“Es indignante que el gobierno de Ecuador se preste a ser un peón más de Estados Unidos”

“Es indignante que el gobierno de Ecuador se preste a ser un peón más de Estados Unidos”
30 agosto, 2018 por Tercer Mundo

La tinta habló con el sociólogo Carlos Pazmiño sobre la actualidad de Ecuador, la alianza entre el gobierno y Washington, y la situación de la oposición encabezada por Rafael Correa.

Por Redacción La tinta

De una forma rápida y concreta –que sorprendió a muchos y a muchas-, desde que Lenin Moreno asumió la presidencia de Ecuador en mayo de 2017, se aplicaron una serie de medidas que acercaron el país otra vez a las clásicas políticas neoliberales, dictadas desde la Casa Blanca. Moreno, que fue vicepresidente de Rafael Correa, además desplegó una potente campaña de persecución contra el ex mandatario, que ahora se encuentra en Bélgica, país del que no puede salir por cuestiones judiciales.

La tinta dialogó con Carlos Pazmiño -sociólogo, periodista, editor general de la Revista Crisis de Ecuador y autor del libro Kurdistán: desmantelando al Estado desde el Confederalismo Democrático-, quien no solo describe la política oficial del gobierno de Moreno, sino que también analiza la situación del “correísmo” y de la izquierda ecuatoriana.

Para Pazmiño, la “descorreización” impulsada por la administración de Moreno “no solo significa desinstitucionalización y liberalización del Estado, sino entreguismo y colaboracionismo” con Estados Unidos.

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—¿Cómo definiría al gobierno de Lenin Moreno?

—Existen tres elementos que explican el carácter actual del gobierno de Lenin Moreno. El primero viene a ser el reciclaje de un sector de la burocracia, en un inicio, fiel al proyecto modernizador de la Revolución Ciudadana, encabezado por el ex presidente Rafael Correa, y que viene a funcionar como una palanca en el proceso de transición de un Estado interventor a uno desregulador. El segundo elemento viene a ser la oligarquía, que, una vez abierta la cancha por la burocracia que “traiciona” el proyecto de la Revolución Ciudadana, recupera el Estado colocando a sus fichas en los ministerios de Economía y Finanzas, de Trabajo, de Interior, etc. En consecuencia, en tan solo en seis meses, el país experimentó un brusco giro neoliberal. El tercer punto tiene que ver con el imperialismo norteamericano y su presencia en el país y en la región, quien ha encontrado en el actual gobierno el espacio ideal para recuperar su influencia económica, política y militar. De esta forma, podríamos calificar la administración de Moreno como una alianza gobierno-oligarquía-imperialismo.


Otro aspecto que resalta es la frágil resistencia al interior del aparato estatal del correísmo en su momento, así como la habilidad de Moreno y sus aliados para arrebatarle no solo el Estado, sino su estructura partidaria, boicotear cualquier posibilidad de registro electoral, encarcelar al ex vicepresidente Jorge Glas bajo cargos de corrupción o judicializar al mismo Correa con el objetivo de anularlo políticamente.


La descorreización del Estado, categoría con la que podríamos resumir la astuta entrega de Moreno a la oligarquía y al imperialismo, usando todo el aparataje del gobierno anterior, es más profunda que la judicialización del progresismo ecuatoriano. Su principal objetivo es golpear al pueblo y servir en bandeja de plata a la derecha más fascista y reaccionara el país entero. La contradicción, por lo tanto, no es Correa versus Moreno, sino que es la coalición Moreno-oligarquía-imperialismo versus pueblo.

—¿A qué se debe el acercamiento del gobierno ecuatoriano con el FMI?

