Cataluña: “No nos planteamos volver a declarar la república, nos planteamos volverla realidad”

Cataluña: “No nos planteamos volver a declarar la república, nos planteamos volverla realidad”
21 diciembre, 2017 por Redacción La tinta

Este jueves, las catalanas y catalanes deben votar el nuevo Parlamento en unas elecciones convocadas en el marco de la intervención de la región y con los principales candidatos del independentismo presos o exiliados. Desde la CUP, partido independentista de izquierda, la ex diputada Mireia Vehí, habló con La Tinta sobre las consecuencias de la represión vivida el 1-O, la frágil situación de gobernabilidad que rodea a estos comicios, y los dilemas del poder que pone en juego el proceso soberanista.

Por Lucía Maina para La tinta

Las elecciones que hoy se celebran en Cataluña parecen estar muy lejos de constituir una salida al conflicto que la región arrastra desde hace años y que en los últimos meses se agudizó hasta llegar a la intervención por parte del gobierno español. Con un Parlamento disuelto, un gobierno destituido, candidatos presos y exiliados, este jueves lxs catalanxs irán a las urnas en unos comicios considerados ilegítimos por los partidos independentistas, la mitad de los que se postulan.

La última experiencia de ir a las urnas que vivió Cataluña fue la del referéndum del 1 de octubre, que estuvo acompañado por una represión en la que hubo unas mil personas heridas. Unos días después, en función de ese resultado, el parlamento catalán declaró la independencia, que rápidamente fue anulada por el gobierno de Mariano Rajoy con la aplicación del artículo 155 de la Constitución, que continúa hasta el día de hoy, cuando se celebran las elecciones convocadas en el marco de la intervención.

Además del clima de incertidumbre que ya se vive en la región, las últimas encuestas indican un empate entre el conjunto de las fuerzas independentistas -que incluyen a Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Junts Pel Sí (partido del presidente destituido Carles Puigdemont) y la Candidatura de Unidad Popular (CUP)- y el resto de los partidos, entre los cuales el partido de derecha Ciudadanos es quien cosecharía más votos. Esto implicaría que ninguno de los dos sectores, independentistas y no independentistas, alcanzaría la mayoría absoluta en el Parlamento, que es además el encargado de designar al próximo presidente de la comunidad. A su vez, las internas hacia dentro de ambos bandos vuelven difícil asegurar los pactos de gobernabilidad necesarios. A todo esto se suma la incógnita sobre las posibilidades reales de ejercer la presidencia por parte de los candidatos independentistas que se encuentran primeros en las encuestas: Oriel Junqueras, de ERC, que se encuentra preso, y Carles Puigdemont, exiliado en Bruselas.

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Foto: Lucía Maina

Mirei Vehí, de la CUP, fue una de las diputadas que fue destituida cuando se disolvió el Parlamento en octubre pasado. En diálogo con La Tinta habló sobre el clima de incertidumbre y violencia que se vivió en los últimos meses, el rol que ha ocupado el poder económico en este proceso y el proyecto de país que defiende la izquierda independentista. Además, sostuvo que en este contexto, mucho más que estas elecciones, lo que importa es la construcción de poder popular: “Solo desde la recuperación de la soberanía y de la capacidad de gobernar el país se puede hacer frente a este poder”.

—¿Cómo se han vivido estos últimos tres meses en la población catalana, después del referéndum del 1-O, la represión ejercida aquel día, la declaración de la independencia, y luego la intervención de la comunidad por parte del gobierno español?

Lo que empieza como un proceso independentista y de autodeterminación de uno de los pueblos del estado español -un proceso que lleva décadas gestándose, desde la misma génesis del estado pos dictadura ya que nunca acabó de irse el fascismo-, acaba siendo una demostración popular de la voluntad de cambio. Esto es lo que fue el día 1 de octubre, cuando el estado responde con muchísima violencia ante la gente que defiende las urnas con el cuerpo y con auto organización. Y además se responde a la represión de forma popular con huelgas generales colectivas, al margen de los grandes sindicatos que también han tenido un papel de pactismo y de reproducción del status quo.


