Brasil: el sucesor

Brasil: el sucesor
12 abril, 2018 por Redacción La tinta

La detención del líder popular más importante del continente significa, por ahora, un nuevo triunfo de la derecha en su afán por clausurar el ciclo de gobiernos progresistas en la región. El objetivo principal es impedir su candidatura para las próximas elecciones de octubre en las que, según todas las encuestas, ganaría sin atenuantes. Pero nada está definido aún, la situación es muy tensa y todo puede saltar por los aires. Aún así, en su momento más difícil, Lula pensó en el futuro y señaló un posible sucesor. Se llama Guilherme Boulos. Hace unos días conversamos largamente con él y aquí te mostramos cómo piensa.

Por Mario Santucho y Bruno Levy Iglesias para Revista Crisis 

Las jornadas del 6 y 7 de abril de 2018 constituyen un antes y un después en el presente de América Latina. Lo que no sabemos aún es cómo seguirá la historia. En los dos días que conmovieron a Brasil, desde que el protagonista excluyente de esta novela se introdujo en el sindicato metalúrgico de San Bernardo del Campo, en la periferia de San Pablo, hasta que se entregó allí mismo ante la policía federal, en ese tiempo de excepción en el que la multitud gritó que no da lo mismo, Lula se convirtió en una máquina de producir signos y señales de lo que vendrá. Una de ellas fue el intento de señalar sucesores, que sorprendió a propios y extraños. Tal vez por eso, porque nadie la esperaba, flota pendiente de interpretación.

Fue en el comienzo de su histórico discurso del 7 de abril. Primero saludó formalmente al presidente de la CUT, Vagner Freitas. Luego al viejo compañero de ruta Aloízio Mercadante. Y entonces dijo: “Compañero Guilherme Boulos”. Hizo algo más: lo tomó de la mano, lo trajo hacia el centro de la escena y prosiguió. “Nuestro compañero que está participando de esta jornada siendo candidato a presidente de la República por el PSOL, pero es un compañero de la más alta calidad. Ustedes tienen que tener en cuenta la seriedad de este muchacho. Y le digo ‘muchacho’ porque solo tiene 35 años. Cuando yo hice la huelga del 78 tenía 33 años y conseguí, a través de esa huelga, llegar a crear un partido y volverme Presidente. Vos tenés futuro, hermano”.

A continuación, el líder del Partido de los Trabajadores también saludó especialmente a Manuela d´Ávila, candidata a presidenta por el Partido Comunista de Brasil. Luego reivindicó a Dilma y a muchos dirigentes más, presentes en el improvisado palco. Pero el diálogo con Boulos y con Manuela prosiguió a lo largo de la hora que duró el discurso, como si estuviera transfiriéndoles sus enseñanzas: “Entonces, compañeros, cuando yo percibí que el pueblo desconfiaba de que solo tenía valor en el PT quien era diputado… Manuela y Guilherme, ¿saben lo que hice? Dejé de ser diputado. Porque yo le quería probar al PT que iba a continuar siendo la figura más importante del partido sin tener cargo. Porque si alguien me quiere ganar en el PT, solo tiene una manera: trabajar más que yo. Y que le guste el pueblo más que a mí, porque si no le gusta no me va a ganar”.

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En esa conversación imaginaria, en el lugar y el instante de mayor peligro, el mensaje fluyó en una sola dirección: desde el líder histórico hacia las jóvenes promesas. Salvo por un detalle gestual. Fue en el momento en el que Lula anuncia lo que allí nadie quería escuchar: “Ellos decretaron mi prisión y déjenme contarles una cosa: voy a responder al mandato de ellos”. Boulos, parado justo detrás del orador, dice no con la cabeza y en su semblante se adivina el descontento. En efecto, pocas horas antes, en un video grabado desde el interior del edificio sindical de San Bernardo y publicado en Facebook, el líder del Movimiento de Trabajadores Sin Techo (MTST) había dicho: “Es evidente que lo que va a ocurrir de aquí en adelante depende mucho de la disposición del propio Lula, de las conversaciones con sus abogados y su familia, y nosotros respetamos profundamente eso, cualquiera sea la decisión. Ahora bien, la disposición de los movimientos sociales que están acá, nuestra disposición particular, es de resistencia. Resistencia contra una prisión injusta, una prisión arbitraria, una prisión política. Seguiremos en las calles independientemente de cuál sea el desenlace: la lucha contra la prisión de Lula es una lucha por la democracia brasilera”.

