¿Por qué Nahir?
Nos enteramos por los grandes medios de comunicación. Leímos muchas noticias, tantas que no alcanzamos a contar cuántos artículos periodísticos también se lleva Nahir al podio. Y siguen saliendo. Un personaje montado por decisión de los grandes medios. Historias de vida de víctimas o victimarias que para los grandes medios valen la pena, y así pasan unos días a ser el centro de atención de todo un país. ¿Pero, por qué Nahir? ¿Por qué analizar esta cobertura mediática?
Por Redacción La tinta
Amor patriarcal
Nahir rompe las reglas del juego, nos patea el tablero y nos marca que en una relación de vínculos afectivos violentos, la mujer también mata y lo hizo con un arma legitimada por el Estado. ¿Algún periodista se preguntó por el fracaso que implican las ideas del amor romántico para relacionarnos? No, es evidente cómo se profundizan desde el periodismo masivo las ideas patriarcales y machistas de las relaciones amorosas.
Una cobertura mediática amarillista que consigue darle argumentos a los que nos corrigen diciendo: no es “Ni una menos” es “Nadie menos”. Es la fabricación de ese ejemplo que intenta seguir invisibilizando lo que se dice a gritos: existe una violencia específica a los cuerpos femeneizados y diversos, por el sólo hecho de serlo.
Nos han intentado poner un fuerte rompeolas. Eso justifica tanta cobertura amarillista para instalar el otro grito: «Las mujeres también matan». Señores y señoras, ¿qué nos quieren vender? Claro que sabemos que las mujeres matan, que las mujeres somos machistas pero también sabemos que el Código Penal debió ser reformado para incluir el agravante por femicidio, y ahora también estamos en vías de que se reconozcan los travesticidios. Recuerden que somos más las mujeres e identidades diversas que seguimos siendo violentadas y asesinadas en manos de varones machistas.
Durante la cobertura mediática a la condena de Nahir Galarza se ha dicho: la mujer más joven en la historia criminal, la mujer que se pintaba las uñas en las audiencias, que saldrá muy envejecida de la cárcel mostrándonos un photoshop de su cara en el futuro. Aún entre tanto morbo, los grandes medios que todos los días construyen una imagen única de mujer, nos mostraron fotos de un cuerpo deseado: mujer blanca, en bikini, rubia, joven, flaca.
¿Por qué tanta cobertura con lujo de detalles sobre las audiencias en el proceso judicial? ¿Sólo interesa el peso de la ley para Nahir? ¿Qué pasó con las condenas de los feminicidas? Compartimos otras preguntas con diversas voces que también salieron a reflexionar, intentando ir más allá de las forma de cobertura sensacionalistas: ¿Cuántos nombres de feminicidas conocemos? ¿Cuántos nombres de mujeres homicidas? ¿Cuantas perpetuas para feminicidas? ¿Cuántas coberturas mediáticas para deshonrar a un varón femicida?
Inmersas en un contexto social en el que la ola verde ha inundado cada rincón de las discusiones cotidianas, mediáticas y legislativas, y con la misma intensidad han tomado su lugar también las reacciones violentas de los sectores antiderechos, nos preguntamos, ¿hasta dónde van a llegar para impedirnos la conquista de nuestras libertades para decidir autónomamente sobre nuestros territorios, es decir sobre nuestros propios cuerpos?
Cultura patriarcal del lado de feminicidas
Para la justicia patriarcal hubo casos de feminicidio en los que no se podía constatar el contexto de violencia de género, casos de abuso sexual y violación en los que el fiscal se podía dar el tupé de poner en duda si había sido con consentimiento o no, también hubo casos de violencia de género que no fueron condenados como femicidios porque no se había comprobado si era una relación de pareja estable, como así también en los que se discutió si la mujer estaba empoderada o no. Pareciera que resulta fácil encontrar los peros cuando el que mata es un varón. Pareciera que cuando la justicia patriarcal no puede “comprobar”, se evaden los agravantes y termina siendo beneficioso para los femicidas. Pero Nahir es excepcional. No hubo estrategia de la defensa que alcance para evitar la cadena perpetua. ¿Pedimos más perpetuas? No, intentamos analizar la injusta vara que mide comportamientos homicidas según el género. ¿Otra vez la desigualdad en la norma que mide?
En su declaración, Nahir dijo que lo mató porque nunca la iba a dejar en paz. Y no es una condena más. Parecería tener una intención clara: ser una acción ejemplificadora. Tiene el propósito de adoctrinar, de marcarnos los límites. ¿Un dispositivo de disciplinamiento con un mensaje para las mujeres?
El Código Penal no busca prevenir, solo recae con todo el peso de la ley para castigar a la persona que se sale de la norma. No nos pondremos en el lugar de abogadas o juezas que analizan el proceso judicial. Pero sí nos interesa cuestionar, instar a una reflexión: ¿Por qué el mismo día que se juzgaba a Nahir, en un juicio exprés a menos de un año de cometido el hecho, se absolvió al ex sargento Ricardo Panadero, acusado de tortura, violar y asesinar a Natalia Melmann hace 17 años en la ciudad de Miramar? ¿Hay una justicia patriarcal más rápida y expeditiva dependiendo de quien sea la víctima o victimario? ¿Una justicia que se expide según la presión mediática, la coima, o algunos otros menesteres de la misma índole?
El fallo de Nahir Galarza se enmarca en una muestra más de tantas acciones que buscan «corregirnos», «ubicarnos» «marcarnos el camino y el cuerpo». Nahir tuvo, según los grandes medios, una condena ejemplificadora. A nosotras nos sigue preocupando la sociedad patriarcal, la que diariamente nos condena a mujeres e identidades disidentes, a vivir en contextos de violencia, sin empleo, sin tierra, sin acceso a la salud y a la educación.
*Por Redacción La tinta.