La tensa paz entre Estados Unidos y Corea del Norte
Los presidentes Trump y Kim se vieron las caras en una reunión histórica que es el primer paso para normalizar las relaciones entre ambos países
Por Roberto García Hernández para Prensa Latina
La reciente cumbre entre el líder de la República Popular Democrática de Corea (RPDC), Kim Jong-un y el presidente estadounidense, Donald Trump, genera, a juicio de expertos, un cauteloso optimismo en la comunidad internacional.
Para nadie era un secreto que en pocas horas de contactos este martes entre ambos estadistas sería imposible borrar decenas de años de desconfianza mutua, generada sobre todo por la política agresiva de Washington y los esfuerzos de Pyongyang por construir un escudo defensivo ante la amenaza de la destrucción total.
Tras concluir la reunión entre ambos países en el hotel Capella de la isla Sentosa, en Singapur, Trump indicó que presionará todo lo posible para completar la desnuclearización del territorio norcoreano, aunque alertó de que las sanciones solo se levantarán cuando Washington tenga certeza de la inexistencia de esos armamentos, un proceso que puede durar años.
Por su parte, Kim Jong-un le recordó el desmantelamiento del sitio de ensayos atómicos en la RPDC como evidencia de que desea solucionar ese asunto, y anunció que el proceso de eliminación del programa atómico en su país empezará “muy rápidamente”.
Expertos en estos temas coinciden en señalar el carácter positivo de estas declaraciones de los dos interlocutores, aunque advierten sobre la complejidad de llevar a cabo medidas de ese tipo.
A juicio de Melissa Hanham, especialista del Centro de Estudios de No Proliferación del Instituto de Monterrey, en California, la intensa actividad diplomática de altos funcionarios de Washington y Pyongyang en las últimas semanas demuestra que ambas partes tienen visiones muy diferentes acerca de cómo llevar a cabo este proceso.
Según Hanham, la puesta en práctica de una medida de este tipo requiere el establecimiento de un riguroso e intrusivo régimen de inspección, que pudiera generar una alta dosis de desconfianza, tal y como ha sucedido en el pasado en casos similares.
Los niveles de suspicacia entre ambas partes aumentarían en lo que se refiere a la difícil tarea de verificar la cantidad de ojivas nucleares y las cantidades de material fisionable que según Washington posee Pyongyang.
A juzgar por las declaraciones recientes del gobierno de la RPDC, ese país no está dispuesto a renunciar a su programa nuclear de forma unilateral y demanda medidas recíprocas en toda la península coreana, incluyendo el cese de la amenaza del uso del arma atómica contra esa nación.
Aunque el Pentágono retiró las armas nucleares tácticas del territorio surcoreano durante la administración de George H. W. Bush (1989-1993), la RPDC percibe aún ese peligro, en particular tras las recientes amenazas de Washington de “decapitar” su liderazgo.
Otro factor que provoca suspicacia en la nación asiática es la presencia casi ininterrumpida cerca de su territorio de bombarderos estratégicos capaces de portar armamento atómico durante los constantes “juegos de guerra” que se realizan en la zona.
¿Fin de los ejercicios militares?
El anuncio de que Estados Unidos suspendería los ejercicios militares de gran envergadura que realiza junto a Surcorea, Japón y otros aliados, constituyó uno de los hechos más destacados de la reunión en Singapur, aunque a la vez provoca cierto escepticismo.
Cada año, el Pentágono lleva a cabo en la mencionada región grandes maniobras, con la participación de decenas de buques de combate, centenares de bombarderos y aviones cazas, acciones que son percibidas por la RPDC como verdaderos ensayos de agresión contra ese país.
Por solo poner algunos ejemplos, entre estos entrenamientos están los ejercicios conjuntos “Vigilant Ace” en Corea del Sur, en los que habitualmente participan unos 12 mil efectivos y más de dos centenares de aviones militares norteamericanos.
Unidades del Cuerpo de Infantería de Marina y la Armada estadounidenses también toman parte en dichas maniobras, cuya versión de 2017 fue la mayor de los últimos años, e incluyeron prácticas de bombardeos simulados contra maquetas de instalaciones nucleares y de cohetes balísticos de la RPDC.
Los ejercicios “Ulchi Freedom Guardian” entre las fuerzas armadas de Estados Unidos y Corea del Sur, son otros eventos de gran magnitud que según las autoridades de Seúl y Washington son “puramente defensivas”, afirmación que rechazaron las autoridades de Pyongyang por considerarla un intento por desinformar a la opinión pública internacional.
De acuerdo con publicaciones especializadas estadounidenses, las maniobras incluyen simulacros de golpes coheteriles y aéreos dirigidos a ensayar la eliminación de los principales dirigentes norcoreanos, en particular el líder Kim Jong-un y altos oficiales de las fuerzas armadas.
En estos ejercicios bélicos participan también unidades de Australia, Reino Unido, Canadá, Colombia, Dinamarca, Países Bajos, y Nueva Zelanda, junto a unos 17.500 militares estadounidenses y alrededor de 50 mil surcoreanos.
Otras actividades de preparación combativa son los “juegos de guerra” “Key Resolve/Foal Eagle”, realizados en la primavera, que generalmente incluyen actividades con tiro real, movimientos de tanques, así como dinámicas con la participación de buques y aeronaves de combate.
Especialistas sobre el tema consultados por Prensa Latina coincidieron en señalar que es poco probable que Estados Unidos elimine totalmente a corto o mediano plazo estos entrenamientos -aunque pudiera reducir su envergadura-, que resultan vitales para mantener la presencia bélica estadounidense en el área.
Además, los expertos señalan que los ejercicios son importantes para asegurar la interoperabilidad de las fuerzas de tierra, aire y mar de las naciones involucradas, no solo ante un eventual retroceso en el proceso de distensión con la RPDC, sino que el mando castrense lo utiliza como elemento “disuasivo” frente al creciente poderío e influencia de China.
El comportamiento errático de Trump
Un factor fundamental en la puesta en práctica de los acuerdos de esta cumbre en Singapur es el comportamiento errático del jefe de la Casa Blanca, sus posiciones unilateralistas, sus reiteradas amenazas de implementar a toda costa un “cambio de régimen” en la nación norcoreana.
Además, Trump cada vez está más rodeado de asesores calificados de “halcones” que le hacen propuestas que muchas veces pasan por la amenaza o el empleo del poderío bélico para solucionar disputas con otros países y que pudieran insistir en imponer condiciones de que la RPDC realice cambios en su sistema económico-social.
El hecho de que el propio consejero de Seguridad Nacional, el ultraconservador John Bolton, sea el principal encargado de concertar con China, Surcorea y Japón un acuerdo de paz para la península Coreana adiciona una dosis adicional de pesimismo a lo que pudiera pasar en los próximos meses en este escenario.
De cualquier manera la cumbre constituyó un paso fundamental en la ruptura de un ciclo de agravamiento de tensiones y de una fuerte retórica de uno y otro lado, precedida por la amenaza de Trump de atacar con “fuego y furia” a la RPDC, así como la lógica respuesta de Pyongyang a esta y otras amenazas similares.
*Por Roberto García Hernández para Prensa Latina