#DahyanaYoTeCreo: el adentro viciado, el afuera organizado
Intentamos escribir, por esta vez, una crónica de la última audiencia en el juicio a Dahyana Gorosito y Luis Oroná por la muerte de su hija Selene, pero desde las afueras de Tribunales II. Escribir desde ahí tiene una particularidad, no sólo nos permite contar lo que sucedió desde la mañana y hasta la tarde en aquél cuadradito de césped, sino poner en palabras aquellas imágenes que nuestras mentes crearon en él mientras el juicio se desarrollaba en el interior de la sede judicial.
Por Colaborativa #AbsoluciónParaDahyana
El martes 19 de diciembre tuvo lugar la última audiencia de este proceso, en la que se realizaron los alegatos de la fiscalía y de la defensa de Dayhana Gorosito y de Luis Oroná. Todo parecía indicar que por la tarde se daría la sentencia, pero la larga jornada obligó a ir a un cuarto intermedio hasta el jueves 21/12, a las 9.30.
La Mesa de trabajo por la Absolución de Dayhana Gorosito había convocado a una vigila en las afueras de Tribunales II, con un desayuno a la canasta, bandas invitadas y una gran olla popular. La convocatoria fue muy numerosa y múltiples organizaciones sociales, civiles, políticas y medios alternativos asistieron.
Esperar fuera del recinto en donde se suceden los alegatos del juicio implica aguantar, casi sin información pero con mucha ansiedad, largas horas hasta que algo de lo que pasa adentro logra calar ese gran edificio de concreto y llega hasta nosotras.
Tribunales II está construído como un gran buque (sí, tiene forma de buque) impenetrable, que está allí para recordarnos que, frente al Poder Judicial, las de a pie somos insignificantes. Ayer, al contrario, por momentos las de afuera nos sentimos más grandes que ese bodoque gris y frío, y con nuestros cánticos atravesamos sus paredes y llegamos hasta la sala. Al menos, eso sentimos, y eso vale casi tanto como haberlo logrado realmente.
La convocatoria fue temprano para que cuando llegase Dayhana pudiésemos transmitirle algo de nuestra fuerza, para que se la lleve y la administre adentro, en dónde nos imaginamos existen una especie de bichitos que te roban la energía y la fuerza feminista. Por las dudas de que nuestros imaginarios se hagan realidad, hicimos una recarga extra que le dure todo el día. Y así, el adentro cerró sus puertas, y la audiencia empezó. No sin dejar a algunas de nosotras afuera, como hasta ahora venía pasando: las reglas se imponen sólo porque sí y son cambiantes.
El adentro golpea
El primer golpe para el afuera llegó rápido, cuando escuchamos a un corresponsal de otro medio hablar sobre el cambio de carátula de la causa. El fiscal Mariano Antuña pidió cambiar la imputación, de homicidio calificado a homicidio culposo. Enseguida comenzamos a googlear qué significaba eso, y qué implicancias podría tener para Dahyana. El cambio de carátula era tanto para ella como para Oroná. En el homicidio culposo, “es la negligencia, imprudencia o la omisión de los deberes a cargo del sujeto lo que lleva a un desenlace fatal”, nos dice alguien que sabe en la internet. La pena, de uno a cinco años.
Dos cosas nos pasó por el cuerpo. La primera, la indignación de que sea una calificación compartida para ambos, que no reconoce a Dayhana en una situación de vulnerabilidad distinta a la de Luis Oroná como autor material. El fiscal Antuña puso en la misma bolsa a Dayhana y a su ex pareja violenta, aquella a la que los testigos se encargaron de desenmascarar en el armado de una coartada, mientras Dayhana yacía puérpera y esposada a la cama de un hospital. Las cinco audiencias desaparecieron frente a sus ojos.
Lo segundo, un alivio (pasajero y superficial) que transformaba al peor escenario que nuestras mentes se habían encargado de ocultar en uno mejor. La opción ya no era la cadena perpetua, sino una pena máxima de 5 años, de los cuáles Dayhana ya cumplió, injustamente, uno. Aún así, el mejor escenario, siempre, es su absolución.