A lo largo de su mensaje, Lula se mostró dispuesto a (y capaz de) dialogar con los sectores más combativos del movimiento popular. “Ellos van a descubrir por primera vez lo que he dicho todo este tiempo. Ellos no saben que el problema de este país no se llama Lula. El problema de este país se llama ustedes, se llama conciencia del pueblo, el Partido de los Trabajadores, el PCdoB, el MST, el MTST… Y lo que hace un rato dijo nuestra Pastora: no sirve impedir que yo camine por el país, porque hay millones y millones de Lulas, de Boulos, de Manuelas, de Dilmas, que van a caminar por mí”.

En otro pasaje advierte: “Ellos tienen que saber que vamos a hacer, definitivamente, una regulación de los medios de comunicación para que el pueblo no sea víctima de mentiras todo el santo día. Ellos tienen que saber que ustedes son hasta más inteligentes que yo: parecía difícil la ocupación de San Bernardo y mañana van a recibir la noticia de que ganaron el terreno que invadieron». Lula se refiere a la última gran ocupación protagonizada por el MTST, en pleno gobierno de Temer, y en el mismísimo municipio del ABC paulista donde nació su sueño obrero.


Sobre el final de la alocución, Lula ensayó un acto de trasvasamiento generacional: “Yo no tengo cómo pagar la gratitud, el cariño y el respeto que me han dedicado en tantos años. Quiero decirte a vos, Guilherme, y a vos, Manuela, que para mí es motivo de orgullo pertenecer a una generación que está en su final viendo nacer a dos jóvenes disputando el derecho de ser presidente de este país. Por eso, compañeros, un gran abrazo…”.


Vale la pena retener la interpretación propuesta por la siempre sugerente revista Piauí, a través de José Roberto de Toledo, integrante de su redacción: «Maestro de ceremonias de su propia despedida, el expresidente tomó de la mano en lo alto del camión de sonido y frente a millones de personas, no a un político con cargo, ni siquiera a uno del PT, sino al líder de un movimiento social. Presentó y besó a Guilherme Boulos, dirigente de los Sin Techo y pre candidato a presidente por el PSOL. Intentó hacer igual con Manuela D’Avila, pre candidata por el PCdoB, pero al hacerlo la llamó de ‘muchacha bonita’. Ambos tienen menos de 40 años y terminaron al lMoviado de Lula en el centro del escenario. De los petistas barajados para disputar la presidencia en caso de no poder presentarse él, uno no estaba, otro quedó en el fondo de la escena, y el tercero tiene barba y pelo emblanquecidos. El pase de bastón no se completó en el partido. Preferido por la máquina del PT, el exgobernador baiano Jacques Wagner no apareció en la escena de despedida de Lula. Con las manos cruzadas adelante del cuerpo, Fernando Haddad parecía tan avergonzado en el escenario como luego de su derrota en la reelección como intendente de la ciudad de San Pablo. Celso Amorim es diplomático… Al decir que cumpliría el mandato de prisión en vez del mandato presidencial, al escoger dos jóvenes políticos no petistas como símbolos de su legado, y al decir que se volvió una idea, Lula se sacó el traje de candidato y puso rumbo a la cárcel, pero todavía no parece dispuesto a entrar en la historia. Al señalar nuevas posibilidades en su herencia política, quizás pretenda comandar el proceso de su propia sucesión desde la celda de Curitiba. No será fácil.»

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La palabra de Boulos

¿Cómo piensa Guilherme Boulos? ¿Cuál es la estrategia política del líder del Movimiento de Trabajadores Sin Techo, el más dinámico movimiento social de Brasil en la actualidad? ¿Qué ideas nuevas propone el candidato a presidente por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL), agrupamiento que rompió con el PT al inicio de su gestión emitiendo críticas que denunciaban el acuerdo de gobernabilidad con las élites económicas y políticas? ¿Podrá Boulos tomar el guante de Lula y abrir un nuevo ciclo para la izquierda brasilera?

Lo que sigue es una selección de fragmentos extraídos de una larga conversación mantenida con él hace pocos días en San Pablo. Un muestrario de este pensamiento en gestación, vivo y desafiante.

El segundo asesinato de Marielle

“Es difícil hoy establecer quién mató a Marielle. Pero está claro que fue un asesinato político. Era una de las líderes más combativas de Río de Janeiro. Lo importante ahora es saber quién la ha matado y, sobre todo, quién ordenó su muerte. Al mismo tiempo, estamos enfrentando una tentativa perversa por parte de los medios y del gobierno de concretar un segundo asesinato de Marielle. Temer, pocas horas después de su muerte, fue a la televisión y dijo que su crimen refuerza la necesidad de intervención militar. Están intentando utilizar su muerte para seguir la escalada de violencia y pervertir así sus ideas y lo que representa.

