A 20 años de la experiencia periodística Informe Córdoba

A 20 años de la experiencia periodística Informe Córdoba
17 agosto, 2018 por Redacción La tinta

En medio de un contexto de oligopolios mediáticos que cogobierna un dejá vu de liberalismo represivo, recuperamos la historia de la revista Informe Córdoba, una experiencia intensa, acaso fugaz en el tiempo histórico, que debió cerrar ante el lobby político y empresarial, hace apenas dos décadas.

Por Alexis Oliva

La revista Informe Córdoba fue “el sueño del pibe”, el sueño real de un pibe crítico, díscolo y con ansias de aventura. Una bisagra en la vida del pequeño grupo humano que laburó en ese proyecto, sobre todo para quienes nos iniciábamos en un periodismo que imaginábamos audaz, desafiante, artesanal y obsesivo.

A poco de comenzar, hace veinte años, la revista se ganó enemigos poderosos: el poder político local –primero, el mestrismo y luego, el delasotismo– y nacional –menemismo y aliados–, la corporación judicial, la Iglesia Católica y el cardenal Raúl Primatesta, los represores militares y policiales, Aguas Cordobesas, Germán Kammerath, Luis Medina Allende, Marta Alarcia y siguen las firmas. Y se ganó esos enemigos por contar “aquello que alguien no quiere que se sepa”, como por esos días definía Horacio Verbitsky al periodismo genuino.


Un inédito intento de censura previa, amenazas telefónicas, campañas de desprestigio, una encomienda con un pescado envuelto en una de las notas, el lobby pianta anunciantes, cartas documento y promesas de querellas criminales, fueron algunos de los recursos inútiles para evitar que cada quince días llegara a varios miles de lectores un puñado de informes sobre abusos de poder, corrupción económica, conflictos sociales y laborales, persecución a la diversidad sexual, violencia institucional y crimen político.


Además, un bonus track periodístico-literario con «¿Quién mató a Regino?», la novela por entregas escrita por David Buccini sobre el caso del ex legislador radical asesinado en 1991.

En el número 0, Buccini -uno de los directores de la revista- decía: “La opinión pública existe, es real, es la suma de las voces y su asombrosa diversidad, el conjunto de los pensamientos y las diferencias, las propuestas, los reclamos, los temores, mentiras, verdades y deseos”. El otro director, Luis Rodeiro, anunciaba: “La prensa, en sus diversas variantes, debe ser un poderoso reflector que asegure esa ‘luz del día’, que ilumine las sombras, que alumbre los rincones, que haga visible los pliegues y los repliegues del poder. Desde entonces, la libertad de prensa es un requisito de la convivencia democrática y su conculcación, su negación, su sometimiento, el gran objetivo totalitario. Informe Córdoba está dispuesto a ejercerla en plenitud”.

La promesa se cumplió y ellos condujeron un ejercicio colectivo de libre expresión y contrapoder. Aunque los grandes maestros del Informe Córdoba casi no pasaron por la universidad, fue también la oportunidad para aplicar lo aprendido en la “Escuelita” de Ciencias de la Información, esa aldea gala de pensamiento y valores críticos que algunxs de los Informe Córdoba transitamos en los ’90. En tiempos en que el mix de “pensamiento único” y “objetivismo” de los medios hegemónicos desconectaba al periodismo de sus fuentes primordiales, las ciencias sociales, el Informe Córdoba investigaba, historizaba, interpretaba y politizaba la noticia.

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Fue una experiencia intensa, acaso fugaz en el tiempo histórico, pero demasiado duró y gravitó, teniendo en cuenta el calibre de sus enemigos. Y dejó huellas en la historia reciente del periodismo de esta Córdoba más conservadora que rebelde. También en el país, porque varias de sus denuncias tuvieron repercusión nacional. Y sobre todo en nuestras vidas, porque se convirtió en una mochila, llena de herramientas y sueños, aunque difícil de acarrear para seguir adelante con un trabajo donde no sería fácil sostener aquellos valores. Para quienes pasamos por el Informe Córdoba, aun con diferencias ideológicas, incluso con derroteros laborales-profesionales dispares, el después tuvo el común denominador de la dignidad.

El Informe Córdoba terminó porque el lobby político y empresarial erosionó su sostenimiento publicitario. No alcanzaron los cada vez más lectores para solventar con el precio de tapa esa pyme periodística. Creo que los gremios de Córdoba deberían haber aportado a esta revista que fue vocera de sus luchas. Algunos después la echaron de menos.

A veces fantaseo con ganar la lotería y bancar el regreso del Informe Córdoba (pero nunca juego). O imagino algún mecenas sensible a la ética y estética periodísticas, un Lorenzo de Medicis con muchos euros para alumbrar el renacimiento de aquella experiencia humanista.

Hoy, los oligopolios mediáticos co-gobiernan un dejá vu de liberalismo represivo, mientras arrasan con el trabajo periodístico, su rol social y sus derechos. Por eso, va este pequeño y fraterno homenaje a aquellxs compañerxs (periodistas, fotógrafxs, diseñadores, artistas plásticos, publicistas) con quienes compartimos aquel sueño real de un periodismo genuino: Luis Rodeiro, David Buccini, Carlos Marcó, Omar Hefling, Bettina Marengo, Alberto Pérez, Carolina Canciani, Alejandra Boldo, Raúl Carta, Guillermo Posada, Roberto Giacaglia, César Barraco, Gerardo Settecase, Pablo Chumbi, Roberto Lillo, Gabriel Ferreyra, Laura Oliva (Milena Del Olmo), Carlos Rodeiro, Norberto Pinotti (Mecánico Del Alma), Arturo Moya, Jose Luis Hermida, Gustavo Giustino, Gustavo Somogyi, Oreste Brera y Gustavo Piñeiro.

La colección de Informe Córdoba puede consultarse en el Centro de Documentación – Cispren.

* Por Alexis Oliva

Palabras claves: medios comunitarios alternativos y populares

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