Farsa y tragedia del Plan Primavera II
Viajemos en el tiempo de 2018 a 1988 y a 1978 para entender algunas cosas del presente del tercer neoliberalismo en emergencia.
Por Alejandro Vanoli para El Cohete a la Luna
Tablita de salvación y Botes
Hace casi 40 años, a fines de 1978, Martínez de Hoz lanzó la famosa tablita que implicaba preanunciar la tasa de devaluación del peso mes a mes, suponiendo que en una economía con libre movilidad de capitales y apertura importadora, una devaluación descendente haría converger la tasa de inflación argentina de tres dígitos a la tasa de inflación internacional.
Todos sabemos que la inflación no bajó lo suficiente y el déficit fiscal y externo profundizado por el atraso cambiario se sostuvo con endeudamiento público y privado hasta que la suba en la tasa de interés en los Estados Unidos aceleró una crisis bancaria y cambiaria que terminó con maxidevaluaciones y el default de la deuda.
Plan Primavera (o tirar para ganar las elecciones)
En agosto de 1988 el Ministro Sourrouile lanzó, con apoyo del Banco Mundial, el Plan Primavera, luego de los deslizamientos de precios del Austral y la pérdida de las elecciones de 1987. El Plan incluía subastas de dólares para estabilizar los tipos de cambio (estaban desdoblados en comercial y financiero) luego de una devaluación inicial, y un ajuste con aumentos de salarios del 25% máximo para empleados públicos, retiros voluntarios y privatizaciones parciales de empresas. El plan incluía una tregua de precios por 180 días.
Las inconsistencias económicas, un déficit fiscal con una política monetaria restrictiva que generaba déficit cuasifiscal al Banco Central por la esterilización, la restricción de divisas y la incertidumbre electoral con la oposición pidiendo un dólar recontra alto, devinieron en la hiperinflación y el final anticipado del gobierno de Alfonsín.
El dólar importa
Por cierto, cualquier variante de tipo de cambio administrado o de crawling peg implica reconocer el sonoro fracaso de la libre flotación, donde el dólar no importaba y el libre mercado o los actores centrales de la especulación financiera global determinan el tipo de cambio.
Este virtual, tardío, silencioso y culposo reconocimiento de que la política cambiaria debe ser administrada por el Estado, no deja de tener importancia para estabilizar la economía. Lástima que en 2016 la política cambiaria provocó una megadevaluación que generó una inflación del 41%, una gran recesión y caída del salario. Y que en 2018 la inflación vuelve estar en niveles de 2016 con otra fuerte recesión que se extenderá a 2019, con una pérdida de reservas de U$S 15.000 millones, una devaluación del 97% y una suba en la tasa de interés de 30 puntos porcentuales que al duplicarse, ha puesto al país productivo en quiebra sin frenar la corrida.
Ningún objetivo cumplido que no sea reconfigurar un país en vías de primarización y pauperización, nuevamente dependiente del FMI y los sectores financieros concentrados.
No cabe duda que el plan Fondo 2.0 tiene por objeto acotar los daños para permitir al gobierno llegar en las mejores condiciones posibles a las elecciones de 2019 mediante una administración del tipo de cambio que limite algo la aceleración inflacionaria.
Así, la tablita del nuevo Plan Primavera inspira la remanida frase del 18 Brumario de que la tragedia se repite como farsa, para crear una cierta estabilidad financiera ficticia que permita justificar una ampliación del monto a desembolsar por parte del FMI y un adelantamiento de los desembolsos, a pesar de que las metas formales fueron incumplidas, por los serios errores compartidos del Gobierno y el FMI.
El dibujo llamado Presupuesto
Errores u horrores que consisten en dejar escapar, sin que pudiera entenderse, cuál era la política cambiaria, que corriendo pasivamente de atrás al dólar llevó el tipo de cambio de 25 a 40 en un país dolarizado, desconociendo la incidencia del tipo de cambio en los precios que superaron largamente el techo del 32% que hacía válido el acuerdo firmado en junio.
