Sobre la igualdad salarial en Dinamarca
Desde 2016 las jugadoras de la Selección de Dinamarca reclaman mejores condiciones para desarrollarse como jugadoras profesionales. Mientras se lucían en torneos europeos y lograban clasificar a Francia 2019, exigieron un aumento salarial del 342%. En octubre lograron un acurdo que las iguala a sus pares del conjunto masculino. Sin embargo, y pese a las grandes diferencias, lo que reclaman las jugadoras danesas y las argentinas es lo mismo: mismas oportunidades para vivir del fútbol y para el fútbol.
Por Gonzalo Reyes para La tinta
La visibilización del alarmante estado de abandono en el que se desarrolla el fútbol femenino en nuestro país, -logro de las jugadoras del Seleccionado Argentino mientras jugaban la Copa América de Chile 2018- generó meses atrás en los medios de comunicación la búsqueda de diferencias y similitudes entre la situación de AFA con otras federaciones del mundo.
Como parte de ese otro deporte que tenemos los argentinos, es decir, el de compararnos con autodesprecio ante las bondades de la idiosincrasia europea, Dinamarca fue mencionado como un ejemplo de país en el que las jugadoras de la selección femenina gozaban de igualdad salarial respecto a sus pares masculinos. Con un claro sesgo machista se reprodujo la información diciendo que “los jugadores hombres habían decidido bajarse el sueldo y ayudar a compensar la diferencia con las jugadoras mujeres”. Según este enfoque, fue una solidaridad de los hombres y no una conquista de las chicas. No fue así.
Desde 2016 las jugadoras de la selección comenzaron a exigirle a la Unión Danesa de Fútbol (DBU, por sus siglas en danés) aumentar los ingresos salariales cada vez que representaran al país. La diferencia existente entre géneros las llevó a exigir un incremento del 342%. La DBU solo ofreció un 46%.
Más allá de las discusiones sobre el monto real que percibe un jugador hombre respecto a una jugadora mujer, la discusión que plantearon las deportistas excedía la mera equiparación económica. Las jugadoras comenzaron a exigir equidad de oportunidades económicas. Desde su sindicato, señalaron por entonces que lo que percibían por parte de la DBU no era suficiente para sostenerse económicamente durante las concentraciones y luego de ellas. Pese a las diferencias respecto a la realidad de nuestras jugadoras en Argentina, ambos planteles reclaman lo mismo desde la convicción de que a la equidad solo se la alcanza garantizando el buen desarrollo y el sostenimiento de la actividad.
La inconformidad de ellas -y de nuestras jugadoras- existe por que, a pesar de los esfuerzos, de los logros y de las alegrías que alcanzan luciendo los colores y el escudo de una federación, no cuentan con el apoyo polítcio ni con el respaldo económico digno para suplir sus obligaciones como jugadoras. La profesionalización del fútbol femenino radica en la creación de oportunidades laborales y económicas viables para que las mujeres que deseen jugar al fútbol de manera profesional no les represente dejar atrás su formación como deportistas porque no tienen un sustento económico para vivir.
Pese a todo, en medio de su lucha salarial, Dinamarca logró ser subcampeona de Europa, cuya final fue jugada contra Holanda; y el pasado 19 de septiembre lograron la clasificación al próximo Mundial, tras aplastar a Hungría por 6 a 0.
Mientras entrenaban y cosechaban logros, las danesas se encargaron de dar a conocer por todos los medios posibles cuál era su reclamo. Entre las estrategias de comunicación publicaron un video en YouTube que se titula “Hvis jeg var en mand” (“Si yo fuera hombre”). En simultaneo, la capitana Pernille Harder publicó en su cuenta de Facebook un estado en el que recordaba cómo habían sido los hombres los que alguna vez, antes de que el fútbol se transformara en una disciplina profesional, habían tenido que luchar contra la DBU para acordar un salario digno. «No negociamos para hacernos ricas», expresó Sanne Troelsgard, que ha jugado 117 veces para Dinamarca: «Se trata de asegurar que podamos estar a la altura de nuestras propias expectativas y de la DBU», agregó.
Siendo conscientes del reclamo y tomando partido por sus colegas de la selección femenina, el plantel masculino le metió presión a la Unión Danesa de Fútbol informando en un comunicado que renunciaban a “500.000 coronas al año de nuestro sueldo para que la DBU se la dé a la selección femenina y que así tenga los mismos derechos que nosotros”. Con esos 67 mil euros anuales se acordó acortar la brecha salarial. Pero quedó claro que no es el punto central de la discusión.
En el video “Hvis jeg var en mand” algunos testimonios señalan que si ellas fueran hombres “siempre jugaría en los mejores campos» o «tendría ahorros después de mi carrera» o seguramente «en el colegio no se habrían reído de mí cuando dije que quería ser futbolista profesional». Aunque no parezca, tanto en Argentina como en Dinamarca, enumerando todas las diferencias posibles, las jugadoras de fútbol exigen lo mismo. Esa es la cuestión.
* Por Gonzalo Reyes para La tinta