“El feminismo como contrapoder y revolución”
La histórica jornada del 8M continúa teniendo alcance hasta hoy. En este marco seguimos compartiendo numerosas lecturas y análisis. En el programa Paradigma, de Radio Eterogenia, conversaron con Alejandra Rodríguez, integrante del colectivo Ni Una Menos Buenos Aires y Yo No Fui, otro colectivo de mujeres.
Por Lobo Suelto
—¿El colectivo #YoNoFui es sólo de la cárcel de mujeres de Ezeiza?
—No, el colectivo trabaja con mujeres que están privadas de su libertad en la cárcel de Ezeiza, pero también en José León Suárez, que es una cárcel de la provincia de Buenos Aires y la Unidad Federal n°13 de mujeres que está en Santa Rosa, La Pampa. No solamente trabajamos adentro de la cárcel, sino también con mujeres que pasaron por la experiencia y han recuperado su libertad. Nuestra apuesta política es ese pasaje entre el adentro y el afuera de los muros. Muchas compañeras que pasaron por la cárcel hoy son activistas de la organización: están a cargo de los talleres, integran el colectivo editorial o son parte de la cooperativa de trabajo.
—Después del #8M sucedieron unos hechos de represión en la cárcel de Ezeiza y nos queríamos detener un ratito en eso, que nos cuentes, nos contextualices qué ha sucedido desde aquella represión.
—El 8 de marzo las mujeres del complejo IV de Ezeiza estaban manifestándose a través de un “ruidazo” como parte del paro internacional de mujeres. Ese mismo día fueron convocadas por las autoridades del Servicio Penitenciario Federal (SPF) a una reunión en la que se les informó que no iban a cobrar el peculio (ingreso recibido por las horas de trabajo), y que no sabían cuándo lo iban a cobrar. La mayoría de las mujeres son muy pobres y muchas de ellas son sostén de familia, algunas no toman contacto con ese dinero porque lo reciben directamente sus familias que están afuera, sus hijes o personas mayores que dependen de ellas. Desde el encierro y a través del peculio garantizan la subsistencia para su grupo familiar. No es muy difícil imaginar lo complejo que fue para ellas escuchar esta noticia por parte del SPF.
Esa misma noche estaban reunidas una diez o quince compañeras en uno de los pabellones conversando sobre esta situación e ingresó la requisa del Servicio Penitenciario y las empezaron a reprimir. Corrieron y se refugiaron en la celda de una de ellas, pero entraron, les tiraron gas pimienta, les pegaron patadas, las arrastraron de los pelos, las lastimaron, y después las llevaron a algunas a celdas de castigo y a otras al pabellón psiquiátrico, ahí las encierran, las drogan y las golpean, es un espacio de tortura. Esto es lo que pasó, nosotras tomamos conocimiento enseguida de esta situación a través de comunicaciones telefónicas con compañeras que están adentro y desde ese momento nos organizamos y comenzamos a activar una estrategia de comunicación para visibilizar lo que estaba sucediendo. Trabajamos muchísimo ese fin de semana, fue un continuado post #8M. Lo primero que hicimos fue juntarnos un grupo de colectivos amigxs y desde ahí pensar videos y piezas gráficas, fundamentalmente para instalar el tema, pero sobre todo para poner en la agenda las voces de nuestras compañeras. Para que sean sus voces las que cuenten lo sucedido, que se conozcan sus dolores y las crueldades que padecen ahí adentro. Hicimos muchísimo hincapié en eso.
