línea. Nosotros pudimos haber muerto todos en esta lucha: estuvimos a punto más de una vez. Si hubiéramos muerto, mucha gente diría que estábamos equivocados. Yo pienso que si hubiéramos muerto no estábamos equivocados y que nuestro camino era correcto”.

Fidel falleció el 25 de noviembre de 2016 a los 90 años. Sin embargo, a esta altura, el dato biográfico es lo de menos porque, como si el tiempo las rejuveneciera, sus ideas siguen de pie incomodando a una realidad todavía plagada de injusticias. Queda comprobado entonces para cualquiera que palpite del lado de la condición humana: a veces la historia hasta se ríe de la muerte.

Por Julián Scher para El Furgón

Palabras claves: Fidel Castro, Revolución Cubana, socialismo

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