Managers al poder, un estilo de gestión PRO
El camino hacia la victoria en 2015 de Macri fue largo e implicó nada más y nada menos que ir construyendo territorialmente sobre la marcha la estructura partidaria a nivel nacional del PRO, es decir, sortear las dificultades que como partido vecinal tenía para salir de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). ¿Qué rol tuvo el mundo de lxs managers en este proceso? Abordar esta pregunta puede ofrecer algunas ideas claves sobre el proyecto macrista.
Por Pablo Delgado para La Ventolera
Partido, proyecto y proyección
Propuesta Republicana (PRO) surge de las cenizas del sistema de partidos post crisis del 2001 y de una experiencia central para el macrismo: la transformación en partido político de los think tank Creer y Crecer y el grupo Shopia, a lo cual se sumarían nuevxs politicxs pero también viejos cuadros tradicionales tanto del liberalismo conservador como de la “derecha partidaria” del peronismo y del radicalismo, personas con experiencia en el mundo de las ONGs, jóvenes emprendedores, abogados y “hombres de negocios” como managers, empresarios y CEOs. Dicho esto, el núcleo partidario de esta fuerza política se haya en el mundo de los negocios, así fue organizada su lógica de gestión de gobierno, pero también de reclutamiento. Y es que el proyecto cultural del PRO tiene como su columna vertebral el ethos emprendedor. Marcos Peña, Juan José Aranguren, Mario Quintana, Gustavo Lopetegui, Andy Freire, etc. todos primera línea del gobierno y provenientes del mundo de las ONGs o de los negocios, una constante que también se visualiza en segundas y terceras líneas del gobierno de Cambiemos.
Claro está, no es la primera vez que llegan CEOs al gobierno nacional, pero a diferencia de otras ocasiones, en las que insertaban a este tipo de cuadros en áreas estratégicas o técnicas vinculadas a intereses sectoriales directos en base a presiones corporativas, la gestión actual se destaca por la masividad y la sistematicidad ubicándolos en casi todas las carteras. Gabriel Vommaro, un especialista en la construcción del PRO como fuerza política, en su libro “La larga marcha de Cambiemos” (2017) plantea que su movilización o entrada a la política es vista por ellxs mismxs como un “salto”, producto de la construcción de “puentes” que PRO tendió entre el mundo político y el de los negocios, un ingreso de miembros de la alta gerencia de grandes corporaciones que ronda el 31% de las más elevadas posiciones jerárquicas del gobierno. Es sobre esto que quiero puntualizar.
Tanto cuantitativamente como cualitativamente, esta llegada de forma masiva de un “nuevo” personal en la administración del Estado tiene sus consecuencias: las cosmovisiones, saberes y técnicas que portan, que podríamos sintetizar en los mandatos e ideales del emprendedorismo meritocrático, como el mundo social en el que se desenvuelven, atravesado por el microclima de las clases más pudientes, tienen implicancias en la política y en la gramática estatal, en última instancia, en las instituciones. Es decir, el PRO tiene una idea explicita de ingeniería institucional: “modernizar” el Estado para mayor “eficiencia”, siempre con criterios empresariales.
Pero no solo al servicio de una mayor rentabilidad de las clases dominantes, sino que también al compás de una producción de “poder subjetivo”, como sostuvieran Guattari y Rolnik. Un neoliberalismo a nivel molecular que constituye la retaguardia de su proyecto. A su vez, el salto al mundo político por parte lxs managers (generalmente masculinos pero con excepciones), trabajado en extenso por Vommaro en su último libro, surge de una determinada anticipación sobre el futuro, el pánico a la “chavizacion” o “venezuelizacion” de nuestro país, en conjugación con una especie de razón utilitarista en los mismxs, esto es, obtener prestigio social por su “saber hacer” o expertise técnica y por “meterse en política” para sanearla moralmente, todo lo cual fue fruto de un trabajo de politización moral por parte del núcleo partidario de dicha formación política. Así, la relación entre la colectividad política liderada por Mauricio Macri y su entorno socioeconómico es clara y recíproca, tal es así que de lxs cien miembros que tiene la Young President’s Organization (YPO) filial Argentina, 15 de ellxs ingresaron a la actividad política con el PRO o en la función pública con el gobierno de Cambiemos.
