Se están cayendo las máscaras: entrevista a Xmal Ton
Por Ignacio Elizalde para La Raza Cómica
En mi viaje a San Cristóbal de las Casas, Chiapas, tuve la maravillosa oportunidad de conocer a Xmal Ton, médica tradicional maya y poeta en lengua tseltal. Ella, muy amablemente, me recibió en su hogar para concederme unos minutos donde conversamos en compañía de un té de hierbas.
—Quién mejor que tú para presentarte y que nos introduzcas a ti misma, quién eres, dónde naciste.
—Mi nombre es Xmal Ton y soy tseltal. El pueblo de mis padres se llama Tenejapa. Soy médico tradicional, trabajo la medicina ancestral de los abuelos. Pasamos de generación en generación el conocimiento de la medicina ancestral. Empecé desde muy pequeña, ahora escribo cuando lo siento, cuando me nace. Mi trabajo principal es ayudar a las personas a liberar toda su carga emocional, física, mental y espiritual, esto lo trabajamos en el temascalli y con los masajes y todo lo que tenga que ver con la curación tradicional como lo hacían nuestros ancestros.
—¿Y desde qué edad aprendiste a curar?
—Yo no curo, los que curan son Madre y Padre, el gran creador y creadora de la vida. Desde que nacimos, venimos con el Don de sanación. Mi madre era mujer medicina, mi padre es yerbero o botánico, y mis abuelos también se dedicaban a ofrendar y a agradecer por la vida con el rezo.
—¿Y en qué momento nace la inquietud por la poesía?
—La poesía escrita empieza cuando aprendo a leer y a escribir, al entrar a estudiar la primaria. Empiezo a escribir desde pequeña, desde los 7 años más o menos. Escribía a mi padre porque él vivía otro lugar, entonces siempre le escribía cartas.
—¿Y las escribías en español o en tseltal?
—En español. Sí, es una historia difícil, porque cuando entramos a la escuela era muy difícil hablar en tseltal, solamente lo hablábamos cuando llegaba la familia de la comunidad a la casa. Tenías que hablar a fuerza el castellano para poder estudiar, no nos podíamos vestir tampoco con la ropa tradicional. Vivíamos la discriminación y el racismo en una ciudad que todavía cree que son descendientes de los colonizadores.
—¿Y en qué se notaba esa discriminación y racismo?
—Creo que eso todavía sigue, pero con otro rostro. Se notaba en que nosotros no podíamos ser parte de esta sociedad de San Cristóbal, porque nos llamaban indios. Entonces la única manera de poder entrar a la sociedad, entre comillas, era entrar directamente a la iglesia. Teníamos que ser bautizados. Así fui corista y catequista dentro del grupo de la iglesia católica. De esa forma, entramos en contacto con el mundo de los Kaxlanes, así les decimos a las personas que no son originarias de aquí.
—Si nos pudieras hablar acerca de la cosmovisión tseltal con respecto al hombre, la palabra, el espíritu y la naturaleza.
—Bueno, como ya lo hemos dicho en varias ocasiones, pues sí, esta vida que venimos a vivir en esta sociedad colonizadora fue muy fuerte y lo sigue siendo porque todavía no estamos viviendo lo que quisiéramos vivir. Porque una cosa es nuestra vida interior, espiritual; y otra es nuestra relación que tenemos hacia el exterior con la sociedad. La cosmovisión tseltal de mis abuelos, de mis padres, es una relación de respeto hacia el otro. Y el hombre y la mujer tienen su papel definido. En este caso, pues no ha sido fácil porque salimos de un contexto de comunidad para entrar a la ciudad en San Cristóbal. Es como cuando trasplantas una plantita de una tierra a otro lugar. Nosotros somos como plantitas que estamos creciendo con nuestra cultura, pero también con la otra, y la parte de nuestra cosmovisión se va ocultando, no se muestra, porque te hacen creer que es inferior, no te aceptan, no te permiten hablar la lengua, no te permiten ser.