Por no hablar de cómo corrieron de atrás al dólar de abril a junio rifando reservas, devaluando de 20 a 25 hasta el acuerdo de junio de metas incumplibles e inconsistencias groseras. ¿Negocios, quizás? ¿Se investigarán?
¿Intencionalidad o mala praxis? Respuesta: las dos cosas. Quisieron hacerlo, pero se les fue de las manos. Y la inestabilidad podía poner en riesgo cuatro años más de neoliberalismo económico que creían asegurados.
No hay duda que se puede asegurar una calma financiera provisoria. Además de justificar que el FMI refrendase un programa no sustentable a mediano plazo (que genera serias reservas en muchos países desarrollados, a pesar del entusiasta apoyo del Tesoro de los Estados Unidos, que inclina la balanza a favor del acuerdo), permite aprobar sin decoro un Presupuesto inconsistente desde lo técnico, y políticamente escandaloso.
Un tipo de cambio de 40,10 en 2019 no es algo que pueda comprar ni el más incauto. Para disimular hay que inducir una baja del tipo de cambio nominal, a través de BOTES con anclas que permitan controlar el dólar temporalmente. La promesa de mayores fondos del FMI y el dulce de bonos duales y bonos capitalizables con tasas muy altas permiten una neo tablita de salvación para flotar la primavera de 2018.
No es defendible que con una inflación adicional de casi el 40%, tomando las proyecciones del Gobierno para lo que resta de 2018 y todo el 2019, el dólar quede en niveles de la semana pasada hasta fines de 2019.
Es muy evidente que proyectar un dólar a 40 subestima el déficit financiero, ya que tira fuertemente a la baja los intereses de la deuda. Así el Déficit Cero, mantra que recuerda a la versión de Cavallo 2001, es claramente incumplible, más allá de las fantasiosas proyecciones de una recaudación impositiva que se desacelerará fuertemente por la recesión provocada y reconocida, más allá de la ayuda de una inflación que compensa vía precio lo que cae en volumen recaudatorio.
El FMI tolera el dólar de la crisis de los 40 y no un sincero dólar cincuentón, porque le permite ocultar que los niveles de endeudamiento no son sustentables a mediano plazo. Al tipo de cambio actual la deuda alcanza al 80% del PBI, cifra de por sí claramente superior a la del segundo neoliberalismo de los ’90, incluido el 2001. Si se proyecta la deuda con un tipo de cambio que acompañe la trayectoria de precios que supone el gobierno en el Presupuesto, superará holgadamente el 100% del PBI y en ese caso los ejercicios de sustentabilidad de la deuda que debe hacer el FMI para aprobar el programa no cerrarán y eso dificultará justificar el Acuerdo, más allá de los evidentes intereses geopolíticos en juego.
¿Es sostenible?
Por cierto la farsa que es también tragedia puede durar un tiempo. Si hacemos la vista gorda a lo evidente —que no se resuelven las causas que nos llevaron a esta crisis—, el Plan Primavera puede durar un cierto tiempo. Y si falla el Presupuesto tiene una cláusula 3.6. llamada Riesgos Fiscales que dice que “factores exógenos o endógenos pueden generar desvíos en las proyecciones”. Sic. Y aquí no ha pasado nada.
Si bien cálculos conservadores reflejan que hacían falta de U$S 25.000 a U$S 40.000 millones para cubrir la brecha fiscal y externa de 2018-2019, los fondos adicionales del FMI y nuevos fondos del mercado que hagan bicicleta financiera o carry trade aprovechando las superatasas que son kryptonita verde para la producción, pero maná del cielo para los sectores rentísticos tradicionales, cubrirían la brecha de acá a fin de 2019.
Con un poco de ayuda del FMI y del mercado, que en el interín ganará jugosos intereses y comisiones y una cobertura mediática que festeje la recuperada estabilidad, la baja de la inflación producto de la recesión, el gobierno estará en condiciones de gozar una primaverita y quedar mejor parado para ganar las elecciones y evitar un retorno populista de las vertientes más racionales o de las otras.