Pero para esta fuerza política, con proyección nacional y un proyecto cultural de refundación nacional consistente en hacer encuadrar y moldear la sociedad bajo las pulsiones de la empresa como modo de vida, no existía posibilidad alguna de contentarse con un rol testimonial. Por el contrario, su objetivo fue obtener acceso rápido al poder municipal para que el mismo sirviese como base para emprender el camino al Poder Ejecutivo Nacional. Y lo hicieron. Desde allí, dicho partido poco a poco se fue imbricando cada vez más con la gestión estatal.
El rol del G25 y una nueva gramática estatal
Es aproximadamente en 2011, cuando Macri es reelecto como jefe de gobierno de la CABA con un 65 % de los votos en el ballotage (46 % en la primera vuelta), que se empieza a desarrollar la estrategia de convertir al partido en una opción nacional competitiva de gobierno. En ese marco, el macrismo no solo fue discutiendo su táctica electoral, que decantaría en la alianza Cambiemos, sino que dentro de su medio partidario cobra vital relevancia la fundación G25, la cual logra movilizar valores comunes en el mundo de lxs managers y convertir en una opción deseable el “salto a la política”, captando y movilizando futuros cuadros políticos del PRO en todo el país y así ser una pata fundamental en su implantación nacional. Esta tarea fue clave, dado que si sumamos lxs funcionarixs que se precisan para poner en marcha las gestiones de la ciudad autónoma, la provincia de Bs As, más de 60 municipios bonaerenses y la Nación, hay diez mil (10000) cargos a cubrir.
Como bien se explica en “La larga marcha de Cambiemos”, entre fines de 2013 y 2015, el G25 acelera la realización de sus actividades. Por un lado, buscó ir más allá de su geografía “natural”, es decir, CABA y la zona norte de sus alrededores. Por otro, intensificó las actividades de reclutamiento de CEOs con el objetivo de sumarlxs a equipos de armado de programas de gobierno o para ocupar cargos públicos. Para 2013, la fundación ya contaba con representación en las provincias de Córdoba, Tucumán, Salta, Mendoza, Misiones, Neuquén y en los distritos de San Isidro, Tigre, San Fernando, Pilar, Azul, La Plata y Escobar. En 2015 ya contaba con sedes en Corrientes, Entre Ríos, Catamarca, Santiago del Estero, La Pampa, Rio Negro y varias localidades del interior bonaerense. El partido liderado por Macri, al tener una implantación muy desigual en los otros 23 distritos del país, recurrió a la expansión de las organizaciones que formaban parte de su entorno partidario para nacionalizarse y hacer crecer el partido. Esas organizaciones (además del G25, también la Fundación Pensar, Jóvenes PRO, Compromiso para el Cambio, etc) no solo se valieron de la imagen positiva de Macri, sino que también de los recursos del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, donde eran funcionarios la mayor parte de los miembros de esos espacios para-partidarios. Además, como se detalla en el libro “Mundo PRO”, dichas organizaciones se encontraban en manos de quienes controlaban los resortes internos de Propuesta Republicana.
Hacia 2014, el G25 ya contaba con unxs 4500 integrantes en todo el país. De ahí, surgió un “reservorio” con los managers más cotizados para ocupar los cargos de mayor gerencia en la función pública. Dicho reservorio en 2015 llego a unas 200 personas. Por otro lado, también estaban lxs mandos medios, para los cuales se creó un “Semillero” hacia dentro de la fundación y de allí, en teoría, tenían que salir unas 1600 personas que provengan del sector privado, con “talento, trayectoria y valores”, para “volcarlos” en la gestión pública.