La cosmovisión, sí, se ha ocultado mucho tiempo. ¿Has escuchado el decreto de Cuauhtémoc? Se puede decir que es un poema, pero es el último mensaje que dio Cuauhtémoc, que era Tlatoani cuando llegaron los colonizadores y empezaron la destrucción de nuestras ciudades. Él dejó un mensaje que era el de los abuelos. Si lo lees detenidamente, vas a encontrar muchas claves de por qué tuvimos que guardar todo dentro de nosotros y aprender la otra cultura, la del kaxlan. Aprendimos a leer, a escribir, a usar otra ropa, a comportarnos como se debe comportar en una sociedad diferente a la nuestra. Entonces nos transformamos de cierta forma, pero en mi caso nunca perdimos nuestra esencia espiritual. Y la cosmovisión empieza a salir desde que entendemos que tenemos que respetar al otro para poder ser. En esta sociedad, no nos han dejado mostrar lo que somos, dar lo que somos, compartir lo que somos. Nos ha costado muchas vidas para mostrarnos como somos.
A raíz del 94, gracias al levantamiento de nuestros herman@s zapatistas, hubo una apertura grande y como un rayo de luz para los que no podíamos hablar. El decir “ya basta” de ellos fue también para nosotros muy fuerte y, gracias a la sangre de ellos, los que ofrendaron su vida, pues estamos nosotros vivos. De hecho, aquí en la casa en la que estás ahora, todas estas tierras de aquí para abajo, eran de un terrateniente. Él tuvo miedo en el 94 de que se le invadiera, se le quitara. Él vendió y entonces fuimos comprando poco a poco. Pero gracias a los zapatistas tenemos este espacio que es nuestro.
—A futuro, ¿crees que el tseltal se seguirá fortaleciendo? Porque es una lucha y una resistencia contra el tiempo, contra el olvido.
—Es una decisión de vida si vamos a seguir viviendo como pueblos o no. Para mí, y me imagino que para todos mis hermanos tseltales, queremos seguir viviendo. Y mucho con más ánimo si nos respetan desde lo que somos, desde nuestra lengua, desde nuestro ser. Yo te puedo contar desde mi experiencia: la lengua la dejé de hablar cuando nos metieron a la escuela y después tuve que volver a recuperarla. Sí se puede, pero con respeto. Me gustaría que, en un futuro, el tseltal, el tsotsil, fueran lenguas que también los otros, los que no las hablan, pudieran aprenderlas. Porque si nosotros fuimos capaces de aprender el castellano, ¿por qué los otros no pueden aprenderlo? Entonces entenderían nuestra forma, nuestro modo. En la lengua está la clave de todo. Con ella podemos decir realmente lo que pensamos, lo que sentimos, cómo vemos la relación del cielo, la tierra, el diálogo con el universo. Nosotros aprendimos el castellano y entonces en castellano también escribimos.
Y bueno, antes le preguntaba a mi madre, cuando aún vivía: “¿Por qué permitiste que fuéramos a la escuela? Nos hubieras enseñado lo que tú sabías”. Porque mi madre no sabía leer ni escribir, ella se dedicaba al arte del telar de cintura. Ella con ese telar pudo cuidarnos, darnos de comer y sustento. Entonces le preguntábamos: “¿Por qué no nos enseñaste mejor el tejido?”. Y ella decía: “No, porque yo sufrí mucho y no quiero que ustedes sufran”. A mi madre le robaron una casa, fue un arquitecto holandés aquí en San Cristóbal. Eso le pasó por no saber leer ni escribir. Él la engañó y le dio a cambio una casa de dos cuartos muy pequeñita. En la casa que teníamos antes de esa injusticia, podíamos sembrar maíz y frijol, mis abuelos venían a ayudarnos. La casa era grande y tenía suficiente campo. Pero eso no duró mucho tiempo.
—¿Qué es para ti la palabra? ¿Tiene algo de sagrado?
. La palabra para nosotros es la lengua que se habla con el corazón. Se dice: bats’il k’op. Es la palabra verdadera. Se llama así porque no puedes mentir con esa palabra, no puedes engañar. No puedes decir “estoy bien” y no estar bien. No puedes cambiar nada. Es lo que sale, lo que estás viviendo, sintiendo, pensando, esa es la verdadera palabra: la que es auténtica, originaria, con la que hablas. Habla tu corazón, habla tu ser, y no puedes engañar. Por ejemplo, cuando preguntas “¿cómo estás?”, dices: vi xi a votan, “qué dice tu corazón”, y entonces tú tienes que contestar. Hay dos formas de contestar. La primera es decir: ajkol nichim jkotan, que significa “mi corazón está alegre de fiesta”, contento, con cantos, flores y todo. Y cuando uno no está en ese estado, uno dice: chamelon. Significa: “estoy enfermo”. Y cuando lo dices, se abre una puerta. Entonces tu interlocutor te preguntará: “Bueno, ¿y qué pasó?”. Empiezas a tener un diálogo. “Bueno, es que me siento triste, o me siento enojado, me duele esto”. Entonces empieza la comunicación de palabra a palabra, y el contacto directo con la otra persona. Habla tu corazón, sale la palabra, y esta se empieza a elevar. Todo lo que estás pensando, sintiendo, se eleva y llega de alguna forma la sanación. Es la curación, la medicina por medio de la palabra y del espíritu, lo que hace que no nos perdamos. Ma Chay jkotantik. Entonces cuando tú hablas así, todo lo estás diciendo al universo, y de alguna forma estás pidiendo ayuda. Y entonces te dicen: “Bueno, ¿qué podemos hacer?”. “Podemos hacer esto, lo otro”.