Inmediatamente, el lunes 12 de marzo, logramos visitar la Unidad Penitenciaria con María Medrano de #YoNoFui, producto de la presión del activismo. De la visita participaron el Cels, el Ministerio Público Fiscal, el juez de casación Gustavo Hornos, la Procuración Penitenciaria Nacional, la UFEM, que es la unidad fiscal que se especializa en la lucha contra la violencia hacia las mujeres, lesbianas, trans, travestis y bisexuales, y la Procuvin que es la fiscalía que se encarga de la violencia institucional. Estuvimos más o menos cuatro horas recorriendo la cárcel, pudimos hablar con varias de las compañeras, comprobar y ver que estaban lastimadas producto de la golpiza. Reconstruimos los relatos de lo que había sido ese día. Se inició una causa penal que la tramita la Procuración Penitenciaria. El martes 13 de marzo hicimos una conferencia de prensa en la puerta del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación para responsabilizar políticamente al ministro Germán Garavano por no cuidar a nuestras compañeras y por reprimirlas. Ahora estamos siguiendo el proceso de la causa. Se va a presentar un pedido de informe de la Cámara de Diputados para que el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos dé un informe detallado de cómo sucedieron los hechos, vamos a seguir insistiendo por la vía legislativa, acompañando y visibilizando esta situación porque creemos que fue una reacción contra el movimiento feminista.
Creemos que la represión es una reacción al activismo y a la politización de las mujeres que estando presas decidieron manifestarse este #8M. Nuestras compañeras privadas de libertad son parte del feminismo popular, por lo tanto, esta represión es una reacción contra todo el movimiento feminista. Nosotras las abrazamos y estamos con ellas. Si tocan a una, tocan a todas.
—Escuchando un poco lo que venís contando de cómo fue sucediendo y después de leer la nota que hiciste en Página 12, me llama la atención esto que contás sobre que las mujeres a las que reprimen no son justamente las mujeres que tienen más trayectoria en la organización o en el espacio de participación, sino que eran aquellas mujeres que hace muy poco que estaban en el Penal, y que quizás recién ahora podían empezar a participar o a reconocerse con las otras compañeras. ¿Esto no hace que sea mucho más fuerte la opresión que quieren ocasionar en relación con un paro de mujeres y una manifestación dentro de un Penal de mujeres, en estas otras mujeres que quizás recién empezaban a participar? Como un modo de detener las fuerzas y potencias que ustedes tienen desde la organización.
—Las compañeras que llamaron para la reunión son las que recién ingresaban al penal. La represión fue sobre las que tienen más tiempo adentro y las que participaron activamente del “ruidazo” del #8M. Se trató de una reacción de disciplinamiento por parte del SPF, en palabras de Rita Segato un acto de violencia instrumental y expresiva cuya finalidad fue demostrar el control absoluto sobre la voluntad de nuestras compañeres. El hecho de que llamaran a esa reunión a compañeres que tenían poca experiencia en el penal y por lo tanto desconocieran los mecanismos burocráticos del servicio no fue casual. Me parece necesario leer el accionar represivo de parte del SPF en relación con lo que sucedió en las calles el #8M. Durante el tiempo previo a la marcha, trabajé junto a otres compañeres en la Comisión de Seguridad y Cuidados, pusimos especial énfasis para evitar la presencia de policías en las calles y para exigirle al Ministerio de Seguridad de la Ciudad y la Nación que no haya cacerías como hubo el año pasado. Hicimos un trabajo articulado y minucioso con la Defensoría del Pueblo. Desarrollamos una estrategia de cuidado para que pudiéramos ejercer nuestro derecho de estar y manifestarnos en las calles sin ser reprimidas. Haciendo un balance de lo sucedido en las calles, podemos afirmar que logramos nuestro objetivo. Sin embargo, la mano represiva del Estado apareció en la cárcel con las mujeres que están privadas de su libertad, con el eslabón más débil de la cadena. Esas mujeres están a cargo del Estado, quien tiene la responsabilidad de cuidarlas, no la potestad para reprimirlas. Sin embargo, la ofensiva vino por ahí. Y eso nosotras no lo dejamos de leer como parte de una reacción del patriarcado a toda la potencia desplegada en las calles.
