Nos mean y el Banco Central dice que llueve
Por Pablo Diaz Almada para La tinta
No es una meta de inflación, es un techo al salario
En la última apertura de sesiones de la Asamblea Legislativa, el presidente Mauricio Macri señalaba que “tenemos metas para bajar la inflación, para reducir el déficit fiscal. Y como las vamos a cumplir, vamos a dejar de endeudarnos y se van a multiplicar las inversiones en un país confiable». Recordemos que originariamente, cuando el Banco Central (BCRA) comenzó con la política de inflation targeting, la meta de inflación anual para el año 2018 era del 10%, luego a fines de diciembre pasado dicha meta fue relajada y se estableció en un 15%. Los últimos datos transmitidos por el INDEC parecen confirmar el fracaso de la política antiinflacionaria, ya que en tres meses el índice de precios al consumidor acumula 6,7% (casi un 45% del aumento anual que el BCRA tiene como objetivo). Incluso los analistas y medios de comunicación más cercanos al gobierno ven la meta anual de 2018 como imposible de cumplir.
Hace unos días, y con la crudeza de los últimos datos, la respuesta del presidente Macri ante la pregunta de cuánto será la inflación en 2018 fue: “Lo más cerca que se pueda de 15%”. Sólo pasó un mes y medio para que se esfume aquella seguridad con la que proyectaba ante la Asamblea Legislativa. De ahora en más, los oficialistas no quieren referirse al número final sino más bien a la curva descendente que se supone tendrá el crecimiento de los precios. A partir de mayo, según precisó Sturzenegger, presidente del BCRA.
¿Cómo se explica entonces que el ministro evasor Dujovne sostuvo hace pocos días que la meta del 15% de inflación para el año 2018 se mantiene? ¿Cómo se explica que el presidente del BCRA, al presentar el informe trimestral de política monetaria, sustente la meta del 15%? Aún cuando se espera un elevado 20,3%, según el Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM) del propio BCRA. La presunción más factible es que lo que llaman “metas de inflación” no es lo que se conoce a nivel mundial como parte de la política de inflation targeting, sino que es, lisa y llanamente, un techo a los salarios.
Lo único seguro es el negocio financiero y ciertas ganancias empresariales
Con todo este panorama, pareciera que nadie puede asegurar nada respecto al proceso inflacionario que vive nuestro país. Sin embargo, no es que Sturzenegger gestione la autoridad monetaria inmerso en un mar de dudas. En la última conferencia de prensa, donde se presentó el informe de política monetaria, mostró las estrategias del BCRA. Principalmente destacó cómo se endurecería la política monetaria, aumentando la tasa de interés, si la inflación de mayo no desciende como se espera. A la vez que se mostró optimista respecto a la estabilidad en el precio de la moneda estadounidense. Pero esto claramente es un combo a favor del llamado carry trade, donde quedan aseguradas las ganancias para el sector financiero.
Del mismo modo, resulta evidente la complementariedad que surge con las ganancias de las energéticas y de grandes empresas fijadoras de precios de la Argentina: por un lado, cuando los aumentos tarifarios son demasiado elevados, que según Sturzenegger los tomaron por “sorpresa” en diciembre último, entonces el BCRA aumentará la tasa de interés. Con los cual, gana el capital en el sector energético y gana el capital financiero. Por otro lado, mientras le techo al salario es del 15%, el REM nos anuncia e invita a los sectores concentrados del capital a elevar los precios en un 20,3%. La matemática es una sola, a todas y a todos nos da que las ganancias de estos sectores se verán sostenidas y mejoradas.
Cabe aclarar en este punto que la llamada “cláusula gatillo” (que a principio de año rugían las voces oficialistas para que no se incluya en las discusiones paritarias) no soluciona el problema. Primero porque únicamente hablamos de trabajo registrado, no incluyendo a la totalidad de las personas trabajadoras argentinas. Segundo, no es una conquista hoy asegurada para todos los sectores, sino que dependerá del poder político al momento de sentarse a negociar. En tercer lugar, significaría correr detrás de la inflación (en 2015 y en campaña, las voces oficialistas recitaban que las paritarias servirían para adelantarse a la inflación) porque, hasta que se hace efectiva la cláusula gatillo, las personas trabajadoras pasan un período de salario real a la baja. Cuarto, habría que creerle al INDEC, que está tomando como base para el cálculo de la inflación un año que ha quedado desactualizado en las proporciones del gasto que hoy existen en los hogares. Y en quinto lugar, se supone que en un país capitalista donde se quiere mejorar la calidad de vida de las personas y sus condiciones materiales, el salario real debiera ser cada año algo superior al anterior y no quedarse, en el mejor de los casos, estancado.
La tasa de interés como variable distributiva
Para muchas personas no es una novedad que el gobierno nacional ejecute, mayormente, políticas que perjudican a todo el conjunto de la clase trabajadora y beneficia a ciertos sectores del capital. Como vemos aquí el BCRA, con su auspiciosa política de inflation targeting, hace su parte.
El principal instrumento utilizado es la tasa de interés (actualmente muy contractiva según el propio Sturzenegger) que tiene un elevado poder redistributivo. Si no, pensemos que en febrero pasado la autoridad monetaria anunciaba que en los dos primeros años que lleva la actual gestión, se pagaron 21 mil millones de dólares por intereses de LEBACs. Es algo así como un tercio de las reservas internacionales que tiene actualmente el país. Pero el BCRA constantemente nos informa que cumple los lineamientos del artículo 3 de su Carta Orgánica: “promover … la estabilidad monetaria, la estabilidad financiera, el empleo y el desarrollo económico con equidad social”. Así es que “nos mean, pero nos dicen que llueve”.
*Por Pablo Diaz Almada para La tinta.
Integrante del Colectivo de Pensamiento Crítico en Economía