El gobierno ecuatoriano ha acudido voluntariamente al FMI con el argumento de haber recibido al país en crisis. Con el objetivo de “descorreizar” el aparato estatal, ha aplicado su receta achicando al Estado –despidos de servidores públicos, reducción, fusión o eliminación de instituciones públicas, recorte presupuestario, eliminación de subsidios que golpean el bolsillo popular –, condonando deudas al sector privado (más de 4.000 millones de dólares), ofreciendo mayores ventajas al capital transnacional para que “invierta” en el país con el objetivo de sacarlo de la “crisis» –autoinducida– y pregonando la necesidad de “delegar” al sector privado el manejo de ciertas empresas públicas. Hasta el momento, no ha existido un pronunciamiento oficial respeto a créditos o ayudas económicas, sin embargo, estamos seguros que no sería nada extraño que, a posterior, el gobierno se comprometa con el FMI en estos términos.

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Por otro lado, el acercamiento del FMI también nos recuerda el decidido retorno del imperialismo norteamericano. Tras la visita de Mike Pence, vicepresidente de Estados Unidos, el gobierno de Moreno expresó públicamente su interés por profundizar los intercambios comerciales, sin descartar la posibilidad de un Tratado de Libre Comercio (TLC) con el país del norte.

Finalmente, en agosto en la Asamblea Nacional, fue aprobada la Ley de Fomento Productivo (Trole III), la estocada final en el proceso de regresión neoliberal que vive el país. La misma juega en beneficio de las élites locales y el capital transnacional, liberalizando la economía nacional y abriendo el espacio para el FMI.

—¿Qué opina sobre las actuales relaciones entre Estados Unidos y Ecuador?

Es realmente indignante que el gobierno se preste para ser un peón más en la estrategia de desestabilización regional, promovida por el imperialismo. La “descorreización” no solo significa desinstitucionalización y liberalización del Estado, sino entreguismo y colaboracionismo. Vimos el recorrido de este proceso con el cese de la Secretaría Nacional de Inteligencia (SENAIN), originalmente un organismo de inteligencia bajo mando civil, o los hechos de violencia ocurridos en la frontera norte, vinculados a grupos irregulares, pretexto para solicitar asesoría estadounidense. También el retiro del Ecuador como sede del proceso de paz entre el Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Colombia con el gobierno de dicho país, la salida del país del ALBA y la clara intención de salir de UNASUR. A esto, se suma la instalación de una oficina de cooperación entre el gobierno estadounidense y el ecuatoriano, la llegada de asesores militares, etc. El imperialismo está decidido a recuperar su patio trasero y Ecuador, como dije en un inicio, ocupa el rol de peón en este juego.

—¿En Ecuador, existe una situación represiva creciente?

—Por el momento, no, pero esto se irá desarrollando en medida que el pueblo comience a movilizar su descontento tras las medidas económicas del gobierno, la falta de respuesta institucional y los efectos de un Estado controlado por la oligarquía. Sin embargo, ha habido ciertos acontecimientos, como el asesinato de un joven afro ecuatoriano en la población de Mascarilla, provincia de Imbabura, perpetrado por la policía y legitimado por el Estado, evidenciando que el espíritu represivo de las fuerzas de seguridad encuentran un espacio perfecto para desatar sus “instintos”, gracias a la cobertura del gobierno de Moreno.

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La respuesta popular, poco a poco, irá tomando forma. Creemos en un inicio serán pequeñas y aisladas escaramuzas, probablemente dispersadas sin mayor esfuerzo para el Estado. El problema ahora está en la complejidad de encontrar un espacio unitario de convergencia, producto de los desencuentros entre el movimiento popular y el gobierno de la Revolución Ciudadana. Aún hay heridas abiertas que difícilmente se cerrarán pronto.

—¿Cuál es la situación actual del ex presidente Rafael Correa?

Como parte de la estrategia de “descorreización”, el objetivo principal era y sigue siendo el bloqueo político de Correa, a toda costa. Tras la victoria del “Sí” en la consulta popular de febrero de este año, cuyo propósito era anular a Correa y al correísmo no solo de las contiendas electorales de 2019 y 2021, sino como sujetos políticos, comenzó el camino hacia la judicialización del líder de la Revolución Ciudadana, de forma similar a lo ocurrido con Lula en Brasil y Cristina Fernández en Argentina. Las acusaciones rondaron en corrupción (caso Druv), secuestro (caso Balda), asesinato (caso Gabela), sin que, hasta el momento, se haya podido comprobar su participación como autor intelectual o material. En vista de esto, el Estado movió sus fichas para que la Interpol emita una orden de captura para Correa, quien ahora se encuentra en Bélgica, país del que no puede salir. Pese a todo este escenario montando, Correa continuará siendo una figura central en la política nacional de aquí a un buen tiempo.