Esto sucede en el contexto de algunas comunidades, porque en otras ya se perdió el corazón y el espíritu. La visión se trabaja así: por ejemplo, si estás enfermo, no te vamos a llevar al hospital inmediatamente, a menos que sea algo que la comunidad no pueda resolver. Se trata de ver de qué forma fue lo que te pasó para que llegaras a estar así enfermo, y buscar alternativas de curación desde la comunidad. Los abuelos y las autoridades que se movían en esta cosmovisión ya se murieron. Pero todavía vivimos algunos que no olvidamos la forma buena de trabajar para recuperar toda esa visión y vida ancestral para que este tejido llamado vida no se rompa.
—Teniendo en cuenta tu trabajo como médica tradicional, ¿cómo ves la poesía?, ¿sanadora?
—Sí, la poesía es sanadora, porque en el momento en que tú estás sintiendo, lo estás escribiendo. La poesía es para mí como un rezo, un canto o una plática. Así, de esa forma, uno puede sanarse, sin necesidad de tomar medicamentos. Simplemente entra la palabra, entra el espíritu, y te sana. Te hace mover algo, o hace llorar, reír, algo dentro de ti.
—A raíz de estos movimientos de naturaleza telúrica que han azotado México, tú has mencionado que es la madre tierra que nos está diciendo algo.
—Bueno, la madre tierra en nuestra cosmovisión es nuestra mamá. La mamá mayor. El padre sol es nuestro padre mayor, y nuestra madre nos ama tanto que a todos nos da de comer, nos da sustento. Todos estamos sobre ella. Nuestro padre sol nos alumbra a todos. No dice la mamá ni el papá: “Ignacio, hoy no vas a comer ni tener techo donde dormir, porque te portaste mal”. O “no va a salir la comida, no va a salir el maíz”. O el sol que te diga: “Hoy porque tú robaste, mataste o no sé qué hiciste, no salgo para ti”. El amor de la Madre es un amor muy grande, la madre naturaleza que da y te dice: “Bueno, hayas hecho lo que hayas hecho, aquí estoy”. Los tiempos que estamos viviendo ahora son de limpieza y purificación. Son tiempos en que la Madre está hablando fuerte. Es como cuando te habla una mamá y te dice: “Te dije que eso que estás haciendo no está bien, ¿por qué no me escuchas?”. Y de repente, no sé si a ti te jalaron las orejas, Ignacio, o te dieron tus nalgadas, pero ¿algo hicieron, no?
La mamá ya está con los cambios, con sus movimientos, con sus palabras está hablando. No de ahorita, ya tiene tiempo. Son cíclicos los movimientos de nuestra mamá. Y el tiempo de ahorita está muy relacionado con todo lo que vivimos, porque entendemos que en nuestra cosmovisión lo que yo hago te afecta a ti, y no sólo a ti, sino a los que están en otros lugares. O sea, todo lo que hago, todo el pensamiento, toda acción afecta, porque todos tenemos un espíritu. Todos. Esta mesa, eso, esto, el cielo, las nubes, los árboles, los perros, los animales. Y todos tenemos que estar cuidándonos en este mundo, en esta tierra. Por eso estamos aquí. Pero el ser humano de las culturas de Occidente, en su mente, en su cabeza y corazón, llegó a creer que somos más que un árbol, más que un río, más que un lago, más que un animal y hasta más que otro ser humano. Y entonces empezó el caos. Entonces, lo que está pasando ahorita, muchos de nuestros abuelos lo soñaron, lo vieron. A nosotros nos llega en sueños, nos llegan visiones, nosotros ya lo sabemos. No sabemos bien qué día, eso sí, pero nos lo muestra en el camino. Sí. Realmente hay mucha confusión, inconsciencia, no hay cuidado ni respeto hacia la madre tierra.