El segundo golpe fue más duro y certero: un cable con un extracto del alegato nos dejó perplejas, el afuera calló, y los ánimos de desplomaron. “Un par de golpes no son violencia de género”, dijo Mariano Antuña. Pero siguió, desacreditando a las peritos, psicólogas y trabajadoras sociales que declararon en el juicio. Él se puso en un lugar del saber más que ellas, él sugirió que las especialistas que con años de estudio y validación profesional (una de ellas trabaja en el Polo de la mujer como Psicóloga) habían sido “manipuladas” por Dayhana. Su machismo brotaba y llegaba hasta nuestro lugar, cuando la acusaba de “mala madre” y la comparaba con otras mujeres de su vida, a las que les atribuía cargas y valoraciones que sólo podemos denominar como patriarcales, misóginas y machistas.
Cuando el fiscal terminó su alegato, pasaron a un cuarto intermedio. El adentro salió, y pudimos compartir y sentir sus dolores. Durante casi dos horas, Dayhana y sus seres queridos habían tenido que soportar las acusaciones perversas del fiscal, quien hizo retroceder la lucha feminista al menos unos 100 años. No hablamos, no nos miramos. El llanto de Dayhana, rota de dolor por tener que soportar esas palabras, se sentía hasta nosotras, que no pudimos hacer más que llorar también de bronca y dolor.
Ahí, en ese desamparo, nos imaginamos a Victoria Aguirre, quien tuvo que pasar dos veces por lo mismo frente a una fiscal que constantemente la cargó con el peso de las instituciones y mandatos patriarcales, sobre sus hombros corroídos por la pobreza y la violencia. Victoria espera también su sentencia para el 21 de diciembre.
Unos minutos después entraron, cerraron sus puertas, y todo comenzó otra vez. La incertidumbre, el pánico. Sabíamos que ahora le tocaba el turno a los abogados de Dayhana, y eso nos dejaba tranquilas, al menos por un rato. El adentro nos decía que eran impecables, que estaban dejando en ridículo al fiscal. Pero los ánimos no remontaban. De pronto, llegaron las Rimandas Flores del Desierto, y nos rapearon hasta sacarnos una sonrisa con sus historias de lucha y furia feminista.
La olla popular calmó la ansiedad de los estómagos y de los corazones, y compartimos un almuerzo multitudinario que muchas compañeras prepararon ahí mismo. La radio abierta sonaba de fondo, aunque a veces se perdía frente a las imágenes que construíamos en nuestras mentes sobre lo que estaba pasando adentro. Imaginamos diálogos, posturas, reacciones de los jurados populares.
De nuevo, nuestra calma duró poco, cuando nos llegaron los partes de los alegatos del abogado de Oroná. Gastón Schönfeld, letrado que trabaja en el Estudio Jurídico Nayi, se hizo eco de las declaraciones del fiscal y se sintió habilitado para hacer comentarios que, desde afuera, no podemos ni siquiera reproducir.
Las que hemos estado dentro sufrimos la mirada constante de los policías que, en pos de mantener la “santidad” de una sala de audiencias, nos apercibieron por tomarnos de las manos durante los momentos más feroces, por tomar agua, y hasta por descruzar las piernas. “Sentate como señorita, esta es una sala en donde se necesita decoro”. Por dentro pensamos, ¿estará la policía pidiéndole al abogado y al fiscal que guarden “decoro”, que cuiden la moral y la santidad de ese espacio mientras decían semejantes barbaridades? Capaz que hoy no le tocaba trabajar.
“Situaciones en las que un hombre rompe objetos o trata de ‘hija de puta’ a su pareja mujer son propias de una relación de pareja ‘normal’ en Argentina. No constituye indicador de violencia de género”. No lo creemos, pensamos que iban a salir a decir que todo era un chiste. En una sala dentro de la supuesta “meca” de la Justicia no podían estar diciéndose semejantes cosas con tal desparpajo.
La ansiedad nos mataba hasta que lo comunicaron: cuarto intermedio hasta el jueves. La vigilia no iba a terminarse a las 18 como lo marcaba el evento de Facebook, iba a extenderse dos días más. Lloramos, de angustia, de bronca, de nervios, de todo.
De pronto, alguien grita que Dayhana está saliendo por las escalinatas, y corrimos. La vimos, nos abrazamos, aplaudimos y cantamos. En ese momento, nos dimos cuenta. El verdadero lugar de lucha estaba afuera, en donde estuvimos siempre nosotras, aguantando. Fue y será la calle la que lleve la bandera que denuncia a la justicia machista y patriarcal, porque el adentro está viciado. Nos acordamos que a Dayhana la sacamos de la cárcel todas juntas, y nos volvimos a abrazar.