Todo lo cual, en sintonía con cierto ideario PRO: una mixtura, en apariencia contradictoria, entre un Estado que interviene y el Mercado que decide, es decir, como instituciones compatibles. Una dinámica definida en el documento “La vía PRO. Una aproximación a lo que somos” de Mauricio Devoto como “El mercado hasta donde sea posible y el Estado hasta donde sea necesario”.
Los cursos de formación y capacitación se multiplicaron, y ya no solo para formular políticas públicas y programas de gobierno, sino también para cuadros políticos nacionales y provinciales. Ello derivó, también por la dinámica de las elecciones, en involucrar instituciones universitarias privadas y centros de estudios como la Business School del IAE de la universidad Austral y la Torcuato Di Tella, pero también públicas, organizando talleres de formación en la facultad de ciencias económicas de la UBA. Dentro del G25, se destaca la rama “mujeres”, la cual también aportó mucho, sobre todo al movilizar redes de conocimiento y sociabilidad directa y familiar al servicio de la causa política. Los eventos de este espacio de mujeres tenían potencial masivo: llegaron a convocar a 1300 personas a una sola actividad. Como sostiene Vommaro (2017), “G25 formaba parte de esas mediaciones informales del partido que convertían formatos éticos y estéticos del mundo de las clases medias-altas y altas en formatos políticos”. Es decir, funcionaba como una “institución integradora” que genera compromisos con los objetivos de la organización o al menos una aceptación de la legítima pretensión de la organización de contar con el compromiso de lxs individuxs. Una especie de producción de racionalidad colectiva en este sector para estatalizar los valores emprendedores que PRO venia promoviendo desde sus comienzos. A la luz de estos datos, se torna difícil sostener que el PRO ganó o pudo expandirse exclusivamente por su alianza con la UCR y la Coalición Cívica ARI.
Con la gestión de Cambiemos, según un estudio realizado por el Observatorio de la Elites Argentinas del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martin, 114 de lxs 364 funcionarixs de las más elevadas posiciones jerárquicas del nuevo gobierno tuvieron una función de alta gerencia en empresas privadas. Además, en las empresas estatales también se incorporó gran cantidad de managers. Es decir, la llegada de estxs no fue solamente a los ministerios y áreas técnicas. Y no solo no se normalizó la estructura del Estado, sino que creció cerca de un 25%. Similar fue la transformación que tuvo lugar en CABA, donde además de aumentar la cantidad de cargos jerárquicos, también se adaptaron las estructuras a las necesidades del estilo de gestión PRO, con nuevas secretarías afines al ingreso de managers. Los ejemplos son claros, el ministerio de Modernización y áreas como las de innovación, Ciudad Inteligente, Emprendedorismo y Movilidad, que también se reprodujeron más o menos linealmente en el Estado nacional. En palabras de Marcos Mayer (2017) “ha llegado una nueva estirpe al poder, diferente a todas las anteriores”.
En fin, una nueva gramática estatal y una lógica de gestión compatible con la cosmovisión managerial y al servicio del tan mentado “cambio cultural” que pregonan: una férrea voluntad de normalización en base al modelo de subjetivación emprendedor de la mano de toda una pedagogía que trasmite las concepciones del macrismo sobre cómo debe ser nuestra forma de vida. Una vida neoliberal. Dicho esto, Intentar recorrer parte del universo PRO probablemente no solo nos hable del bloque en el poder actual sino también de nuestro país. ¿O acaso en 2015 no ganó un estilo de vida, una visión que se pretende inculcar a lxs demás y que sintoniza con ideas y prácticas que hace ya bastante tiempo circulan en la sociedad? ¿Se trata solo de imposturas o el macrismo logra conectar con movimientos tectónicos de lo social?
*Por Pablo Delgado para La ventolera