El día del gol soñado
Para aquel torneo me habían convocado como arquera. Pero aquella «famosa jugada» se había ideado mucho antes, en los comienzos de nuestro equipo, Molinete. En aquel clásico ya contaba con la camiseta de mi héroe, la 12 de Torrico, y ese era mi apodo: Torrica. Como dije antes, hubo varios intentos frustrados de «jugadas Meliiiiiiiiii». Pero eso no me deprimía. Al revés, siempre me sentí segura dejando el arco solo y corriendo hacia la mitad de la cancha en busca del gol soñado.
Por Mariel Rascovan para La tinta
Todas las jugadoras de fútbol soñamos con meter un gol inolvidable. Yo tenía un gol soñado. Y un día lo logré. Se trataba de una “famosa jugada” que lleva el nombre de una arquera que representa el modelo de todas las que jugamos en ese puesto. Cuando la conocí, Meli tenía pantalones con rodilleras, guantes, camiseta de arquera… all inclusive. Yo en ese entonces, guantes prestados con olor a transpiración, a talco y encima húmedos del partido anterior, una camiseta encontrada en el placard para que no sea del mismo color del equipo y unas pobres rodilleras.
De a poco fui armando mi indumentaria y mi propia identidad en el arco; la búsqueda de sentirme mujer y jugadora de fútbol; fútbol y femeneidad, ¿cómo lograrlo? Empecé con una pollerita negra, unas medias negras, botines negros y rosas. Después fui incorporando, rodilleras negras, y, para la altura del gol soñado, ya contaba con la camiseta de mi héroe, la 12, la que viste el arquero de San Lorenzo, Torrico. Ese es mi nuevo apodo que me pusieron mis compañeras de equipo, pero en femenino, “Torrica”. No juego mucho con su estilo, pero es el arquero que en estos tiempos me representa por ser del club que tengo pintado mi corazón.
Resulta que desde los comienzos de nuestro equipo, Molinete, se armó esta “famosa jugada” con la arquera. En ese momento yo jugaba aún como defensora izquierda. Además de estar vestida como arquera, y tirar pasos de arquera, como el “quédate aquí o vete de mi lado”, Meli sacaba las pelotas como quien se pone a hacer unos fideos con tuco. Ante un córner (derecho o izquierdo, it´s the same) tenía la potencia y la claridad para avanzar hasta mitad de cancha, recibir el pase y tirar un misil hacia el arco contrario. Honestamente, no la vi muchas veces hacer “el gol”, pero lo hacía tan bien, que para mí y el resto de los mortales, era la arquera maravillasentadaenunasilla.
Volvamos al partido. En el torneo del gol soñado me habían convocado como arquera, y aunque no tuve la posibilidad de elegir dónde jugar, resultó ser más claro para la preparación mental que comenzaban días antes de cada partido. El encuentro en cuestión era un clásico, rivales históricas, Manijas-Molinete. La presión se sentía adentro y afuera de las canchas. En facebook y por Whatsapp, se venía agitando hace varios días.
El día del gol soñado, como arquera con identidad, ya vestida con la camiseta de Torrica, guantes con olor a transpiración y con la concentración en el juego, se dieron muchas situaciones en las que tuvimos que activar como equipo la “famosa jugada”, a la que vamos a llamar desde ahora “Meliiiiiiiiiiiiiiii» -aunque develemos el secreto del equipo- gritada con la voz ronca y grave de nuestro director técnico. Las indicaciones del DT representan los mandatos de mi abuelo, como cuando nos decía a mis primos y a mí: “Cerrá los ojos y mirá la pared”, cuando ya era la hora de dormir… y no había chance de otra cosa.
Cada vez que nuestro DT gritaba “Meliiiiiiiiiii” el equipo, automáticamente, se ordenaba de manera altamente sincronizada, para que cada jugadora de nuestro equipo se llevara la marca rival, abriendo así la ventana de oportunidades para que, la arquera, o sea yo, pudiera avanzar hasta mitad de cancha y hacer que pateaba como Meli.
Como dije antes, el día del gol soñado en este clásico, se habían dado varias situaciones de jugadas “Meliiiiiiiiii”, frustradas, of course. Pero eso no me deprimía. Al revés, siempre me sentí segura dejando el arco solo. Hasta llegué a sacar pelotas con la cola en pleno retroceso, evitando que nos hicieran un gol. Pero nunca estuve tan confundida en la vida, como en ese partido. De afuera escuchaba la voz de nuestro DT -o de mi abuelo- : “Avanzá-retrocedé-hasta mitad de cancha-más-menos”. Me miraba a los ojos, me hacía señas con las manos. Yo intentaba seguir sus indicaciones, hasta que me harté.
En un córner derecho a nuestro favor, que sería ejecutado por una de las mejores jugadoras de nuestro equipo -y con quién tenemos mucha afinidad dentro y fuera de la cancha- se escucha desde afuera con voz fuerte y ronca un “Meliiiiiiiiiiiiiii”. Todas las jugadoras se organizan, avanzo por la derecha de forma silenciosa y engañosa hasta mitad de cancha pensando que así las rivales… ¿no me verían? Llega la pelota hasta mí de forma muy prolija. La recibo con mi pierna hábil. La paro con la suela. La acomodo con no sé qué técnica, y sin dudar un segundo, le pego. Sale un pelotazo de mitad de cancha con la misma fuerza con la que canto Fito Paez caminando por la calle y … GOOOOOOL. Goooooool. La pelota entra al ángulo superior izquierdo. Torrica finalmente logró convertir en gol la famosa jugada armada, alias “Meliiii”.
El día del gol soñado será inolvidable y vale aclarar, a esa altura del partido, fue festejado hasta por el equipo contrario.
*Por Mariel Rascovan para La tinta / Taller de escritura y lectura sobre fútbol «La música de los domingos»