Por tanto, nos plantamos a una declaración republicana con una calle activadísima y un poder popular desbordante, pero con un gobierno muy débil, que había planificado la ruptura en una lógica de pacto que era imposible con un estado como el español. Y el estado, aparte de responder con fuerzas de ocupación, extrema derecha y monarquía, responde también con la aplicación del artìculo 155 de la Constitución, que supone la aniquilación de las instituciones catalanas y supone también la declaración de unas elecciones que nosotros consideramos ilegitimas. Y ahora estamos aquí: mañana (por hoy) hay elecciones.


Unas elecciones a las que concurren todos los partidos independentistas, incluso la izquierda independentista con un proyecto político revolucionario. Y nos plantamos a unas elecciones que van un poco mas allá del proyecto independentista, que ya tienen un carácter de democracia o reproducción del régimen, por tanto se espera una participación altísima y también un día conflictivo, con problemas con la extrema derecha y de garantías democráticas en estos comicios.

—¿Cómo influyeron estas situaciones en el sector independentista? ¿Qué implicó este proceso para la coalición de los partidos independentistas, que en estas elecciones van separados?

En las últimas elecciones, las del 27 de septiembre, Esquerra Republicana y el Partido Demócrata iban juntos en una coalición que se llama Junts Pel Sí, y la izquierda independentista, nosotros de la CUP, íbamos por separado porque tenemos un proyecto político a las antípodas de lo que era Junts Pel Sí. Aun así, en el marco del estado español, es muy difícil hacer políticas transformadoras y por tanto nosotros entendemos que solo con soberanía se pueden hacer. Ahora las tres fuerzas independentistas van separadas porque cada una tiene una proyección distinta de lo que debería ser esta república catalana, aunque con un espacio de encuentro muy claro que es el rechazo a la violencia del estado, a la aplicación del 155 y la demanda de la liberación de los presos. Pero este frente anti represivo no implica que se comparta un proyecto de país, por lo tanto para nosotros es muy importante que la izquierda independentista pueda marcar un camino de izquierda con un carácter descaradamente anticapitalista, feminista y socialista.

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Mireia Vehí

—¿Qué expectativas tienen en cuanto a las elecciones? ¿Podría el independentismo alcanzar la mayoría en el Parlamento?

Sí, pero para nosotros esto no es todo. Nosotros nos presentamos a estas elecciones con la premisa de hacer república, que pasa por recuperar todas las soberanías, y esto implica recuperar la propiedad de los sectores estratégicos, de las infraestructuras, de los servicios públicos que están privatizados, y por tanto solo llegaríamos a pactos o a espacios de encuentro político desde esta lógica. No nos vale un independentismo vacío de realidad material. En caso de que eso no fuera posible nosotros vamos a ir a hacer ingobernable el Parlamento. Por tanto, no solo es que ganen las fuerzas independentistas. Es que las fuerzas independentistas tengan en claro que la única manera de hacer concreta la república es hacerla material, desde una lógica de análisis marxista clara. Porque la realidad nos ha mostrado que por más que se declare una república, si no hay capacidad material de gobernarla y de gestionarla es imposible.

—En el nuevo Parlamento que se conformaría, ¿es posible que se declare nuevamente la independencia como se hizo hace dos meses, de manera unilateral?


Para nosotros, la independencia está declarada, lo que no es real materialmente. Por lo tanto, nuestro paradigma es partir de esta declaración republicana y continuar haciéndola real: no nos planteamos volver a declarar la república, nos planteamos volverla realidad. Por eso decía que para nosotros es una cuestión de soberanía material, no de declaración política, que ya se ha hecho.


—En cuanto a las elecciones, ¿si un sector no alcanza la mayoría, las votaciones tendrían que volver a repetirse?

Hay pactos de gobierno inviables. No va a ser fácil que haya gobierno, en el ámbito del indepentismo se puede ganar pero nosotros no estamos dispuestos a hacer pactos a cualquier precio. Y en el ámbito unionista tampoco va a ser fácil porque ellos se pelean por el poder. Digamos que hay una pugna por la gobernabilidad de Cataluña. Por lo tanto, es posible que si en el tiempo que establece la ley no hay investidura, vuelva a haber elecciones en tres meses. Y de hecho para nosotros es una opción hacer ingobernable el Parlamento, porque entendemos que la situación no es de normalidad y por tanto no hay que ir a hacer política autonómica, la política que habíamos conocido hasta ahora desde la lógica parlamentaria normalizada.