—Quería retomar justamente esto que vos marcás respecto a lo que implica este ensañamiento con los eslabones más débiles. En ese sentido, yéndonos a hablar quizás de lo que fue la modalidad de organización de este paro, fundamentalmente la modalidad asamblearia, queríamos que vos nos cuentes un poco respecto a esto porque hay una consigna que justamente nos parece que retoma esa idea de fragilidad o de debilidad o de lo que puede implicar distintas voces de mujeres en distintas situaciones diciendo qué quieren parar en su vida. ¿Cómo surge esa formulación respecto al trabajo asambleario?
—Sí, creo que eso fue un hallazgo del movimiento feminista: pensar el paro como un proceso. Si reconstruimos lo que sucedió desde el #8M del año pasado hasta este, vemos como el proceso asambleario continuó y el feminismo también estuvo involucrado en muchísimas luchas, no solamente manifestándose en contra de los femicidios, sino que también pudo transversalizar un conjunto de luchas y conflictos, resignificando la violencia en sus múltiples expresiones.
Se hizo una asamblea en la carpa de Pepsico con las trabajadoras despedidas, estuvimos en El Bolsón, en Jujuy fortaleciendo alianzas con otras colectivas y organizaciones feministas. Desde #NiUnaMenos asumimos esos conflictos proponiendo la asamblea como herramienta política. El proceso asambleario del #8M venía desarrollándose con mucha fuerza durante todo el año. Para nosotras el paro no es una orden que acatar y tampoco una efeméride, sino el tiempo de su elaboración y todo lo que ese tiempo nos permitió abrir, pensar, problematizar. El paro como pregunta de elaboración política, como experimentación situada, porque entendemos que cada una de las realidades de las mujeres son distintas, no para de la misma manera una trabajadora precarizada, una docente o una mujer que está privada de su libertad. En esas diferencias vamos encontrando las múltiples formas de producir ese tiempo de paro. Luego la calle y la fiesta popular nos reúnen a todas, porque el #8M fue una revuelta común entre todos los feminismos. La asamblea se convierte para nosotras en un tipo de herramienta política en la que se pone en juego una racionalidad distinta a la que reproduce e instaura la política conservadora, machista y patriarcal.
Nosotras creemos que la asamblea es un espacio para estar entre nosotras, escucharnos, reconocernos con nuestros dolores,y fundamentalmente un espacio de soberanía, de decisión y es desde esa certeza afectiva y política estamos instituyendo una nueva racionalidad, una manera de hacer política en clave feminista. Y eso fue tal vez lo más importante que ha pasado en este tiempo, en este proceso. ¿Cómo se llega al paro? ¿Cómo llegamos cada una al paro? Porque también la pregunta va más allá del paro como comúnmente lo conocemos. El paro ya no es parar de trabajar, el paro es tratar de suspender algo en esa cadena de explotación patriarcal, capitalista, en la que nos encontramos (más o menos conscientes) y eso tiene que ver con nuestras maneras de vivir básicamente, tiene que ver con nuestras maneras de desear, con cómo nos relacionamos entre nosotras, cómo nos relacionamos con nuestro deseo, por eso la pregunta también es: ¿qué cosas quiero parar y a qué cosas le quiero dar lugar en mi vida? ¿Qué cosas tengo que hacer para estar más en sintonía con mi deseo? Y ahí aparece el deseo, aparece el goce, aparece la afectividad que creo que es el gran aporte que hace el feminismo o la política pensada en clave feminista.
—Quería preguntarte a partir de estas cosas que nos contás de las mujeres presas y en relación con #NiUnaMenos. Tengo un interrogante en relación con esto, en cuanto al cuerpo de las mujeres, que es un cuerpo que tiene la experiencia de trabajar las 24 horas, los 7 días de la semana, todos los días del mes y todos los años, que ahora aparece como visibilizado en relación con la demanda del trabajo esclavo empresarial, pero que el cuerpo de las mujeres está sometido a eso “desde siempre” por razones religiosas, mitológicas, ideológicas, vaya a saber desde cuándo, desde cuántos miles de años. Y hay una pregunta por si ese modo que está teniendo el feminismo, resaltando esta lucha del #YoNoFui, si es en relación con desobedecer ese mandato de estar 24/7 con el cuerpo dispuesto no para mí misma, para decirlo corto, porque me parece que incluso ese mí misma es un mí misma colectivo (que es lo característico de lo asambleario), y en relación a un lugar donde estamos, un cosmos que habitamos. ¿Hay algo de eso? ¿Tenés algo para decirnos?