Vivimos un momento de grave regresión democrática en Brasil. El golpe parlamentario contra Dilma, el papel de los jueces interviniendo en política, la criminalización de las luchas, el intento de proscribir a Lula de las elecciones. En el último año el número de personas asesinadas por conflictos de tierra en el campo en Brasil fue el mayor de los últimos quince años. El próximo paso es la entrada de los militares en la escena.

Por eso creemos que es necesario levantar la bandera de un frente democrático contra la barbarie, que reúna a todas las fuerzas progresistas y democráticas de la sociedad. No es un frente electoral ni un proyecto político, porque en este campo hay diversidad y es importante que se expresen de manera diversa. Pero ante el crecimiento de la violencia política, es necesario un frente común”.

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Final de ciclo

“El ciclo progresista en América Latina estuvo marcado, al menos en Brasil, por la conciliación de intereses. Hubo políticas sociales, valorización del salario mínimo, los pobres mejoraron sus condiciones de vida, pero no se combatieron los privilegios esenciales y la estructura del Estado permanece igual. Tampoco los medios de comunicación se democratizaron. No se ha tocado el tema tributario ni se avanzó en la regulación del sistema financiero, términos claves que explican la desigualdad. Sin embargo, fue posible lo que llamamos un gana-gana, es decir ganan los de arriba y también ganan algo los de abajo.

A partir de la crisis del 2008 esta política no tiene más espacio. Para que el capital mantenga sus tasas de lucro se requiere otro tipo de política, directamente de expoliación. Ese es el sentido del golpe de Temer: no se trataba solo de cambiar a la persona que está en la presidencia para poner a alguien que no fue electo sino, y sobre todo, imponer una agenda que no podría ser votada por el pueblo. La configuración institucional que toma esta regresión democrática es la de un protagonismo político del poder judicial. El papel de tutela por parte de un poder que se sobrepone a la soberanía, que en épocas anteriores asumieron los militares, hoy está en manos de los jueces. El sistema político que se inauguró en Brasil hace treinta años, al finalizar la dictadura militar, se agotó. Estamos ante una crisis de representación profunda que se expresa también como crisis democrática”.

Las fisuras del poder

“La condena sin pruebas contra Lula fue obra de un juez que se comportó como jefe de partido. La tentativa de sacarlo a Lula de las elecciones es una intervención directa en el proceso político. No se trata de concordar o disentir con el proyecto de Lula, sino de la ruptura de un umbral mínimo de la democracia. Dicho esto, no se puede hacer un análisis simplista. No es cierto que el poder judicial represente los intereses única y linealmente del poder económico. Hay momentos en que cristaliza una unidad sin fisuras, como durante el golpe a Dilma, cuando actuaron sincronizadamente. Y momentos en que las divisiones aparecen y se generan grietas.

Después del golpe comenzó un enfrentamiento entre distintas facciones del establishment. Parte del sistema judicial fue contra Temer e intentaron destituirlo. Hoy existe una disputa entre los sectores de la clase dominante por dilucidar cuál es la salida. Aunque están intentando una confluencia, pero hasta el momento permanecen divididos. Hay varios nombres intentando ocupar el papel de representar al establishment. El nombre que detenta la confianza es el gobernador de San Paulo, Geraldo Alckmin, pero no es precisamente un tipo popular. Entonces aparece un fascista como Bolsonaro que crece en las encuestas, y que no es propiamente un candidato del vértice del poder. Hay otros nombres, como el de Henrique Meirelles, representante orgánico de los bancos y ministro de economía de Temer. O Rodrigo Maia, presidente de la Cámara de Diputados. O sea, hay confusión, no hay unidad. Esta va a ser la elección más dispersa en términos de candidaturas desde 1989”.

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Lula es mucho más que el PT

“El PT sigue siendo el partido más grande del campo progresista en Brasil. Eso no quiere decir que esté en condiciones hoy de presentar un proyecto de futuro para la izquierda. Primero, en los últimos veinte años el PT construyó un camino de mucho compromiso con otros intereses y se ha distanciado del trabajo de base, por lo cual perdió la proximidad orgánica con los deseos y perspectivas de cambio que tenía en su origen. Existe una base popular afín a Lula, que no necesariamente se ve representada por el PT. Lula es mayor que el PT.

Pero lo que el PT y Lula consiguen proponer es mirar por el espejo retrovisor y decir: “vamos a reeditar lo que hemos hecho”. El problema es que 2018 no es 2002, el país es otro, y no hay más condiciones para un proyecto como aquel. Enfrascado en reeditar el pasado, el PT parece no haber aprendido las lecciones del propio golpe e insiste, por ejemplo, en una alianza con el PMDB. Insiste también en un tipo de gobernabilidad que ya no funciona más, basado en la conciliación de intereses económicos entre los de arriba y los de abajo. El PT ha perdido la oportunidad de realizar una reforma política profunda, que cambiara el modelo de gobernabilidad. Ellos no inventaron la corrupción, pero decidieron no romper con esa lógica y eso tiene un precio alto”.

