Cine comunitario: La poesía de lxs otrxs
En Córdoba, casi 30 proyectos de documentales buscan acercarse a comunidades para contar su realidad. Sus integrantes se encuentran cada miércoles en el Museo de Antropología de la UNC, en un taller donde comparten preguntas, incomodidades y experiencias que nacen en esa búsqueda por reflejar lo que pasa en espacios que van desde un ex-centro clandestino de detención hasta una toma de tierras. Los desafíos de entender y respetar los tiempos del otro y los sentimientos propios, la ruptura de ideas preconcebidas y la necesidad de poner en práctica el sentido de lo comunitario son algunos de los temas que se indagan en el taller coordinado por el Grupo Documenta.
Por Luciana Corigliano para Un Rato
Desde Un Rato nos acercamos a conocer el Taller Anual de Realización y Producción Cinematográfica Documental con Foco en el Cine Documental Comunitario. La propuesta, que se ofrecen el Museo de Antropología de la UNC en articulación con la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC), reúne 28 proyectos de documentales que trabajan con diversas comunidades cordobesas.
El encuentro se desarrolla cada miércoles en la biblioteca del museo, un espacio muy amplio y abierto, desde donde se pueden ver las gigantografías de la muestra «Negro sobre Blanco» presentada por el Colectivo Manifiesto a los 10 años de “La Marcha de la Gorra”. Las fotos de lxs pibes de barrio violentadxs por el Estado Policíaco me interpelan a cada rato, en cada mirada que le doy a la situación. Más cerquita, el suelo del lugar donde hacemos ronda tiene marcadas pisadas en rojo y amarillo y un cartel muy colorido con la palabra “divergente” escrita de esa manera, toda en minúsculas y acompañada de siluetas bien diferentes entre sí. Al finalizar, me acerco a leer la reseña de la muestra y veo que incluye una invitación a “tejer comunidad y libertad”. Pienso en lo propicio que se vuelve este contexto para el objetivo del taller: producir documentales con perspectiva comunitaria.
“Somos una comunidad”, dice Marina Rubino, quien coordina el taller junto a su compañero Darío Arcella. Ambos son parte del Grupo Documenta, un colectivo de realizadorxs audiovisuales. La dinámica que proponen parece sencilla a simple vista, pero incluye muchos aspectos a considerar a la hora de hacer cine documental comunitario y, sobre todo enfatiza la noción de “volverse parte” de la comunidad a retratar. Y para que eso ocurra plantean que no hay más secreto que dedicarle tiempo al intercambio, pero no un tiempo así sin más, si no uno acordado y comprometido.
Cuando comienza el taller, cada grupo va compartiendo los avances que ha hecho con su proyecto. La idea es que se hagan entre todxs, en palabras de lxs profes, “preguntas-regalo”, es decir, interpelaciones a pensar en algún aspecto que no se haya considerado o algún dato importante omitido. Lxs profes van guiando el intercambio con más preguntas para llegar a respuestas que no se pretenden inmediatas, e intentando que se ejercite un aporte despojado de prejuicios o, al menos, explicitándolos.
Esas preguntas guías hablan de una clara postura de lxs talleristas sobre un modo en particular de hacer cine documental comunitario. Me veo tentada de armar una especie de “decálogo de pautas a seguir para realizadorxs” pero creo que no sería justo con la búsqueda que proponen, que es de libertad en el aprender haciendo y sin “máximas”. De todos modos, al comentárselo me dicen que no les parece una mala idea, así que sin la pretensión de que sirva como descripción acabada de su propuesta comparto algunas de las preguntas que se repetían con énfasis a lo largo del taller.
¿Qué te mueve a mostrar ese mundo?
¿Qué te motiva? ¿Qué sentís? ¿A vos te interesa el tema que te plantean esas personas de la comunidad elegida? Estas son las preguntas que resuenan sobre el tema de cada documental. Marina lxs anima: “Si te vibra no lo descartes porque no le ves la lógica, es importante tener en cuenta el aspecto sensible y si hace al trabajo que se está haciendo ahí”.