—Comparto la reflexión que hacés. Me parece que lo que logra hacer el feminismo es desplazar esa idea del cuerpo pensado en clave productiva. Si lo pensamos específicamente en las mujeres que están en la cárcel, lo único que logra correr a la mujer considerada anómala, enferma o culpable, es la idea de “mujer productiva”. En este caso primero tenemos que visibilizar la explotación, en las cárceles de la provincia de Buenos Aires se les paga 16 centavos la hora de trabajo a las mujeres. No llegan ni a comprar las cosas básicas para comer. Por otra parte, desplazar esa idea de mujer productiva, anómala o enferma, en tanto mujer que no responde al mandato de esta sociedad patriarcal y heteronormativa y reponer la idea de mujer que tiene derechos, que desea, que goza, que se puede reconocer en otras, y reafirmarse en sus potencias, en sus capacidades de ser, de sentir. También que puede reconocer su posición en el campo social, en el campo cultural.
Este corrimiento se ha visto mucho en las asambleas, son desplazamientos que suponen una politización de dolores históricos que tenemos naturalizados. Por ejemplo, en la Asamblea Feminista de Flores y Bajo Flores, se habló mucho del tema del abuso. Varias compañeras compartieron relatos de situaciones de abuso que habían padecido de niñas, adolescentes. Fue muy impresionante ver cómo se pudo construir a partir de ese dolor de algo tan fuerte como el abuso una narración política en la que planteamos la reafirmación de decidir nosotras sobre nuestros cuerpos. El cuerpo se presenta como eje fundamental y los afectos, la micropolítica, la circulación del deseo, como claves distintivas en la política feminista.
—Otra de las preguntas que nos surgía tiene que ver con el fusilamiento de Marielle Franco, el miércoles 14 de marzo en Río de Janeiro. Empezábamos a plantear que eran reacciones o respuestas a la potencia femenina. ¿Podría pensarse así?
—Sí, yo creo que directamente. Me parece que nosotras podemos hacer una lectura, una narración política de estas reacciones. Empezando por lo que comentaba antes: la represión sobre los cuerpos de las mujeres pobres encerradas en manos del Estado en una cárcel; el fusilamiento de un niño de doce años, pobre, en la periferia de Tucumán; y ahora el asesinato de la activista feminista y concejala brasilera Marielle. Estas tres situaciones nos dicen algo respecto a una nueva forma de la violencia política que directamente despliega su violencia y crueldad sobre los cuerpos, creo que una lectura posible es leerlas como reacciones del patriarcado que enfrenta el crecimiento y la potencia que está logrando el feminismo. Son crímenes políticos con una clara intención de disciplinar, frenar o acallar esta potencia desplegada. Lo que por ahí no se tiene en cuenta es que el feminismo transforma la furia en más potencia y en más organización. Nosotras nos reinventamos desde ese dolor. Esa es la clave afectiva del feminismo. Es lo afectivo puesto en clave política, es desde esa afección, dolor y tristeza que logramos fortalecer nuestra lucha colectiva. Fijate las reacciones que hay en toda la región a partir del asesinato de Marielle, estamos todas no solamente consternadas y furiosas, también movilizadas y activas.
