Poesía negra desde el Brasil: Tatiana Nascimento y el cuíerlombismo literario

Poesía negra desde el Brasil: Tatiana Nascimento y el cuíerlombismo literario
28 noviembre, 2018 por Redacción La tinta

Por Laura Judit Alegre para La tinta

Tatiana Nascimento es una poeta, compositora, cantora, negra lesbiana brasileña que escribe, investiga y publica libros artesanales de autoras negras y LGBT desde el proyecto independiente padê editorial. En agosto de este año, coordinó el taller de poesía cuíerlombista Del deber de sufrir, al derecho de soñar en el Centro Cultural Oswald de Andrade de la ciudad de San Pablo, como laboratorio de lectura y producción textual desde las existencias negras y disidentes en un territorio aún profundamente colonial.

Tras ese encuentro, concretamos la entrevista que aquí traducimos para La tinta, donde Tatiana nos invita a transformar la mirada blanca y heterocis para crear otros mundos posibles y deseables.

—Tu perspectiva poética se funda en el aqueerlombamiento o cuíerlombismo literario, ¿podrías explicarnos de qué se trata?

—El “aqueerlombamiento” o cuíerlombismo literario de la poesía negra LGBTQI resignifica la articulación entre la perspectiva quilombista de Beatriz Nascimento y Abdias do Nascimento, y lo cuíer/queer de la disidencia sexual. En un artículo que publiqué este año, titulado “O cuíerlombo da palavra y da palavra queerlombo…”, expongo el recorrido de esa articulación conceptual que retoma la definición de quilombo de Abdias do Nascimento como “[…] un movimiento político de los negros brasileros, que objetiva la implantación de un Estado Nacional Quilombista y tiene como finalidad básica promover la felicidad del ser humano”. Esa idea se complementa con mi experiencia de leer y traducir al portugués brasilero las obras de poetas y teóricas negras lesbianas producidas en inglés como estrategia para encontrar referencias para mi propio lesbianismo negro. De ahí, surge la articulación de queerlombismo, luego cuíerlombismo, como aqueerlombamiento, en ese proceso de construirnos a través o a partir de la palabra como queerlombo/cuírlombo, donde el rearmar(se) y recrear(se) por medio de las palabras y la coparticipación entre ellas es un hacer mítico en el sentido más fundacional del término. Así, nos reinventamos no sólo a pesar del silenciamiento colonial heterocissexualizante, sino en contra de ello. Y lo que me resulta más importante, todavía, es que lo hacemos a partir de nuestras propias narrativas ancestrales, desenterradas de la memoria que guardan las historias mal contadas, florecidas en la angustia que brotan nuestros cuerpos y deseos. Se trata de reorganizar nuestra propia historia, nuestra propia narrativa, nuestra propia subjetividad, sobre las bases negras ancestrales de la disidencia sexual. Aprendí esa doble función del cuírlombo, resistir y organizar, con la atlántica historiadora negra, Beatriz Nascimento, quien fue una de las primeras pensadoras del Brasil en discutir la conceptualización tradicional racista/simplista de quilombo como “grupo de esclavos fugitivos”. Entonces, al asumir la resistencia quilombola como ejercicio de liberación, proyecté la noción de queerlombismo, relacionada con una responsabilidad por el derecho de ser, de existir en la negritud a partir de nuestra identidad personal e histórica, sexual, de género (des)identitaria. Resistencia, sí, y (re)organización también.

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(Imagen: Kati Souto)

—Según tus análisis, ¿cuál es la situación de las narrativas negras en el Brasil actual?

—Brasil tiene una extensa tradición de poetas negrxs que, a lo largo de los siglos, han trazado un panorama bastante diverso de la complejidad de las existencias/literaturas negras, condicionadas al tiempo-espacio, al contexto social y de clase, al género (textual y sexual) y a los territorios específicos. En ese sentido, podemos comenzar nombrando a Maria Firmina dos Reis, Cruz e Souza y Machado de Assis, solo para hablar de literatura hecha por autorxs negrxs del y en el siglo XIX. Y, así, llegamos a la explosión de la literatura negra como movimiento colectivo, en el siglo XX, con Solano Trindade, Esmeralda Ribeiro, Conceição Evaristo y Míriam Alves. En el siglo XXI, me parece que está surgiendo una literatura negra producida desde esas raíces profundas con una osadía de florecimiento que expande los temas, la semántica, la gramática, la sintaxis y que va más allá de las narrativas “clásicas” que hablan sobre el dolor, la resistencia y el sufrimiento, como respuestas al racismo profundamente opresivo y vigente en la sociedad brasileña en niveles no tan sólo físicos y materiales, también simbólicos, psíquicos.