—Mencionabas ciertos temores en cuanto a los conflictos que puede haber mañana. Teniendo en cuenta además que hay políticos presos y exiliados, incluso entre los principales candidatos del independentismo ¿Cómo se están viviendo los momentos previos a las elecciones en este contexto? ¿Qué pasaría, por ejemplo, si Junqueras fuera elegido President estando en prisión?

Las consecuencias de la violencia del aparato del estado español son muchísimas: se ha disuelto el Parlamento; se ha cesado el gobierno y se ha encarcelado a la mitad de sus miembros, aunque ahora algunos están en la calle, otros en el exilio, hay gente en la cárcel; se han despedido a mas de 190 personas que trabajaban en el gobierno; se han disuelto más de 24 organismos públicos; el día 1 de octubre hubo mil heridos; hay más de 800 cargos electos investigados por intentar ejercer el derecho a la autodeterminación. Por lo tanto, el panorama es devastador. Además aquí contamos con la extrema derecha, como mecanismo que también utiliza el aparato del estado: ha habido más de 130 agresiones del facismo en tres meses. Por eso, la única salida es la soberanía en todos los sentidos, porque sino la violencia no va a cesar y no vamos a poder sacar a los presos ni aunque ganen las elecciones. Estamos ante un dilema clásico de poder, ante un estado que está dispuesto a utilizar toda la violencia y al otro lado un pueblo que actúa desde una lógica de desobediencia civil pacífica y desde una lógica democrática, un gobierno legítimo destituido. Por tanto solo desde la recuperación de la soberanía y de la capacidad de gobernar el país se puede hacer frente a este poder, el dilema es este: el dilema clásico de las izquierdas alrededor del poder. Y lo importante es que todo esto ha permitido desvestir al poder y verlo claro: a veces cuesta identificar cuáles son las consecuencias de las desigualdades, de las realidades sociales. En este caso nosotros tenemos el poder claro delante y hay que activar todos los mecanismos para hacerlo efectivo. Y eso implica ganar unas elecciones, es cierto, pero también implica voluntad política de materializar y de conectar con el poder popular como garantía, porque por mucho que se ganen las elecciones, igual que se ha declarado la república, por mucho que la institución vaya al límite, sin el poder popular de la mano es imposible. Nosotros no podremos nacionalizar el puerto si no está la población dispuesta a ocuparlo.

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Foto: Lucía Maina

—¿Cómo perciben que impactó en la población y en el apoyo al independentismo los hechos que se vivieron en el último tiempo, que han hecho justamente más real la declaración, al vivir la represión y lo que pasó económicamente, por ejemplo, en cuanto a la salida de grandes bancos y empresas de Cataluña? ¿esto ha hecho crecer ese poder popular o ha generado que mucha gente se echara atrás?

La evidencia de que el proceso de autodeterminación en Cataluña es un combate al poder es que todas las entidades de poder económico se han puesto en contra. La Unión Europea, el Ibex 35, que es como el club de las empresas en el estado español, etc. Ha habido muchísimo chantaje de bancos, inmobiliarias, aseguradoras, amenazando de cambiar la sede social, que finalmente lo hicieron un 15% de las que amenazaron con hacerlo, según datos del registro de empresas mercantiles. La amenaza era mucho más que la realidad. Aun así, el estado español aprobó en un consejo de ministros un decreto para facilitar el cambio de sede de las empresas. Se ha generado mucho miedo, eso es cierto, mucha sensación de crisis, amenazaron con un corralito a la argentina pero también se ha evidenciado que el poder económico es el enemigo de la voluntad popular y de un pueblo que ha decidido decidir.


Y esto ha cambiado muchas cosas, ahora en Cataluña la situación es irreversible, no se va a poder volver atrás. El estado no va a poder ser de golpe una institución simpática, el Ibex 35 no va a ser nunca mas un grupo de empresas que ayudan al crecimiento del país, al contrario. La gente tiene clarísimo que actúan en contra de los intereses del pueblo.