Una nueva alternativa de izquierda

“En nuestra percepción, para reconstruir el futuro de la izquierda en Brasil hay que tener cuidado con dos tipos de sectarismos. De un lado, los que dicen que el PT ha traicionado, que es lo mismo que la derecha. Este tipo de perspectiva nos lleva al aislamiento. Por otro lado, los que desde dentro del PT dicen que aquel que critica le hace el juego a la derecha, que no hay espacio para otra cosa que subordinarse a una unidad compacta. Este sectarismo es paralizante y bloquea la perspectiva de construcción de algo nuevo.

Nosotros buscamos una experiencia que atraviese estos dos sectarismos. Hay tres temas que tienen que formar parte, sin titubeos, de esta novedad en construcción. Un plebiscito para remover las medidas de Temer, porque no hay posibilidad alguna de hacer un gobierno para las mayorías si respetamos las medidas que fueron tomadas, particularmente dos de ellas: la enmienda constitucional 95, que ha congelado las inversiones sociales para los próximos veinte años; y la reforma laboral. El segundo eje, una de las deudas del PT, es la reforma tributaria en el país, única manera de cuestionar en serio los privilegios y atacar la brutal desigualdad social de Brasil. El tercero es la democracia: no solamente su rescate, sino también su profundización, a través de un profundo cambio del sistema político con eje en la participación popular

Por lo tanto, nosotros creemos que es necesario construir una nueva alternativa de izquierda en Brasil. Pero eso no significa tener la arrogancia de refutar todo lo que ha ocurrido con la vieja izquierda para postularnos como lo nuevo. Eso es carecer de visión histórica. Lo que sí creemos es que se agotó un ciclo y hay nuevos desafíos. Es hora de enfrentar en serio a los privilegios y demoler la estructura arcaica del Estado”.

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Los lenguajes de la política

“Para abrir un nuevo ciclo hay que tener la capacidad de hablar más de un lenguaje. Dialogar de manera crítica, paciente y generosa, con las experiencias progresistas anteriores. Y crear un proyecto que sea capaz de presentar una solución a la crisis, sin miedo a postularse como una alternativa real al antiestablishment. Lo primero supone una interlocución con las bases y los sectores más interesantes del PT. Lo segundo implica representar lo más positivo de las movilizaciones del 2013, que fueron incluso contra el PT.

Nosotros estuvimos en las calles en 2013. Fue algo muy complejo y no se pueden hacer lecturas unilaterales. Algunos dicen que fue el comienzo del golpe al PT; otros que era la antesala de la revolución: ni una ni la otra. Nosotros estuvimos porque el tema principal que desató las movilizaciones fue la crisis del transporte público. Durante todos estos años de boom del consumo hubo una pauperización de la vida urbana. A partir de allí quedó claro que había que mejorar la vida de la gente de la puerta para afuera, porque adentro de casa tenían plasmas y heladera llena. El desafío es conectarse con ese espíritu de rebeldía. Nuestro drama en Brasil es que el sentimiento de la antipolítica, cada vez más generalizado en las democracias liberales de todo el mundo, ha sido capturado por la derecha, por ejemplo por Trump y Macri, que son dos versiones distintas. Sin embargo, no se trata de una fatalidad. Hay lugares en donde la izquierda ha sido capaz de dialogar con esas subjetividades, proponiéndole una profundización democrática: me refiero al Frente Amplio en Chile, a Podemos en España… y otros.

Tenemos que tener audacia, sin ser arrogantes. Audacia en el programa, para proponer agendas que nadie pone, y que el PT decidió hacer a un lado. Y, sobre todo, audacia en la forma de hacer: una renovación de los métodos. Una perspectiva de futuro que sea capaz de generar esperanza tiene que poseer una nueva gramática. Pero uno no puede ser hipócrita. Los problemas de Brasil están pendientes desde hace 500 años. Para enfrentar real y profundamente las desigualdades hay que patear el tablero. Este sistema político no es viable. El único camino es poner a las mayorías en el centro del juego de la política. El Congreso no puede decidir todo. Un presidente tampoco. Una elección no es un cheque en blanco. Este modelo es lo que genera desesperanza”.

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*Por Mario Santucho y Bruno Levy Iglesias para Revista Crisis / Fotos: Midia Ninja.

Palabras claves: Brasil, Dilma Rousseff, Guilherme Boulos, Luiz Inácio Lula da Silva, Manuela D'Ávila, Movimiento Sin Tierra, MST, MTST, PT

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