—¿Eres optimista respecto al futuro? ¿Hay alguna apertura de conciencia sobre el respeto a la naturaleza? ¿O está el mundo colapsando como esta visión cristiana del Apocalipsis, donde se vienen terremotos, guerras?
—En relación a la cultura cristiana, bueno, ellos tienen su historia. Y no es que nosotros no creamos. Nosotros pensamos que al que llaman Jeshua o Cristo fue un gran sanador también. Él curaba con el fuego, con el agua, con los elementos. Él estaba en las montañas, no estaba como ahora en las iglesias, como todos estos papas, obispos y sacerdotes. Te puedo decir que sí, nuestro gran creador y creadora de la vida nos muestran el futuro en visiones y en sueños. ¿Si hay esperanza o futuro? Pues las cosas que van a pasar, van a pasar. Tal vez en la Biblia algunos profetas, visionarios, algunos que ensoñaron y vieron también, les dieron a conocer lo que iba a pasar, y por eso lo escribieron. Va a haber más movimiento fuerte. Lo que está pasando es que se están cayendo las máscaras, y está resurgiendo todo lo que es verdadero. Lo que no está bien se va a tener que ver a la luz de la vida, de la tierra, del universo. Entonces sí, puede ser que para muchos va a ser la catástrofe, va a ser el caos, la violencia, el crimen, el miedo, pero nosotros estamos tranquilos. Porque para nosotr@s significa una purificación, una sanación para la tierra y para tod@s.
Metiéndonos en cosas más profundas de la espiritualidad, de nuestra relación del ser humano con la naturaleza, si tú te pones a observar el sol, levántate un día a saludar al sol y ve contando las horas que tarda en meterse. No son 24 horas. Estamos moviéndonos más rápido. La luz del sol es más fuerte, más intensa. Nos damos cuenta que con los ciclos, con las siembras, con las plantas, ellas son las que nos hablan, las que nos dan las respuestas porque viene el fruto ya antes de tiempo. Ahorita, por ejemplo, ya hay chayote, y no se daba hasta noviembre. Hoy está creciendo un árbol de plátano aquí, siendo que aquí es tierra fría. Se está acelerando y se está calentando la Tierra. Lo que va a venir sí pareciera que va a ser el caos. En 2012, nosotr@s los Mayas nunca dijimos que el mundo se iba a acabar. Lo que sí dijeron los abuel@s de conocimiento es que se iba a acabar un ciclo, una cuenta del tiempo se cierra. Es como un portal, se cierra y se abre otro. Aquel que logró purificarse y conectarse en ese momento va a poder ver que el siguiente ciclo no va a ser de caos ni de miedo, porque estará listo para recibir lo que vendrá. Eso que es lo que estamos viendo y viviendo ahora. Si la tierra tiembla y se mueve más fuerte, por supuesto que todos nos vamos a ir. Y la gente tiene tanto miedo de morir… pero la muerte es un ciclo de vida, nos vamos a morir todos. No somos eternos del cuerpo, sólo del espíritu. El espíritu va a volar a donde tenga que volar.
Estamos tranquilos, y por esa misma razón queremos vivir el tiempo, el día, en relación no sólo con nuestra madre naturaleza, sino también con cómo contribuir a que no nos dañemos más. Muchos kaxlanes que hablan de y por nosotr@s los mayas dicen frecuentemente: “Vivir en el Aquí y en el Ahora”. Pero realmente no comprenden esta forma de vida, sólo lo usan para lucrar con nuestros conocimientos ancestrales y seguir aportando al caos y a la ignorancia. ¿Qué es lo que me toca hacer? Mi trabajo, porque todos venimos con un Don, todos. Mientras el sol salga cada día y la tierra permanezca. Mientras tengamos vida, tengamos voz y seamos escuchados y respetados, claro que hay Esperanza. Es tiempo de conciencia y de hacer, de conectarse con la tierra. “Háblame, tierra, a ver qué voy a hacer, a dónde voy a ir, con quién, todo”. Si tú te pones a hablar así con la Madre tierra, ella te responde.
*Por Ignacio Elizalde para La Raza Cómica.