Mi interés en las actuales narrativas negras se centra en esa “expansión” de la literatura negra, que, muchas veces, tiene una mirada crítica al dolor, pero también sanadora, propositiva, conectando el “denuncismo” de esa literatura ancestral con el “anuncismo” de nuevos tiempos literarios. Y subjetivos también, ¿no? Porque literatura es también, y mucho, una construcción del imaginario. El foco de mi investigación, difusión y deleite ha sido la literatura negra hecha por personas LGBTQI, porque, como sapatão, busco la ancestralidad de las narrativas lésbicas negras, la conexión precolonial entre la diáspora negra y la disidencia sexual, y de qué formas esa memoria está plasmada en nuestras historias, nuestras narrativas, nuestras prácticas.


—¿Cómo se relaciona el “deber de sufrir” que aparece en esas producciones ancestrales con la historia política de las personas negras en Brasil?

—Esa tentativa del “deber de sufrir al derecho de soñar” es una metáfora que pensé para analizar ese momento de transición en la literatura negra. Considero que quien nos impone el deber de sufrir, junto con la correspondiente restricción de temas que abordamos en nuestra literatura, es la mirada de la colonialidad blanca y heterocisnormativa. Una mirada sádica que fundó un país y construyó riqueza concentrada a partir de la dominación de pueblos negros e indígenas. Y que consolidó un imaginario burgués de familia heteronormativa nuclear blanca mediante la eliminación de las narrativas ancestrales sobre prácticas sexuales y experiencias de género divergentes al modelo católico, fundamentalmente ligado al sacrificio y a la expiación del dolor con la muerte. Este modelo se instituye bastante a contramano de las cosmovisiones afroamerindias, ya que, para varias, la vida es para ser celebrada materialmente. Y no me estoy refiriendo a nada de lo que el “dinerismo” protestante no sepa. Hablo de las experiencias corporales maravillosas, de la abundancia en el comer, del goce al cantar y danzar, del disfrute de la episteme que conecta cuerpo-alma-mente al planeta, a la tierra. Y desde una continuidad espiritual, como muchas de estas tradiciones “de color” enseñan con sus religiones-cosmovisiones. El emprendimiento colonial es una violencia extrema, una máquina de asesinato y epistemicidio. Rompe el flujo de la vida de varios pueblos. Nos condena a la esclavización, al aniquilamiento, a la glotofagia. Entonces, la historia política de las personas negras en la diáspora queda inaugurada por ese trauma. Pero el trauma no tiene la capacidad de borrar los lugares de donde venimos. Creo que nuestra literatura siempre transitó entre dos mundos, el del racismo que queremos desmontar y el del quilombismo. Aquí, me refiero, en particular, al proyecto político, de nación, en que Abdias do Nascimento fundó un pensar de la felicidad para todas las personas a partir de las matrices negras de conocimiento. Desde allí, estamos construyendo el mundo no solo con nuestra supervivencia, con nuestra resistencia al dolor, al racismo, sino también con nuestras vivencias en totalidad, complejidad, existencia.

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(Imagen: Daisy Serena)

—¿Qué acciones o gestos disruptivos promueve el “derecho de soñar” en las producciones negras LGBTQI?

—En la poesía que vengo investigando, especialmente en los poemas preto-lésbicos de Kati Souto, Nina Ferreira, Vic Sales, Patrícia Naia, Maré de Matos, Vandia Leal, en la prosa de Márcia Cabral, los poemas de conjuro de Cidinha da Silva, y también en la poesía preta-travesti de Kika Sena, de Téo Martins, en la poesía gay-preta de Pedro Ivo, Guiga Pinto, Fabrício Hundou y, obvio, en mi propio hacer poético, lo que me ha llamado la atención es la refundación de la negritud en bases anteriores a la colonialidad. En especial, por el sistema referencial a cosmovisiones, historias, leyendas yorubas, como los itans que hablan de lesbianismo, homosexualidad, transexualidad de Orixás. La auto-reinvención desde una proclamación afro-futurista de la propia producción, los juegos de palabras y nuevos sistemas metafóricos para significar la negritud en la poesía. Me interesan mucho, por ejemplo, las metáforas del agua, la profundidad, usadas para redefinir la oscuridad y la amplitud emocional en la poesía, tanto de Kati, Nina y Vic como de Cidinha y Kika. Y para mí, ese gesto es especialmente disruptivo porque el mar quedó muy marcado en nuestra experiencia como “kalunga grande”, o gran cementerio, a partir de la crudeza mórbida de la travesía atlántica en los barcos negreros. Una sacudida a la propia diáspora como centro, como fuente, como punto de partida, que escapa un poco de las mitologizaciones de una África idealizada que es marca, muchas veces, de la poesía negra. La afirmación del lesbianismo, la homosexualidad, el travestismo como intrínsecamente ligados a la negritud implica una negación frontal del mito blanco súper-heterocissexualizador de la negritud, propio del advenimiento de la colonialidad, que impone pensar nuestros cuerpos como máquinas de reproducción o servicio del placer ajeno heterosexual y cisgénero, creando los estereotipos del negro-pijudo-estuprador y la negra-carnavalesca-perra, que aún justifican tanta violencia sexual y deshumanización de nuestras existencias.