—¿En qué situación se encuentra la oposición a Moreno conformada por sectores de izquierda?

—La izquierda se halla muy fragmentada, como siempre y en todos lados, cada quien guardando su zona de confort y pequeña parcela de influencia. Tras los diez años de la Revolución Ciudadana, pasaron muchos eventos que explican el estado actual de la izquierda ecuatoriana.


Podemos empezar diciendo que el aletargado estado que viven el movimiento popular y la izquierda se explica –hipotéticamente– de la siguiente forma: durante el neoliberalismo, las organizaciones tenían un claro adversario enfrente, el Estado neoliberal, sus programas, tácticas, estrategias y concepciones. Se guiaban por la racionalidad del conflicto, el objetivo era batir con el Estado y así fue: tres presidentes cayeron derrocados por insurrecciones populares desde los últimos años, de la década de 1990 a los primeros del nuevo siglo.


La Revolución Ciudadana canaliza todo el acumulado popular antineoliberal de estos años y encuentra el espacio adecuado para materializar muchas de las aspiraciones que movilizaban al pueblo durante el neoliberalismo. Una vez contempladas en la Constitución de 2008, las organizaciones populares no identifican cómo actuar con el nuevo gobierno y el momento histórico, sea por la incapacidad de sus dirigentes y estructuras organizativas obsoletas, la agencia desmovilizadora del Estado, que bien cooptaba a las organizaciones o las desintegraba, así como la falta de una cultura de discusión política que esté a la altura del contexto, reduciendo la disputa a la dicotomía: luchar a ciegas contra el Estado –compartiendo la calle con la derecha– o someterse a él –con grandes cuotas de clientelismo, en el que no pocos hicieron carrera –.

Es así que reviven dinosaurios ya enterrados, desde los partidos comunistas, con su lectura mecanicista sacada de manual soviético, hasta los herederos del estalinismo, quienes, si bien no estaban tan debilitados, pudieron recomponer y ampliar sus bases.

Durante la Revolución Ciudadana, se establece una política de amigo-enemigo irracional, sobre la legitimidad del proyecto modernizador capitalista, en la que cualquier disidencia o crítica, incluso de sectores considerados aliados del proyecto, era considerada agenciosa o, peor aún, de estar financiada por la CIA. De esta forma, tras diez años de Revolución Ciudadana, las organizaciones y la izquierda llegan al embate neoliberal comandado por Moreno, en alianza con la oligarquía y el imperialismo, en una posición muy desfavorable. Difícilmente, el correísmo o la izquierda, y las organizaciones “históricas” volverán a ser los contenedores hegemónicos de una nueva identidad antineoliberal. Por lo tanto, vemos el actual escenario no como una derrota, sino como la oportunidad para la reconstitución de una nueva izquierda revolucionaria con identidad antineoliberal, que no solo supere los límites intrínsecos del progresismo, sino que también sepulte a la izquierda tradicional. Entendemos que este proceso será de largo aliento, por lo que dependerá, en gran medida, del horizonte unitario que se pueda forjar.

—¿Piensa que, hacia futuro, el modelo económico y social de la administración Moreno se profundizará?

—Absolutamente, esto es solo el inicio de una política de ajuste que recaerá sobre los hombros del pueblo. Como decimos acá, esto recién empieza, el camino es largo y complicado, la recuperación del movimiento popular está en el mediano plazo, por lo que la tarea empieza desde estos momentos.

*Por Redacción La tinta

Palabras claves: Ecuador, Estados Unidos, Lenin Moreno

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