Claro que hay variables que pueden descalibrar el plan Fondo 2.0, de acuerdo a cómo sigan la guerra comercial, entre Estados Unidos y China, el precio de la soja, el clima que impacte en la cosecha, las elecciones en Brasil, la mayor o menor suba de la tasa de interés de los bonos estadounidenses y la propia dinámica interna de una Argentina en grave recesión, emergencia social y clima pre-electoral que pueden facilitar o complicar el experimento.
La devaluación por si sola no resuelve el problema de déficit externo. Si bien la recesión reduce las importaciones y equilibra en algo el déficit de turismo, una mejora en la cosecha puede compensar en algo un déficit de cuenta corriente que no baja en gran medida por el peso creciente de los intereses de la deuda. Seguirá la brecha externa.
Es más: un ingreso de capitales con un dólar quieto puede eliminar el colchón del tipo de cambio real alto, que va a recortarse por aumentos de precios que no se frenan.
Una recaudación descendente en un marco recesivo y de quiebre productivo dificultará llegar al Déficit Cero versión 2018-2019. Seguirá la brecha fiscal.
Algún despistado o con mala fe puede asimilar el nuevo esquema de retenciones (sin discriminar por valor agregado, sector, región ni tamaño de empresa), precios cuidados (sin control adecuado) y nueva flotación administrada, creyendo que hay un regreso a la heterodoxia.
No es así. Hay un neoliberalismo emparchado para perdurar. No hay un plan consistente que revierta los desequilibrios que generaron la megadevaluación, que provocó inflación y recesión. Ni mucho menos un plan que los solucione protegiendo a la producción nacional mediante una política arancelaria y paraarancelaria como hace cualquier país sensato. No hay tipos de cambio múltiples vía retenciones ni reembolsos segmentados para frenar la inflación y promover valor agregado, ni regulaciones financieras a los grandes capitales especulativos. No hay políticas que generen crédito orientado a la producción con tasas reguladas, ni estímulo a la demanda popular.
Sólo ingeniería financiera y ajuste para endeudarnos y lograr una estabilidad financiera de bases precarias y duración limitada por no resolver las causas de la crisis.
Imaginando lo que puede venir
¿Lograremos construir una oposición amplia pero coherente que promueva un plan de desarrollo nacional, que haga un plan cuatrienal para plantarse al FMI y acercarnos un poquito a una patria socialmente algo más justa, económicamente un poco más libre y políticamente algo soberana? ¿Un gobierno que le diga al FMI que para pagar hay que crecer y frenar el ajuste, atacando de raíz la restricción externa? ¿Un gobierno que recoja lo mejor de lo efectuado entre 2003 y 2015, que no repita sus errores e insuficiencias, adaptado a los tiempos que corren? Por ahora continuamos Desunidos y Desorganizados y permitiendo que un gobierno que hizo todo mal (para la gente) pueda tener cuatro años más para retrotraer el país al pre-peronismo.
En el doloroso mientras tanto, lo importante para el establishment y el gobierno es que la Primavera llegue hasta las elecciones. Luego el Plan Fondo 2.0 desafiando el devenir de la naturaleza pero no el de la política económica, nos llevará directamente al invierno.
Que el invierno sea breve y que tengamos una Primavera que algún día sea Verano, dependerá del Pueblo y de una oposición que esté a la altura dejando de lado internismos, sectarismos, divisiones, personalismos, miopías y vetos. Se requiere una oposición que genere una construcción política sólida y que formule claramente una alternativa nacional, popular, realista, nítidamente diferenciada del gobierno y superadora que incluya un Plan de Corto, Mediano y Plazo creíble y consistente. De la recuperación y la reparación al Desarrollo Soberano con Equidad. Ni Capitales Golondrina ni Buitres hacen verano. Ni el FMI ni nadie nos salvará de una tragedia, si nosotros mismos no desmontamos la farsa.
*Por Alejandro Vanoli para El Cohete a la Luna