Ni una asesinada más: marcha de las catrinas por los femicidios en México
Por Valeria Scardino y Veronica Ferrucci para La tinta
La celebración del Día de Muertxs en México tomó relevancia internacional hace ya varios años, desde quienes vienen al país específicamente para participar de la festividad a quienes replican en sus lugares de origen algunas de las tradiciones, como armar los altares y las ofrendas a lxs muertxs. Quizá lo que conmueve a lxs que venimos de otras tradiciones es el modo disruptivo con que lxs mexicanxs viven, sienten y se vinculan con la muerte.
En todo México, el 1 y 2 de noviembre, encontramos desfiles alusivos a la fecha, fiestas de disfraces, celebraciones en los panteones, altares y ofrendas en cada casa, bares, y, en espacios públicos, no faltan las flores de cempasuchil y el pan de muerto.
Hace varios años, el colectivo feminista organiza la marcha de las catrinas, recuperando el icono de la Calavera Garbancera que José Guadalupe Posadas creó, allá por 1910, simbolizando a un nuevo grupo social que vendía garbanzo y ostentaba un nuevo modo de vida europeo. El dibujo es una crítica a la sociedad que negaba sus raíces indígenas y todo lo relacionado con el mundo ancestral, usando también esta iconografía para burlarse de la clase política. Posadas decía: “la muerte es democrática, ya que, a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera”. Será Diego Rivera quien la bautiza “la Catrina” y es así como, hoy, se la reconoce incluso desde sus murales.
Las colectivas feministas resignifican este icono del día de muertxs y organizan la Marcha de las Catrinas, porque las muertes son políticas: en un país donde siete mujeres son asesinadas por día, es urgente visibilizar las muertas por femicidios y alzar la voz en contra de las violencias hacia las mujeres.
En Chiapas, la marcha comenzó desde el Palacio de Justicia, denunciando la estructura patriarcal en el sistema judicial que, hace años, sostiene la impunidad en este estado donde, aún con la alerta de género en 17 municipios, la jueza Isabel Álvarez Ramos de San Cristóbal de las Casas ya dejó libre a dos femicidas confesos, asesinos de sus ex novias. Pero no es sólo esta jueza, es toda una estructura estatal, patriarcal y femicida que legitima con su accionar la violencia de género y pone permanentemente en riesgo la integridad y la vida de las mujeres.
Todas vestidas de negro, pintadas de catrinas, con velas y flores de ofrenda para la memoria de las compañeras asesinadas, marchamos por las calles de la ciudad. Las consignas principales fueron la visibilización de los femicidios en crecimiento en Chiapas: “Señor, señora, no sea indiferente, se matan las mujeres en la cara de la gente”. En lo que va de 2018, hubo 28 femicidios en este estado y 21 muertes violentas que no fueron investigadas con el protocolo de feminicidios y, que si lo hicieran, podrían duplicar el número. Aquí la consigna es “Ni una más, ni una asesinada más”, uno de los cantos principales junto a “Chiapas, qué vergüenza, libera a feminicida”.
La marcha terminó en la plaza principal de la ciudad, donde armamos un altar con velas, flores y los carteles con las consignas. El cierre estuvo a cargo de las colectivas feministas que organizaron la marcha con la lectura de un documento, así como con el testimonio de familiares de mujeres víctimas de femicidios.
“Nosotras, como mujeres, apelamos a la vida, a la organización, a querernos y a cuidarnos no sólo para nosotras, sino también para todas aquellas que recordamos, que ya no están y cuya vida fue violenta y cruelmente arrebatada, y que, hoy y todos los días, las llevamos en nuestra mente y en nuestros corazones. Por ellas y por nosotras, luchamos y nos organizamos.” (Fragmento del comunicado).
*Por Valeria Scardino y Veronica Ferrucci para La tinta / Imágenes: Daniela Campos.