—Me parece que hay una pregunta que resurge a partir de lo que decís y a partir de lo que venías diciendo, respecto a qué es liberar el cuerpo de ese sufrimiento y de ese sometimiento. Un trabajo permanente que tiene el feminismo: ¿de qué manera habitar ese cuerpo que sólo tiene permitido ser un cuerpo sufriente? (que es lo que propone el capitalismo y probablemente todos los ismos que conozcamos hasta ahora, excepto el feminismo). Ligado a esto, por ejemplo, el jueves mientras estaba sucediendo la marcha, estaba recorriendo los medios, sobre todo los nacionales para ver qué mostraban. Y mencionaban el espectáculo masivo de gente, pero no mostraron la alegría de quienes se estaban manifestando, la expresión afectiva de esos cuerpos. Y me parece que estas cosas que han ido sucediendo como fenómenos represivos son como para no dejar disfrutar de esa alegría que surge en el encuentro de mujeres.
—Y sí, porque me parece que lo que el capitalismo patriarcal no acepta es que estos cuerpos no sean cuerpos victimizados, que sean cuerpos festivos, que sean cuerpos que se reivindican en la relación con los demás, que sean cuerpos potentes, eso es lo que no se tolera. Nosotras lo que estamos construyendo es una resistencia transversal, festiva, de revuelta. Y en todo caso lo que sentimos por los ataques y por los fusilamientos y por las muertes, es furia, es dolor, pero ese no es un estado en el que nos quedamos. O sea, nosotras logramos ahí una mutación a la alegría, la potencia, la organización, que me parece que es lo que el capitalismo patriarcal no acepta.
Y, además, también vamos abriendo los campos sensibles – perceptivos, por ejemplo, un niño de doce años fusilado tiene que ver con el feminismo. Los cuerpos de las mujeres presas son los cuerpos más invisibilizados, esos que no le importan a nadie, sin embargo para el feminismo todos los cuerpos cuentan, todos los cuerpos valen. Este feminismo que se ensancha y se transversaliza con los conflictos, que puede nombrar las múltiples formas de la violencia, es lo que incomoda al poder capitalista y patriarcal. Estamos construyendo resistencia y contrapoder, esto no le resulta sencillo de tramitar a las fuerzas oscuras del orden.
—Sí, a mí se me ocurría que estas dos herramientas que vos proponés, que son el encontrarse y organizarse, es decir, el proceso asambleario feminista no es cubierto por los medios de comunicación como veníamos hablando, los medios sólo muestran o cubren la marcha como marcha en sí, entonces pienso y me pregunto: ¿cómo seguir acompañándonos y generando esos espacios de asamblea para poder destituir el poder y el discurso patriarcal en todos los espacios en los que trabajamos, circulamos, vivimos cotidianamente?
—Mirá, creo que el desafío que tenemos es trabajar desde la micropolítica. Trabajar tratando de replicar las asambleas, que son procesos de encuentro, de conversación colectiva y horizontal. Que proliferen mil asambleas, en todos los lugares donde estemos. Tenemos que seguir construyendo y fortaleciendo alianzas y complicidades entre nosotras, continuar politizando nuestros dolores, incomodidades, y también nuestros goces y deseos. La expresión multitudinaria en las calles es parte de este proceso. Cuando miramos la foto del #8M, no tenemos que olvidarnos del proceso asambleario que se viene desarrollando y que alimenta esa revuelta callejera.
Estamos en la calle porque antes pudimos encontrarnos, conversar, llorar juntas, reírnos, discutir, identificarnos y reconocernos. Me parece que ahí hay algo muy fuerte, la potencia feminista y la política en clave afectiva puede arrasar con cualquier institucionalidad, eso es lo que asusta, porque que la política pensada desde este lugar tiene la capacidad de atravesar y perforar los muros de las instituciones judiciales, de las fuerzas de seguridad y del orden. Pienso al feminismo como una fuerza molecular, que atraviesa, arrasa y transforma realidades, vidas, situaciones. De ahí el desconcierto de muchos, y la incomodidad de otros. Me parece que esto es lo que demuestran las reacciones de los últimos días.
—Además, me parece que el proceso asambleario, hablando esto de molaridad y molecularidad, resulta que en todos los espacios está pasando. Me parece que es interesante porque no se trata de una corrección del lenguaje o de modos que tengan que ver con el “bien decir”, sino que hay muchas cosas en las que nos estamos encontrando. Como nuestras prácticas están micrométricamente organizadas por el machismo dominante, entonces más allá de que se organice una asamblea donde haya 50000 o 10000 o 3, esto está sucediendo en todo el campo social. Me parece que es el logro de la infiltración del feminismo en la cultura.