—¿De qué manera padê editorial propone una alternativa pedagógica a esa lógica?

—Al publicar muchas de esas narrativas otras que cité antes. También, estamos lanzando el portal www.literatura.lgbt, para difundir libros LGBTQI escritos, en su mayoría, por autorxs negrxs. Literatura es pedagogía… ¿no?

—¿Podrías nombrar autorxs negrxs LGBTQI brasileñxs que están ejerciendo ese sueño de transformar la mirada y crear otros deseos?

—Tatiana Nascimento. Jota Mombaça (Jurema Mombaça). Cidinha da Silva. Dara Bandeira. Kika Sena. Esteban Rodrigues. Bruno Santana. Maré de Matos. Kati Souto. Nina Ferreira. Téo Martins. Denise Botelho. Wanderson Flor. Ryane Leão. Vic Sales. Gabi Nyarai. Pedro Ivo. Márcia Cabral. Fabrício Hundou. Vandia Leal. Débora Maciel. Luciany Aparecida. Viviane Ferreira, Luedji Luna, Anne Quiangala, Annie Ganzala. Estoy incluyendo la música, el formato audiovisual, la teoría literaria, las artes plásticas aquí… Somos un gran colectivo, ¿eh?

—Por último, ¿podrías compartirnos un poema?

—Un poema para cerrar… Elijo este video diz/faço qualquer trabalho (y (m)eu amor de volta todo dia)

*Por Laura Judit Alegre para La tinta / Imagen de portada: Nai de Marco.

*Traducción: Laura Judit Alegre.

Palabras claves: Brasil, LGBT, poesía, Tatiana Nascimento

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Nacho Levy: «Lo que está mal es que no grites»

Nacho Levy: «Lo que está mal es que no grites»
20 diciembre, 2018 por Ezequiel Luque

Dialogamos con uno de los voceros de La Poderosa para discutir sobre las próximas elecciones, las expectativas del campo popular y la organización de las villas para frenar la avanzada conservadora.

Él es Nacho Levy, tal vez, una de las personas más identificables de la organización social La Poderosa, aunque el mote de vocero no sea algo que le siente muy cómodo. «Me toca ser una de las cuerdas vocales de La Garganta Poderosa, que son muchas», se excusa. Durante casi una década, la organización decidió que todas las personas que integraban el movimiento permanecieran en el anonimato ante los medios de comunicación y se reflejaran a través de un grito colectivo. Y que ese grito colectivo, quienes hablen en nombre de La Garganta, siempre debían ser vecinxs de las villas.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

«Para nosotrxs, fue siempre un resguardo esa identidad colectiva, un resguardo del afuera y un resguardo para adentro. Para adentro, porque, de alguna manera, domaba nuestros propios egos y nos corría de discusiones más mezquinas. Y para afuera, porque no les permitía individualizar el proceso. Una experiencia que nosotrxs aprendimos del recorrido histórico que tiene la lucha en nuestros barrios, donde, muchísimas veces, a emprendimientos y colectivos genuinos se los podía personificar y después eran muy fáciles de derribar (…) Durante un montón de años, lxs vecinxs que tomaban la referencia se expresaban siempre a título colectivo; no íbamos a televisión y, en radio, éramos La Garganta», expresa Nacho desde «La Choza Poderosa», la casa comunitaria que tiene la organización en barrio Yapeyú, en la zona oeste de la ciudad de Córdoba.