“La terrible exclusión”, responde una chica al relatar su interés por documentar las actividades de una casa para personas trans inaugurada recientemente. En las antípodas (solo aparentemente), otra persona comenta que quiere “mostrar una mirada positiva” de lo que sucede en la comunidad en la que vive. Lxs profes promueven la mirada propia y hacen énfasis en tomar definiciones desde la experiencia y en que cada unx participe donde se sienta más cómodo. Sobre los talleres para niñxs en contexto de exclusión, una joven relata: “no sabía si iba a bancármela y el sábado terminé abrazada a una niña”.
Acerca de la propuesta, Darío nos cuenta: “Jugamos con distintos puntos de vista de encarar lo comunitario. Intereses personales, particulares que hasta pueden ser egoístas, pueden representar un hecho comunitario de todas maneras. Desde eso hasta toda la comunidad que se junta y hace un video entre todos”. Y continúa: “Muchas veces se va con una idea preconcebida de lo que debería ser y se queda en eso y la película termina siendo un relato desde la óptica del director sin reflejar qué es lo que realmente sucede. Va con su propia poesía en la cabeza y vuelve con su propia poesía. Es un camino ese, no el nuestro. El nuestro es tener en cuenta la poesía del otro”.
¿En qué lugar elegís pararte?
Sobre las comunidades relacionadas a cada proyecto indagan: ¿Dónde entra el video en este proceso que comentan? ¿En qué lugar elegís pararte? ¿Ya te acercaste a la comunidad? ¿Dónde queda geográficamente? ¿Cómo van a fortalecer el vínculo?¿Hablaste con quienes llevan acciones en el lugar?
Marina nos dice: “Uno no puede saber lo comunitario si no hacemos de este grupo una comunidad. Lo que les decimos es que ‘se hace camino al andar’, entonces no pretendemos definir cuánto de comunitario hay, porque es algo que obsesiona mucho el ‘comunicatómetro’, la medida. El sentido de comunidad lo tenés que sentir en el cuerpo, llegar, preparar la clase, escuchar al otro, porque lo que habla el otro te involucra a vos también. El sentido de comunidad es respetar el tiempo del otro y de uno mismo, creo que todo se basa en eso, y ahí cada uno va a ir elaborando su concepto de arte comunitario, cine comunitario”.
Darío señala: “Esta sociedad no se basa precisamente en el sentido de lo comunitario sino más vale todo lo contrario, es un músculo que no ejercitamos y hay que ponerlo en práctica. (…) no hacemos una comunidad en la que somos todos iguales, etcétera, porque eso es imposible, empezás por un interés común y eso va a hacer que te entiendas con el otro”.
¿Qué imaginás?
De los 30 proyectos seleccionados para este taller, continúan participando 28.
Darío comenta: “No nos fijarnos si eran comunicadores sociales, psicólogos sociales o lo que sea, no medimos eso desde la formación académica, sí desde qué es lo que estaban queriendo representar. Muchos ya tienen formación y su experiencia ya la están compartiendo en los grupos y eso produce disparadores para hablar de temas de montaje, de puesta en escena. Lo que se va armando es una cuestión interdisciplinaria entre los mismos chicos y nosotros coordinando, tratamos de mantenernos lo más al margen posible. De ahí esta metodología de preguntas, de escuchar al otro, que es la raíz del asunto”.
Y las preguntas aparecen también a la hora de hablar del producto: ¿Imaginás un trabajo donde no haya voces relatando lo que sucede? ¿Te gustaría que sea didáctico? ¿Existe vinculación entre quien proponés como personaje y la comunidad? ¿A qué te referís con hacer algo “experimental”? Es importante que el recurso nunca limite el discurso. ¿Qué imágenes imaginás? ¿Te imaginás algunos sonidos?
Lo importante para la realización de los documentales, explican, es empezar a “sentir con imágenes”, lograr “el poder narrativo en la síntesis, sentarse a observar y poder describir en imágenes. El arte es experimentación, el arte pasa por otro terreno diferente al académico”, dice Darío. Y cuenta que el objetivo es que “cada quien pueda acompañar con la cámara la narrativa propia”. En ese sentido, priorizan indagar sobre qué se quiere expresar: “Es muy probable que vos, sabiendo lo que querés contar, pongas la cámara en el lugar correcto”.