Cuando fue lo del 1 de octubre o las huelgas generales y la gente ve que estos sectores se ponen en contra, esto insufla energía y convicción al movimiento popular. Movimiento popular que es totalmente transversal, en términos generacionales y de clases. No estamos hablando solo de clases populares, las clases medias también están firmemente convencidas de que el poder económico va en contra de los intereses del pueblo. Esto da la capacidad no solo de responder en términos populares sino también de imaginar un país nuevo, una república donde el tejido productivo pueda ser cooperativo, estar al servicio de las personas, una lógica de construcción del país donde la vida esté en el centro.

—Uno de los temas más complejos o sensibles en relación a este conflicto es el nacionalismo, que se pone en juego y por momentos se expresa como concepto y como sentimiento tanto en el españolismo como en el independentismo catalán ¿Cómo analizan esto desde las CUP?

Para la izquierda independentista el proyecto de autodeterminación no es nacionalista, desde una lógica de identidad nacional, sino de recuperación de soberanías y de construcción colectiva de un proyecto de país. No es un nacionalismo derivado de una lógica de estado nación, es una propuesta de independencia en todo sentido, tanto nacional como social. De hecho, ahora mismo la lucha social de clases en Cataluña se da vía la independencia nacional, porque es esta la que nos permite liberarnos del estado español como elemento de poder y como cárcel de pobres y de pueblos, como le llamamos nosotros. Por otro lado, el españolismo y el unionismo, que no los pueblos del estado español, usa la retórica nacionalista en el sentido más rancio del término, y de hecho trata de inocular en Cataluña un conflicto nacional identitario. Para nosotros la fractura social de la que hay que hablar es que la Caixa, que es uno de los bancos más importantes de aquí, en menos de un año tiene más de 1.100 millones de euros de beneficios mientras tenemos más de un millón y medio de personas en situación de pobreza. Esta es la fractura social que hay que revertir desde un proyecto político revolucionario. Y por tanto explicar las veces que haga falta, sobre todo fuera de aquí, que lo nuestro no es un tema nacionalista, no es un cambio de bandera, sino la capacidad de un pueblo de gobernarse a sí mismo.

—Pero en algunos casos sí pueden verse ciertos aires nacionalistas en sectores independentistas más ligados a la derecha, como el partido del ex president Carles Puigdemont

Lo primero que hacemos nosotros cuando entramos en el Parlamento en 2015 son dos elementos fundamentales que explican el carácter popular de todo esto. Lo primero es una batalla para que el señor Artur Mas, que era el candidato del Partido Demócrata, no fuera presidente. Este señor era la cara viva de los peores recortes sociales, de la corrupción, y nosotros desde el independentismo cortamos esa posibilidad y ahí aparece Puigdemont. La segunda cosa que hacemos es tumbar los presupuestos por austericidas y neoliberales. Por tanto, Cataluña ha virado a la izquierda y el gobierno de Junts Pel Sí no ha sido lo bastante de izquierda para responder a las necesidades del país, pero si ha tenido que girar a la izquierda también porque el país se lo pedía. El gobierno de Puigdemont, ideológicamente a las antípodas de la izquierda independentista, ha tirado adelante medidas que en 40 años de historia del estado español habían sido impensables, medidas alrededor del acceso universal a la sanidad, por ejemplo, o la renta garantizada de ciudadanía. Y esto no ha sido mérito de la derecha catalana, ha sido mérito del país, que ha girado a la izquierda. Y esto sirve también para explicar que en Cataluña ha pasado lo que ha pasado porque la gente lo ha forzado, no porque el gobierno quisiera. El gobierno, el día del referéndum al medio día, quería pararlo, y fue la gente quien lo mantuvo y lo sostuvo. Ellos se tuvieron que amoldar. Esto no es un proyecto de la derecha y la burguesía, de hecho la burguesía y todas las empresas se han puesto en contra.

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Foto: Lucía Maina

*Por Lucía Maina para La tinta / Foto de portada: Lucía Maina

Palabras claves: Catalunya

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