En el último tiempo, el crecimiento de las políticas represivas de la gestión Cambiemos obligó a modificar la estrategia comunicacional. El 24 de septiembre de 2016, efectivos de Prefectura Naval Argentina torturaron a Iván y Ezequiel, dos vecinos de la villa 21-24. Esa noche, un grupo de prefectos detuvo y trasladó a los jóvenes a una garita policial para golpearlos. Acto seguido, los llevaron a la vera del riachuelo, donde los obligaron a hacer flexiones de brazos mientras se les tiraban encima, los amenazaron con tirarlos al río esposados y los hicieron correr una carrera de la muerte, en la que les dijeron que iban a matar a quien perdiera.

«Iván y Ezequiel denunciaron las torturas manteniendo el anonimato de espalda a una cámara y la denuncia pasó por inverosímil. Entonces, tenían que dar la cara. Entendíamos, además, que ir a la televisión era ponerse a resguardo», recuerda Nacho. Iván fue a televisión y, al regreso, en las escasas cinco cuadras que tuvo que caminar solo, fue perseguido por Prefectura, de nuevo.


«Ahí, lo que, hasta ese momento, se veía como un gesto de altruismo político hacia afuera porque nadie acaparaba la representación política, se transformó en una interpelación hacia adentro respecto de la responsabilidad que nos cabía por en qué lugar quedaban quienes presentaban las denuncias cuando las amenazas y las respuestas represivas caían sobre eso», aclara.


Sin cambiar la cláusula de que sean vecinxs de los barrios quienes hablen en nombre de La Garganta, la organización decidió empezar a aparecer en espacios comunicacionales en los que antes no aparecían. En ese momento, empieza a llamar la atención en los medios de comunicación la figura de Nacho Levy.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

La Poderosa ante las urgencias de la política electoral

A diferencia de las últimas elecciones nacionales, en los próximos comicios presidenciales, no serán pocas las organizaciones sociales que se metan de lleno en la contienda electoral. La mayoría de los movimientos populares -aún atravesando rupturas internas- dan por hecho que no hay mucho más margen posible que apoyar o formar parte de un frente anti-Macri para poner un freno a las políticas de hambre del gobierno de Cambiemos.

Consultados sobre la opción electoral, desde La Garganta, esbozan que se trata de dos luchas paralelas, la de base y en las urnas, a largo y corto plazo; ambas igual de válidas y en diálogo permanente. «La Poderosa surgió como una plataforma complementaria de cualquier expresión del campo popular que pudiera presentarse desde una estructura partidaria. Nunca jamás nos van a encontrar en la tribuna de la antipolítica demonizando a quienes, por suerte, dan esa batalla del corto plazo«, sostienen desde la organización.

El sentido común poderoso remarca que no da lo mismo quién ocupe el sillón de Rivadavia, debido a que es, tal vez, la variable que más condiciona el marco de posibilidades concretas que tienen las organizaciones de base para poder avanzar en las transformaciones que se intentan impulsar desde los barrios. Sin embargo, reconocen que ya existen diferentes alternativas partidarias que están trabajando para reivindicar las decisiones urgentes del campo popular y que La Poderosa no debe hipotecar el proceso de base que lleva adelante para partidizarse o convertirse en un panfleto de una candidatura.


«A ninguna expresión del campo popular, La Garganta le serviría más como oficina de prensa que pudiendo interpelar y llegar al espectro que llega, sabiendo qué respeto tenemos por las distintas tradiciones del campo popular (…) Hoy, hablamos con todo un arco de la sociedad, que nos cree y escucha, y, tal vez, volviéndote la expresión comunicacional de un llamado partidario, podrías dar cuenta de la demanda de uno de los sectores, pero no serías más efectivo ni siquiera para ese propio sector. El mismo sector que te podría pedir que te partidices no sacaría tanto provecho de esas funciones como sí lo hace del trabajo de territorio y unidad que tiene esta plataforma de comunicación popular».


En este sentido, Levy señala que poner el proceso de La Poderosa a trabajar al ritmo de la dinámica y los tiempos de la democracia representativa y la lógica electoral haría inviable la continuidad del trabajo de base que están realizando. «Tenemos muy en claro los condicionamientos del corto plazo y somos respetuosos de lxs compañerxs que disputan las elecciones. Pero también pedimos el mismo respeto para entender que hay procesos que no pueden ser descabezados, procesos que apuntalan la unidad desde otro lugar y que, desde distintos lugares, se puede ir construyendo un frente mucho más grueso que un armado electoral«, expone.

Es que, para La Garganta, la unidad «no es una foto, es una película» y, a pesar de que sueñan con un gran frente popular que derrote a la derecha como enemigo común, al mismo tiempo, comprenden que entre el peronismo y la izquierda haya diferencias entre sí, distancias que son históricas, legítimas y respetables.

