Raúl Zaffaroni: “El discurso de Patricia Bullrich es la inversión de los Derechos Humanos”
El ex juez de la Corte Suprema y actual miembro de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Eugenio Raúl Zaffaroni, visitó la ciudad de Córdoba para brindar una conferencia sobre Fascismos, Estado democrático y Derechos Humanos en el Pabellón Venezuela de la UNC. Previo a su exposición, dialogó con La tinta sobre la política de seguridad de la Ministra Bullrich, la criminalización de la adolescencia, la avanzada de la derecha en América Latina y la política de Memoria, Verdad y Justicia.
Por Florencia Ogas para La tinta
Luego de la llegada al poder de Jair Messias Bolsonaro en Brasil, la posterior designación del Juez Sergio Moro -quien fuera el encargado de juzgar y encarcelar al ex Presidente Lula Da Silva- como Ministro de Justicia y la exacerbación de un discurso de corte fascista en la región, el doctor Eugenio Raúl Zaffaroni entiende que “estamos viviendo un retroceso de derechos humanos en todo el mundo”. Además, para el prestigioso jurista, Argentina atraviesa una etapa de totalitarismo financiero. “Los que tienen la pelota no están acá, son las transnacionales que están en el hemisferio norte. Se vale de agentes locales que responden a los intereses de ellos y el interés era endeudarnos, y nuestros agentes locales nos endeudaron”, reflexionó.
—En una entrevista a Radio Nacional, el jefe de la Ciudad de Buenos Aires pidió un régimen penal para menores, aludiendo a la tan nombrada “puerta giratoria”. Con su experiencia, ¿usted cree que sería la solución?
—¿Qué se entiende por menores? Son los niños y adolescentes que, a partir de los 16 años, son penalmente responsables. La incidencia de homicidios en adolescentes menores de 16 años es el 1% en la ciudad de Buenos Aires, a veces ni siquiera. Es mucho menor que la incidencia que tienen los mayores de 50, de modo que cuidémonos de los veteranos y no de los menores de 16 años. El menor de 16 años es un tipo molesto, porque nunca hace algo muy grave, pero todos los días está molestando y molesta a la policía, simplemente.
Esa famosa baja de la imputabilidad que dicen que no es baja de la imputabilidad, porque no es que el menor sea inimputable, en realidad, está sometido a un régimen distinto. El menor puede ser inimputable como puedo ser inimputable yo. El menor es menor, simplemente. Tiene una etapa evolutiva distinta. Lo que se pretende realmente es criminalizar la adolescencia que protagoniza delitos más o menos contra la propiedad, fundamentalmente es eso. Entonces es una criminalización de la adolescencia que tiene una característica bastante demagógica.
Nosotros no tenemos terrorismo en América Latina, entonces siempre hay que crear un chivo expiatorio, el chivo expiatorio, cuando está, el terrorismo es ideal, porque el terrorista impone miedos porque tiene algo de organización conspirativa. Cuando no tenemos al terrorista, hay que buscar a alguien, ¿y quién es el estereotipo en América Latina? El adolescente de barrio precario. No sirve igual que el terrorista porque nadie va a decir que hay una organización transnacional de pibes de barrio precario. Es un sucedáneo hacer del adolescente de barrio precario el estereotipo para imponer miedo, pero realmente los números que nos dan de la ciudad de Buenos Aires en la incidencia de delitos graves es un 1% o 2%, en algunos años, no nos da ninguno.
—La semana pasada, la Ministra Bullrich dijo que “hay que lograr que la política de seguridad no sea basada en derechos humanos para los victimarios, sino para las víctimas”, ¿qué hay de peligroso en instalar ese discurso?
—Es un discurso de inversión de los derechos humanos. Los victimarios no violan derechos humanos, cometen delitos. Los que violan derechos humanos y son sujetos de violación de derechos humanos son solo los estados. Los particulares no violamos derechos humanos, podemos ser genocidas, pero es un delito, no violamos derechos humanos. Son los estados, por acción o por omisión, los que violan derechos humanos. De modo que los delincuentes lesionan bienes jurídicos y cometen delitos, pero no violan derechos humanos.
—Se está llevando a cabo un nuevo juicio por delitos de lesa humanidad en Córdoba, que juzga, en su mayoría, a miembros del Comando Radioeléctrico. Teniendo en cuenta el antecedente del 2×1 de la Corte Suprema, ¿cuál es la importancia de mantener los juicios?
—El 2×1 de la Corte suprema fue un exabrupto insólito que, incluso, me generó una duda en un momento, porque alguien dijo que se inspiraba en algo que había resuelto yo. No, lo que yo voté, en un momento, era el 2×1 para una persona que había estado privada de la libertad en prisión preventiva efectiva, eso es una cosa distinta. El 2×1 sale para personas que nunca estuvieron en prisión preventiva en vigencia de la ley, nunca sufrieron prisión preventiva y ni siquiera en vigencia de la ley podían ser procesadas, porque había una ley que lo impedía.
Entonces, el 2×1 es un exabrupto que sacó la Corte, que creo que no midió las consecuencias de esa reacción pública masiva. Sostener la memoria de lo que nos pasó es sumamente importante, los juicios tienen que ver con la memoria de eso que nos sucedió.
—¿Cuál es la salida a la avanzada de la derecha en América Latina?
—Insisto en que son 500 años de lucha, no es un día. Empezó con el Padre las Casas y sigue hasta ahora. Hubo movimientos indigenistas, hubo rebelión en el altiplano, fusilaron gente en la Patagonia. América Latina tiene estas cosas. Es una larguísima lucha con movimientos populares y populismo que desarmaron nuestras oligarquías. Tampoco sabíamos cómo salir de eso y se salió.
Aclaro que, para mí, populismo no es una expresión peyorativa, sino que la asumo como positiva, porque son movimientos de reafirmación de soberanía que hemos tenido en América Latina. Los pueblos no se quedan quietos, salir, vamos a salir, no va a desaparecer ni el pueblo ni la nación.
La lucha va a continuar, como dijo el otro día Pepe Mujica: “Cuidado que no hay derrotas definitivas, pero cuidado que tampoco hay victorias definitivas”. Es una lucha que continúa porque es la lucha de la única grieta real que existe que es norte-sur.
*Por Florencia Ogas para La tinta.