—Sí, totalmente. Y me parece que también hay una interpelación a las masculinidades y a las formas de vivir que tenemos todes como sociedad. Me parece que eso es así, que esta máxima del feminismo “lo personal es político” nunca estuvo más vigente, más actual, y real que ahora. Se puede ver, coincido totalmente, en las multiplicidades de experiencias vitales de las oficinas, las escuelas, los centros culturales. En todos lados esto está atravesándonos. Nuestro cuerpo, la vida, la relación entre nosotres. Estoy totalmente de acuerdo, creo que ese es uno de los logros del feminismo y también esta idea de pensar el feminismo como una composición social compleja, como una composición transversal, heterogénea, abierta, que incorpora conflictos. Creo que esa clave de composición es una clave interesante para leer esto que vos traés.
—Varios de los que estamos acá somos analistas, trabajamos en consultorio, trabajamos con padecimientos subjetivos. Yo pensaba en este último tiempo lo difícil que es en general politizar un malestar. Poder encontrar traducciones de lo que puede ser un malestar llamado subjetivo en el campo social, en el campo político y en ese punto notaba también, respecto a ese espacio de trabajo más individual, el espaldarazo que implicaba la marea feminista en términos de cosas que podés estar años empujando y no se mueven como se están moviendo ahora.
—Impresionante, sÍ, es que es así, partimos de entender la subjetividad como algo que se construye socialmente y no como una interioridad en el sentido personal e individual. Tengo compañeras que no son activistas ni militantes y en este último tiempo las he escuchado decir cosas como estas: “Mirá, me cansé, no voy a trabajar más estas horas, voy a trabajar menos, quiero estar más con mi hijo, quiero salir más con mis amigas, quiero ir al cine una vez por mes”. Cosas que son mínimas, pero ahí está pasando la revolución. La revolución es a nivel molecular, es una revolución en las decisiones cotidianas de la vida de cada una de nosotras, en la identificación de esos dolores y el poder colocarlos en una trama colectiva mayor, afectiva, pudiendo desarmar lo singular. Yo creo que una se anima porque se siente alojada por esta marea, la marea existe de verdad, es afecto, es cuerpo, es abrazo, es saber que mirás a la otra y que te reconocés, ¡que estamos para nosotras posta! y que el dolor es compartido, pero también la lucha y el deseo de protagonizar este tiempo. El feminismo es la revolución hoy, tengo esa certeza, puede que me equivoque, pero si hay una revolución posible, es por acá.
—Además de que nos dejás emocionados con las cosas que estamos reflexionando juntos, me parece muy interesante lo que surge en relación con que, desde las organizaciones y los movimientos sociales, se pensaba en disputar espacios, ocupar lugares, funciones, posiciones que ya estaban predeterminadas. Y la luz de lo que vos dijiste respecto a ser alojadas nosotras, es distinto de ocupar un espacio. Eso nos evita todo tipo de disputas, de maltratos, de odios, de agresiones, en tanto hay una silla que ocupar, cuando en realidad de lo que se trata, es de que yo pueda ser alojada en un espacio común con las personas con las que tengo ganas de compartir mi vida.
—Exactamente. Sí, porque me parece que también la marea feminista no está pensando el poder hoy en términos de representación, ni está pensando el poder en términos clásicos. Nosotras lo estamos pensando desde la potencia, me parece. Eso no significa que la pregunta por el poder no sea un desafío. Creo que sí lo es, y que seguramente se nos presentará, pero me parece que lo que estamos construyendo en todo caso es un contra poder en clave feminista, se trata de desplegar esa potencia, multiplicarla, que cada vez sea mayor, más colectiva para que efectivamente entremos todes.
*Por Lobo Suelto.