Finalmente, dos sugerencias respecto a las elecciones: por un lado, valorar y cuidar a lxs compañerxs que den el paso electoral; por otro, que la disputa por las urnas no nos haga poner en la lista de enemigos a quienes en realidad deberían estar en el círculo cercano de nuestrxs amigxs.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

La resistencia: creatividad y comunidad

Levy señala que la frase/slogan «El ajuste no cierra sin represión» puede haber sido representativo de los primeros dos años de gobierno de Mauricio Macri, que se caracterizaron por la represión de cualquier expresión que intentara frenar el avance neoliberal y el avasallamiento de derechos. Sin embargo, teniendo en cuenta el pico de hechos que se produjeron en el último año, ya la frase debería ser «La represión no cierra sin represión».

«Este presupuesto es represión, no es ajuste, no hay más nada que ajustar, no hay otro paso para dar para atrás. Patricia Bullrich no es su ministra de Seguridad, es su ministra de Economía. Ellos nos quieren llevar a nosotrxs a escindir la discusión económica de la represión estatal como si fueran dos cosas separadas. Acá de hambre entendemos todxs nosotrxs y entendemos que lo que hace falta es repartirla, es lo único que tenemos que discutir de economía», expone.

No son pocas las organizaciones que se acostumbraron a que la represión implicaba un coste político para el Ejecutivo que ordenaba la acción. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, la demagogia punitiva ha tenido tan buen recibimiento en las capas medias de la sociedad que probablemente sea el caballito de batalla de Cambiemos para las próximas elecciones, emulando la campaña presidencial del fascista Jair Bolsonaro en Brasil.

Ante esto, Nacho afirma que la respuesta es «movilización, creatividad, empoderamiento real, empoderamiento intelectual y unidad».

«Tenemos que aprender de esta ola verde que, de alguna manera, logró una fusión de fuerzas políticas que desde la discusión de clases siempre nos había parecido inviable. Le pasó por arriba a todas esas mezquindades y diferencias. Entonces, al final, se podía. Hay que poner a revisión privilegios que tenemos por nuestra condición de hombres y por nuestra condición de clases. El feminismo instaló muy fuerte la idea de renunciar a tus privilegios para sumarte a la lucha y, desde la condición de clases, hay que poder tomar ese ejemplo. Hay una caterva de aprendizajes que están efervescentes y que me llena de esperanza. Porque es cierto lo de la ola bolsonarista, fundada sobre conceptos de marketing y fascismos, que no tiene nada de banal, pero tampoco nada de sustento. A la larga o a la corta, se cae por su propio peso infrahumano que trae. Y a contraluz de eso, viene una generación que es un lujo. Hay que confiar en los pibes y, hoy más que nunca, hay que confiar en las mujeres, que son las que mantienen en pie de lucha a pesar de todo».

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

Ante el incremento de la represión, el avance conservador sobre derechos ganados históricamente y el ajuste económico, y frente a la precarización de la vida en los barrios y la derechización de los afectos, desde La Garganta, ratifican que la respuesta, hoy más que nunca, es poner al ser humano en el centro de la escena.


«Esa es la estrategia política con la que los barrios históricamente postergados sostuvieron la dignidad humana. Hoy más que nunca, la clase política tiene que mirar a los sectores populares. Los nuevos pobres tienen que aprender de los viejos pobres y tienen que mirar de qué manera la cultura villera viene reivindicando, desde hace muchos años, la dignidad humana. No hay un regocijo de la precariedad, nadie celebra un barrio sin ambulancias, sin tendido eléctrico, lo que reivindicamos es la cultura de la solidaridad, de construir colectivamente a pesar de todo».


«Hay que poder escuchar, darle voz y espacio a las villas. Y, a veces, la mejor manera de comunicar es callarse, correrse, para que hablen los que faltan y que se escuchen, y que ellos decidan qué y cómo. Porque, a veces, hablamos gritando. Y cuando vos podés hablar de la Revolución Francesa con el mismo tono solemne y monocorde con el que hablás de la pobreza, es porque la tenés a la misma distancia. Cuando a vos la mierda te sube por la pierna o se va por la canaleta la sangre de tu hijo, lo que está mal es que no grites«.

* Por Ezequiel Luque para La tinta / Imágenes: Colectivo Manifiesto.

Palabras claves: La Poderosa, medios comunitarios alternativos y populares

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