El tarifazo del otro lado del mostrador
Se viene un nuevo tarifazo en Argentina. Las trabajadoras de la energía cuentan cómo es lidiar a diario con los reclamos de lxs usuarixs que ya no saben cómo pagar las tarifas, ni qué malabares interpretativos hacer para entender los aumentos.
Por Tali Goldman para Latfem
Mientras que el Gobierno ya adelantó que vetará cualquier tipo de ley que le ponga un freno al tarifazo, mostrándose firme en sus convicciones de no dar marcha atrás en el aumento sideral de los servicios básicos, hay cientos de argentinxs que todos los días, de ocho de la mañana a tres de la tarde, reciben a otros cientxs de usuarixs desesperadxs por no poder pagar estos servicios.
Pero en lo que nadie repara es que son específicamente trabajadoras las que dan la cara desde las oficinas de Edenor, Edesur y Edelap y por supuesto, ellas también están en contra del tarifazo, aunque trabajen en las mismas entrañas del monstruo energético. En estas oficinas, por las que pasan alrededor de 400 personas diariamente, el 80 por ciento del personal que atiende son mujeres.
Andrea Figuera y Analía García trabajan en atención comercial en los salones de Lomas de Zamora y Quilmes, respectivamente. Analía es la supervisora de la sucursal y Andrea lo era hasta hace un par de años. Ahora está en las oficinas de gestión y control. Mara Rivera trabajaba en el área de nuevos productos y servicios hasta hace dos años, cuando asumió como subsecretaria de Género, Juventud e Igualdad de oportunidades de APSEE—Asociación del Personal Superior de Empresas de Energía—, el gremio que nuclea a los que supervisan y controlan que todo lo relacionado con la luz funcione.
“Viste cuando viene un usuarix enojadx y le dice a una de las que atiende al público ´que venga tu supervisora, con vos no quiero hablar´, bueno, esa es alguna de nosotras”, dice Andrea, con cierta ironía, porque desde que el ministro Aranguren confirmó un nuevo aumento en la luz de un 40%, se incrementó exponencialmente la cantidad de usuarixs que fueron con sus boletas de miles de pesos a reclamar algún tipo de ayuda en el pago.
“En las oficinas comerciales es donde una palpa la realidad, las vicisitudes de a gente. En este último tiempo se nota muchísimo que la gente no puede pagar las facturas, que solicita planes de pago; la gente no entiende las facturas porque con los aumentos se dividió en dos tramos”, explica Analía.
Esto lleva no sólo al aglomeramiento de gente en las oficinas de atención al público, sino que sobre todo se recrudecen fuertemente los ánimos. “Es una guerra de trabajadorxs contra trabajadorxs, porque nosotrxs también somos usuarixs y nosotrxs no somos la empresa. Es más, somos lxs mejores testigxs de cómo la empresa no invierte, de cómo se quitan los subsidios y el servicio cada vez es peor”. En las oficinas se viven permanentes escraches, sentadas, gritos, llantos y sobre todo, mucha violencia verbal que a veces llega a ser física.
Andrea pasó por un episodio que la marcó para siempre. Fue en 2016, cuando era supervisora en el salón de Lomas de Zamora. El ministro de Energía también había anunciado un aumento y se sumaba a los excesivos cortes de suministro. Tuvieron que cerrar la oficina antes de lo previsto porque la cantidad de gente que venía a reclamar era incontenible.
Andrea estaba desbordada pero divisó a lo lejos a una señora mayor detrás de las rejas. Se acercó a preguntarle cuál era su reclamo, pero al lado de ella, un hombre empezó a insultarla. “La puteada mínima que me decía era hija de puta. El tipo me degradaba, me decía de todo. Yo al principio trataba de no escucharlo, yo sé que la puteada no es para mí, es para la empresa, pero en un momento te desbordás, es muy fuerte”. El hombre logró su cometido. Andrea empezó a insultarlo a él, a la empresa, a todo cuando se le cruzara y perdió el conocimiento. Desde ese día toma medicamentos antidepresivos y estuvo varios meses con licencia psiquiátrica. Como Andrea, hay otros cientos de casos, en su mayoría, mujeres.
“Cuando se privatizó la empresa en el año 1992, buscaron como parte de una estrategia que las mujeres seamos la cara visible por esa cosa de que somos ´comprensivas, protectoras, amables, que tenemos sensibilidad´, y esa feminización del trabajo es la que nos expone doblemente”, explica Mara que es parte de Mujeres Sindicalistas de la Corriente Federal de los Trabajadores de la CGT.
“Nosotras damos la cara, pero en los mandos de poder y de decisión hay todos varones. No hay ninguna mujer en un cargo de gerente general”.
Desde el 2015 que en APSEE hubo un cambio de gestión y con ello se inauguró la subsecretaría de género y por primera vez, en 60 años desde que existe el gremio, hay dos mujeres en la Comisión Directiva y hay cuatro mujeres delegadas. Andrea y Analía lo son. “El trabajo para visibilizarnos dentro del gremio fue muy duro. Del total del padrón de APSEE el 20% somos mujeres, fue un trabajo de años, de mostrar que nosotras también militamos, que podemos hacer los mismos trabajos. Nuestro objetivo es que haya más mujeres delegadas y que haya más mujeres técnicas también”, concluyen.
*Por Tali Goldman para Latfem / Foto de portada: Tomás Trímboli