Una lista que no para de cesantear
Son 29 los trabajadores despedidos de la Fábrica Militar de Río Tercero que engrosan el número de 300 empleados públicos echados en Fabricaciones Militares a nivel nacional desde que asumió la gestión Cambiemos. Con una carpa instalada en la plaza principal de la localidad riotercerense, los trabajadores piden la reincorporación inmediata y la reactivación de la producción.
Por Débora Cerutti para La tinta
Vos entrás, vos no entrás
El viernes 15 de diciembre, 29 trabajadores recibieron un llamado telefónico de los jefes de sección de la Fábrica Militar Río Tercero diciéndoles que tenían una mala noticia para darles: a partir del lunes 18 no podrían ingresar a la fábrica, porque se prescindía de sus servicios.
Al día siguiente se juntaron en la sede del sindicato de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) en Río Tercero y decidieron presentarse a trabajar ya que no habían recibido ninguna notificación formal de sus despidos.
A las 7 de la mañana del lunes 18, se comenzó a armar tumulto en la portería: en medio de un ambiente de mucha tensión, de lágrimas y broncas, la lista con los nombres de los despedidos fue leída en voz alta. Los trabajadores que habían podido entrar no se quedaron callados y en un gesto de solidaridad, permanecieron en la portería, de ambos lados de la reja que cerca el ingreso/salida, mientras el coronel Rafael Guerrero a cargo de la planta militar y con pocos meses en su rol, inmutable dijo que no iba a dar explicaciones por los despedidos.
Mario de Luca es uno de los trabajadores cuyo nombre estaba en la lista negra de los cesanteados. Hacía 3 años que trabajaba en la fábrica, en la planta de nitrato de amonio. Y recuerda los hechos de esa mañana: “Cuando llegamos, los de seguridad tenían una lista en las dos porterías, la 1 y la 2 de los 29 que no podíamos ingresar. Sin notificación sin nada. Los telegramas nos los entregaron en el correo cuando fuimos a hacer un descargo porque no podíamos entrar ahí. Hicimos una manifestación con la familia y los compañeros que estaban adentro donde tuvimos la represión de la policía, tiraron gas pimienta, tiraron balas de goma”. El telegrama escueto agradecía los servicios prestados y les anunciaban a los trabajadores que sus contratos no serían renovados, y entre líneas se podía leer que les deseaban una feliz navidad y próspero año nuevo sin pan dulce ni sidra.
Una fábrica en marcha
Ese mismo lunes 18, una marcha multitudinaria colmó las calles de Río Tercero, ciudad que rara vez se moviliza, a excepción de los pedidos de justicia por las explosiones ocurridas justamente en la Fábrica Militar en 1995, cada 3 de noviembre. Esta vez, el motivo fue solidarizarse con los 29 despedidos y exigir su reincorporación. Alrededor de 3000 personas culminaron su caminata en la plaza San Martín del centro de la ciudad, donde lxs trabajadorxs despedidxs armaron una carpa junto con ATE, y dieron inicio a una semana de lucha.
Al respecto, Mauricio Páez, uno de los 29 despedidos manifestó que ver a tantas personas de Río Tercero en la marcha, le dio esperanzas de ser reincorporado. Además nos contó que se ha creado un comité multisectorial donde están “en constante comunicación y organizando para hacer fuerza y luchar todos juntos por la reincorporación de todos los compañeros despedidos”.
Ese mismo lunes 18 de diciembre, mientras los trabajadores despedidos en Río Tercero marchaban, en varias ciudades se gritaba no a la Reforma previsional, en el Congreso hacían oídos sordos y avanzaban los uniformados baleando cuerpos, quitando ojos, golpeando jubiladas, militarizando las calles.
Fabriqueros con contratos basura
¿Qué se puede hacer en una fábrica militar? ¿Cómo resignificar ese espacio y hacerlo un espacio productivo donde no se encubran ventas de armas, ni se fabriquen proyectiles para guerras? ¿Cómo se producen las transiciones en estos espacios que ocupan predios gigantes, que tienen cientos de maquinarias específicas donde trabajan sujetos que poseen habilidades, también específicas? Pero aún antes de eso, ¿qué hacemos ante el vaciamiento de lo público estatal y los trabajadores que son echados “con una mano atrás y otra adelante”?
Cristian Colman, Secretario General de Ate en Río Tercero es fabriquero desde hace 34 años. Y nos explica que esto ya ocurrió en el año 1996, pero le da un tono de mayor gravedad a lo ocurrido este año: “Cuando pasó en el 96 éramos efectivos y nos íbamos con una indemnización. Ahora nos están echando con una mano atrás y otra adelante”. Nos cuenta que el promedio de años trabajados de los despedidos es de 14 . Algunos fueron contratados hace casi 20 años de manera consecutiva, del 1 de enero al 31 de diciembre. Ante estos despidos, no sólo el sueño de ser pasados de contratados a planta permanente se desmoronó de los imaginarios de lxs trabajadorxs. Los derechos básicos volaron por los aires cual proyectiles.
El abuelo de Mauricio Páez trabajó en la fábrica militar, allá cuando existía la escuela de aprendices. El joven lo recuerda y se afirma en la identidad de fabriquero. Cuenta que es auxiliar profesional en el área de gestión de calidad, un área clave para la generación de las certificaciones que permitan a la fábrica seguir funcionando. Si no hay nadie que certifique la calidad de lo que se hace, los actuales clientes posiblemente se pierdan. Desde allí manifiesta su preocupación, no sólo por la pérdida de su trabajo, sino también por el futuro de sus compañeras y compañeros.
La decisión política es lo que falta. Cristian Colman afirma que “la de este gobierno es cerrar todo lo que es planta estatal. Esto conlleva a que en un futuro no muy lejano viene el despido para todos”. Al respecto, Mauricio acota: “No es culpa nuestra que la Fábrica Militar hoy no tenga trabajo. Si a nosotros nos dieran libertad y recursos económicos para trabajar, seguramente se podría producir mucho más de lo que se está produciendo ahora y no tendríamos estos despidos. Porque se puede hacer cualquier cosa en la fábrica”.
Esta afirmación trajo recuerdos a mi memoria. Mi abuelo Luis trabajó muchos años de su vida en la Fábrica Militar de Río Tercero y un día me contó que en las instalaciones de la fábrica hacían juguetes de madera para niñas y niños, allá por la década del cincuenta cuando Eva Duarte se ocupaba de las infancias pobres.
Los fabriqueros y fabriqueras pueden producir explosivos, municiones, productos químicos para fumigar o bien equipamientos para ferrocarriles, juguetes, elementos para reparar puentes. Decisión política, decíamos: lo que hay que decidir es qué fabricar, para qué y cómo. Algunas empresas recuperadas por sus trabajadores despedidos como Zanón, se hicieron estas preguntas hace unos cuantos años ya. Quizás haya que recuperar sus pasos ante este ajuste que crece sin cesar.
*Por Débora Cerutti para La tinta / Foto de portada: Colectivo Manifiesto.