Tupac Amaru, Parte 1: Las presas políticas del cambio

Tupac Amaru, Parte 1: Las presas políticas del cambio
9 marzo, 2018 por Redacción La tinta

La pregunta acerca de qué significa ser una presa política hoy en Argentina cobra fuerza cuando recorremos Jujuy. No porque sea la única provincia donde se están violando garantías constitucionales, pero es allí donde encontramos uno de los primeros antecedente del sistema de impunidad y políticas del miedo que desembarcaron durante la era macrista. Conversamos con Patricia “Pachila” Cavana y Laura, referentes de la organización Tupac Amaru en San Salvador Jujuy. Paula, miembro del Comité por la Libertad de los presos políticos en Jujuy y un vecino que de manera anónima brindó su testimonio de lo que es vivir en Barrio Alto Comedero. Aquí, la primera entrega.

Por Débora Cerutti para La tinta

 

“No nos olvidamos de dónde venimos: de lo más bajo. No vamos a bajar los brazos. Somos tan fuertes como la Flaca para seguir resistiendo. No va a desaparecer la organización social Tupac Amaru como quiere Gerardo Morales y Mauricio Macri. Somos luchadoras, guerreras y vamos a seguir para adelante».
(Laura)

«Son muchos años, 19 años que vengo laburando junto a Milagro. Dejé una vida de mierda que tenía antes. Vi mis compañeros cómo se han roto el lomo acá día y noche laburando. Entre todos hicimos esto. Yo siempre dije, esto no lo hizo Milagro Sala, ella sola. Acá Tupac Amaru somos todas”.
(Pachila)

Con el grabador prendido, Laura empieza a cantar “Vamos Milagro, no podemos caer, luchá con más fuerza, que los jujeños estamos todos de pie, haciendo la resistencia”. Yo me quedo escuchando, entre sorprendida y atenta. “¿Sabés por qué canto?”, me pregunta. Y sin que medie silencio entre nosotras, ni tiempo para ensayar una respuesta, Laura dice: “Porque acá, frente al edificio están pasando los policías vestidos de civil y los de investigaciones y vienen a querer saber quiénes están acá. Entonces nosotras cantamos fuerte y en el canto decimos todo nuestro corazón y amor hacia ella y a todos los compañeros. Porque esta lucha se hace no de a uno, sino de a montón”.

Laura es la encargada de cuidar la sede de la organización que se encuentra en la capital jujeña. Primero con recaudos, Laura me pregunta quién soy, de dónde vengo, qué fui a hacer a Jujuy. Luego de las presentaciones, abrimos la conversación y allí me cuenta sobre algunas de las actividades que actualmente sigue llevando adelante la Tupac y las operaciones de desmantelamiento propulsadas por el gobierno de Gerardo Morales tras las detenciones arbitrarias de algunas de sus referentes, entre ellas la principal: Milagro Sala.

El 16 de enero pasado, se cumplieron dos años de su detención. Ese día, la referente de la Tupac Amaru lanzó una carta pública en la que expresó que “las operaciones del poder judicial y de la prensa para mostrarle al mundo que soy la peor de todas siguen como el primer día. Sin embargo, la única realidad es que conmigo solo empezaron una persecución feroz a todo el que piensa diferente. A medida que pasan los días vamos perdiendo la cuenta de la cantidad de presos políticos, que ya suman más de 20. Presos por querer un mundo mejor, por defender los derechos de los que menos tienen, por enfrentar las políticas de hambre y exclusión que impulsa el gobierno de gerentes de Cambiemos”.

¿Qué significa ser una presa política hoy en Argentina? Esa es la pregunta que intentamos desentramar en el paso por el territorio jujeño en épocas de carnaval, en una provincia que desde el 2015 se convirtió en un gran laboratorio provincial que va midiendo los límites de indignación y tolerancia a su sistema de impunidad. Un laboratorio que nos anticipó la implementación de las políticas amarillas en todo el país, con el incremento desmesurado de violaciones a derechos humanos, despidos masivos, desmantelamiento de cooperativas de trabajo, estigmatización de las organizaciones sociales, persecución, hostigamiento, amenazas, montajes mediáticos y torturas en las cárceles.

