Mujeres palestinas: una historia no contada de liderazgo y resistencia
En muchas ocasiones las mujeres palestinas son invisibilizadas aunque son las protagonistas fundamentales en la organización de la resistencia.
Por Mohammed El-Kurd para Al Jazeera
Los pasillos de mi memoria siempre han resonado con la narrativa de la voz de mi abuela, resaltando las narrativas de la lucha femenina. Su voz proyectó tanto ingenio como resiliencia ante la limpieza étnica de Palestina y la ocupación militar israelí que ya lleva décadas. Sin embargo, los testimonios de mi abuela rara vez fueron reconocidos.
Cuando era niño, fascinado por la poesía y la literatura, pasaba horas buscando poemas que cantaran perfiles como el de mi abuela, y rara vez podía encontrar poesía que no redujera a la mujer palestina a una mera característica glamorosa y exagerada, comparándola con hombres, en un intento de elogio mal calculado, que no solo le roba su compleja humanidad, sino también su condición de mujer. Raramente vi relatos que reflejaran a mi abuela, a mi madre o a una mujer palestina que no eligió la maternidad, sin fetichizarlas ni victimizarlas. Los ensayos occidentales bien intencionados sobre mujeres palestinas, a menudo eran insultantes y reduccionistas, ilustrando a una mujer impotente, sin educación y estereotipada, que fue dibujada con los colores del orientalismo.
Esta sequía relacionada con un movimiento tan necesario de representación de la sociedad palestina, fue una de las muchas razones por las que decidí escribir.
Una de las historias que cuento con mayor frecuencia, y una epifanía de la vida real, es la de un niño de diez años que presenció cómo policías israelíes, soldados y colonos, asaltaron a personas de mi vecindario con gases lacrimógenos, bombas de sonido y balas recubiertas de goma, mientras confiscaban por la fuerza las casas de nuestros vecinos. Lo que define esta historia para mí no es solo el trauma o la pérdida violenta e históricamente repetitiva, sino también la forma dinámica y colectiva en que nuestra comunidad remedió activamente las consecuencias de esos asaltos.
Mi madre, al igual que las otras mujeres del vecindario, combinó sus esfuerzos y juntas trabajaron para liberar a los y las jóvenes, e incluso a los niños, de las manos de la cárcel; se frotaron yogur en sus párpados para repeler los gases lacrimógenos y se mantuvieron erguidas con voces ensordecedoras y obstinadas. Aquella manifestación influyó para siempre en las formas en que practico, o reclamo, mis propios derechos.
El papel de las mujeres palestinas en mi vecindario no era exclusivo para aliviar el dolor de la opresión israelí, sino que también era un modelo de liderazgo. Unos meses después de que nuestros vecinos perdieran sus hogares, mi propia casa fue tomada por la fuerza y, motivada por la ira y el sentido de urgencia, mi tía, con sus sesenta años en ese momento, junto a las mujeres de Sheikh Jarrah, desfilaron por el vecindario, cantando y golpeando ollas y sartenes, exigiendo justicia. Esa pequeña protesta se convirtió, más tarde, en una gran manifestación semanal que invitaba a la prensa, a veces involucrando a miles de activistas palestinos, internacionales e israelíes.
Históricamente, las mujeres palestinas han estado a la vanguardia de nuestra resistencia. No solo atendiendo a víctimas de la violencia, sino también orquestando activamente los movimientos de resistencia popular y navegando, o al menos contribuyendo, en la conversación política, ya sea con su propia autoridad asignada o su auto-proclamado asiento en la mesa.
Durante la Primera Intifada se desarrolló la movilización más vivaz del pueblo palestino en su lucha por la libertad. Los comerciantes y los trabajadores emprendieron una huelga general no violenta, un acto simbólico para movilizar a las masas y un movimiento táctico para presionar a Israel para que ponga fin a la ocupación. Parte de esa huelga fue boicotear ciertos bienes israelíes (este llamado al boicot es anterior al movimiento BDS, inspirado en Sudáfrica), mientras que los comités de mujeres ofrecieron alternativas locales.
Este movimiento redujo drásticamente la dependencia de los productos israelíes y afectó duramente su economía , lo que generó pérdidas anuales de millones de dólares. La respuesta de Israel fue áspera: toques de queda diarios, arrestos en masa, manifestantes heridos, corte de las líneas telefónicas de aldeas enteras, y el impedimento a que los miembros de la comunidad palestina abandonaran sus hogares sin el permiso del ejército.
Un documental publicado el año pasado, llamado Naila y The Uprising, con una visión justa narra la historia de una comunidad intrépida de mujeres en la vanguardia de la Primera Intifada de la década de 1980. “En público, los comités de mujeres eran conocidos por su trabajo social -dice Naima Al-Sheikh Ali, activista entrevistada en el documental-, pero, en realidad y de manera encubierta, todo fue una organización política”. Cuando asistí a una proyección de la película en Washington, tuve una sensación de tranquilidad, de calidez: las historias de coraje y defensa de mi abuela fueron algunas de las muchas; muchas otras historias que se vivieron y narraron es inaudito que no esté escritas.
Indiscutiblemente, la ocupación israelí y el racismo occidental desempeñan un enorme papel en nuestra sordera colectiva de las historias de aquellas mujeres palestinas, que no solo participan en la lucha por la libertad, sino que también la comandan. Sin embargo, es extremadamente importante tener en cuenta que el patriarcado y la misoginia afectan de manera drástica y negativa nuestros marcos de resistencia y organización de base, especialmente en lo que respecta al lenguaje y la retórica. ¿Por qué el heroísmo, en general y en el contexto palestino, se considera un concepto masculino? ¿Por qué los héroes de 10 años de edad que leí en los poemas populares palestinos nunca reflejan a los héroes que he conocido y presenciado en la vida real?
Otra mujer entrevistada en los relatos documentales, mencionados anteriormente, dice: “No podemos ser libres como mujeres a menos que estemos en un país libre. E incluso, si estamos libres de la ocupación, no podemos conocer la libertad mientras estemos subyugadas en nuestra propia sociedad”.
Las mujeres palestinas, sus historias escritas o no, siempre han bordado el plan tanto para nuestra liberación como para nuestra soberanía, para la resistencia y para remediar las consecuencias de la opresión. Si historias como las de mi abuela no están representadas y reconocidas adecuadamente, generaciones enteras de niños y niñas podrían llegar a ser analfabetas a pesar de su potencial.
Por Mohammed El-Kurd para Al Jazeera / Traducción Palestina Libre