Marina comenta que nos les interesan las discusiones que pretenden definir qué es ficción, qué es documento. “Esto no es química”, dice, y explica que la necesidad de fórmulas hacen que uno se detenga, se quede quieto en vez de andar. Por eso prefieren trabajar en instancias como esta, que discuten el orden jerárquico del saber académico, que plantean la necesidad de participar para aprender y no aceptar todo ya dado. Acerca de su postura sobre la academia Darío dice que acuerda con la idea de “hacer de la universidad un hecho comunitario, un centro de estudios y no de recepción de contenidos”.
Los proyectos y las comunidades
Movimientos de agricultorxs
Ana Medero es estudiante de Cine y Tv de la Facultad de Artes, y nos cuenta que con sus compañeras Eva Nirich y Magalí Fariña eligieron el taller para tener un seguimiento y otras miradas en la realización de su práctica final para recibirse de técnicas productoras en Medios Audiovisuales. “Al comienzo pensamos en trabajar con el Movimiento Campesino de Córdoba y ahora decidimos sumar al Movimiento de Agricultores Urbanos porque entre ellxs se unen. Vamos conociendo gente en el camino de la investigación. Nos interesa más lxs que piensan que estas alternativas alimentarias van a lograr un cambio a nivel social, económico y político”, cuenta Ana.
Van a indagar en el cine ensayo temas como las alternativas de producción de alimentos, la inseguridad alimentaria y la función social de la tierra. Cuando les preguntamos por qué eligieron la perspectiva del cine documental, nos responden: “Nosotras, para empezar, no creemos tanto en la división de géneros, eso es más una cuestión festivalera. Vamos por el lado de la no-ficción. Es más experimental y poético. Igualmente con los años el documental se fue ‘ganando’ esa característica de real y de social, por eso también nos interesa que sea comunitario el taller. La idea no es armar una historia sobre la base de lo que nos cuenten sino retratar una realidad (la nuestra o como la vemos, porque no nos podemos despegar de eso) con ellxs”.
Talleres de cine y foto para niñxs en Campo La Ribera
Otro de los proyectos es desarrollado por un grupo que ha compartido la experiencia del «Posgrado en Cine Documental Contemporáneo» que se dicta en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UNC. Manuel Palomeque y Gabriela San Martín hace un año que están realizando talleres de cine y foto para niñxs en Campo La Ribera. Nos cuentan que al ver la propuesta de Darío y Marina pensaron que era “como el ensamble perfecto para abordar esos dos intereses”.
“Los talleres de cine y foto surgen a raíz de la necesidad de generar un espacio de participación para los niños de Campo de la Ribera. Creemos que son actores políticos necesarios, que pueden contar sus propias historias y que también están dispuestos a participar y crear espacios en su comunidad”, explican. Y agregan que los talleres se dan en el marco de una serie de actividades que viene desarrollando desde hace varios años la Agrupación Mazamorra en ese mismo lugar.
“El documental es un género que nos permite abordar las problemáticas que nos interesan y trabajar sobre un punto de vista”, nos comparte el equipo del que también son parte Yamila Campos y Guadalupe Scotta.
Comunidades evangélicas
Almendra Fantilli nos cuenta que el género documental atraviesa su vida como fotógrafa y que le gusta contar historias. El año pasado empezó a desarrollar una idea a partir de su experiencia como cristiana, que tiene que ver con retratar las identidades de las comunidades evangélicas de Córdoba a través del rito (misa y otras instancias). Lxs profesorxs la alentaron a acercarse este año nuevamente al taller para avanzar, y a ella le interesó “para adquirir herramientas prácticas y así aplicarlas en el desarrollo de los proyectos”.
Toma de Tierras
Además de su proyecto sobre comunidades evangélicas, este año Almendra sumó un proyecto sobre una toma de tierras. A partir de este se conformó la Comunidad Marta Juana González en Villa El Libertador, en la zona sur de nuestra ciudad. Lo realiza junto a Maximiliano Ríos, estudiante de psicología que también es participante del taller. Ambos trabajan en el barrio, en un espacio donde se desarrollan actividades de prevención y abordaje ante el consumo problemático de sustancias que depende de la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (SEDRONAR). En ese marco, Almendra hace tareas de comunicación y está a cargo de un taller de fotos para niñxs de más de 12 años.
*Por Luciana Corigliano para Un Rato. Fotos: Gabriela San Martín, Silvina Pereyra y Sol Pérez.