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Foto: Colectivo Manifiesto

Entre la memoria anestesiada, el taladro mediático y el miedo latiendo

 

“Esto está denunciado frente a organismos internacionales, pero aquí ¿dónde se hace la denuncia? El poder judicial y el aparato represivo lo tenemos encima… ¿hacer una denuncia al enemigo, al que tortura, al que encarcela?”.
(Paula)

“Se rieron Macri y Morales con los derechos internacionales cuando vino el CID, la ONU. Por qué tanto odio… porque no sabe gobernar”.
(Laura)

Me llamo Patricia Cavana y me dicen Pachila, me dice una de las presas políticas de la organización Tupac Amaru, sentada al lado de una de las piletas que todavía está en funcionamiento en los Galpones Recuperado, un espacio verde que durante mucho tiempo, fue el corazón de la organización. Previo a prender el grabador que registraría una larga charla con ella y con Paula, estuvimos conversando un rato acerca de las instalaciones y su funcionamiento, las miles de personas que transitaban por allí hasta hace dos años.

Por su parte, Paula me cuenta que pertenece al Comité por la Liberación de los Presos Políticos de Jujuy. El mismo, se formó con la intención de acompañar y visibilizar la constante violación a los derechos humanos y generar actividades que despierten en la sociedad el interés y el conocimiento acerca de la situación. Luego de las respectivas presentaciones, nos zambullimos en una conversación que nos llevó por los impactos de la violencia sobre los cuerpos de las presas.


Morales sabe donde golpear, Paula y Pachila afirman de manera contundente: “Desde que la meten presa a Milagro se hacen decenas de allanamientos en donde a la gente, a los compañeros de la Tupac se les metían a las casas, les daban vuelta todo, la policía los perseguía a los pibes en el barrio. Eso genera temor, terror, persecución y hostigamiento. Golpeó a la organización dividiendo, prometiéndole a los compañeros que trabajaban en cooperativas que no se iban a quedar sin trabajo”.


Hoy, recorrer el barrio Alto Comedero, es ver edificios vacíos, cooperativas cerradas y desmanteladas. Con los yuyos tapando la cara del Che Guevara, Bartolina Sisa, Micaela Bastidas o Tupac Amaru. “Después del gobierno actual estamos más sólos que un hongo”, nos dice Pachila. Su relato es de frustración, pero por momentos toma un impulso vertiginoso y lleno de esperanzas. Se le iluminan los ojos cuando habla del pasado y recuerda, entre tantas otras actividades, aquellos carnavales donde la comparsa Los Alegres Quemagomas convocaban a a miles de personas a las calles. Este año, decidieron organizar el carnaval nuevamente. Pero muy pocos se acercaron.

Pachila plantea que la sociedad jujeña en general, pero también muchas personas que estaban en la organización, “se olvidaron” de que lo que consiguieron fue por estar en la calle, marchando. Además de ello, hubo una defenestración pública muy fuerte a nivel mediático. La imagen metafórica es clara: una prensa taladrando a la gente, mucho ruido. Excavadoras buscando dinero enterrado, en un show mediático televisado a plena luz del día; “crearon el relato de que antes en Jujuy no se podía vivir en paz, que Milagro Sala amenazaba a la gente en la calle. Estigmatizaron a la organización y mucha gente escuchó y repitió es discurso”, explica Paula.


Lo que se suponía que no podían hacer porque implicaba violar derechos humanos garantizados en la Constitución fue realizado por el gobierno de Morales: “Él es el gobernador de Jujuy. Tiene la justicia en sus manos. Él nunca podría tenerme a mis 10 meses presa sabiendo que nunca tuve una denuncia. Él nunca podría haber agarrado a mis hijos, meterse en mi casa, ponerlos boca abajo, tenerlos 3 horas en el allanamiento sin la presencia de un mayor de edad. Y entró a mi casa e hizo eso. Mi casa, es un caso”. Pero se cuentan de a docenas.


No sólo allanamientos, las torturas en las cárceles fueron denunciadas públicamente en más de una ocasión. Al respecto, Pachila afirma que “Beto Cardoso es un compañero que estuvo preso y lo torturaron. Al sobrino de Beto lo matan en el penal. A Graciela López, cuando la meten presa, la tiran al piso, le meten una pistola en la boca, la golpean, la escupen”.

Cómo no tener miedo, cómo hacer que los medios dejen de aturdirnos, como recuperar la memoria colectiva y organizativa de un Jujuy en el que pareciera, el laboratorio de impunidad y represión funcionó tal como lo habían previsto los de arriba. Ante estas preguntas, me encuentro con la frase esperanzadora de Pachila: “Nosotras, las que quedamos tal vez estamos sumisas, calladas, distantes, pero cuando sea la hora, vamos a estar. Esto no se cayó. No se perdió. No se murió. Esto sigue. Ya va a estar el momento para empezar de nuevo”.

*Por Débora Cerutti para La tinta / Fotos: Colectivo Manifiesto.

Palabras claves: Milagro Sala, Organización Tupac Amaru

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