Sindicato de Culinarias: mujeres en la lucha del pueblo boliviano
La historia oficial que aparece en los manuales de estudio nos cuenta sobre aquellos hombres que sortearon con éxito las injusticias propiciadas por un capitalismo salvaje y forjaron a las naciones latinoamericanas actuales. Siempre aparecen esos hombres blancos, de las élites de las grandes ciudades, entrenados en la batalla y vestidos de manera impecable con sus uniformes militares. Pero existen historias contadas con otros lenguajes, que derriban el relato hegemónico y rompen con los tradicionalismos. Tal es el caso del Sindicato de Culinarias, ejemplo de la lucha nativa e indígena de las mujeres bolivianas que, organizadas, supieron poner freno a los atropellos de la oligarquía paceña.
Por Gustavo Díaz para La tinta
Así nos trasladamos a Bolivia, más precisamente a la ciudad de La Paz en la década del 30`, época marcada por la emergencia de organizaciones socialistas y anarquistas que fueron gestando una cultura antagónica que incluía un ideario de derechos en educación y reivindicaciones, como las jornadas laborales de ocho horas, los derechos de las indígenas en la ciudad y el amor libre y laico. Pero en paralelo, la lucha de los movimientos sociales y obreros era fuertemente reprimida y censurada por el gobierno que respondía a una sociedad de privilegios, oligárquica y criolla, respaldada por los Estados Unidos.
Entre tanta doctrina anti obrera, una prohibición municipal fue la gota que rebalsó el vaso y dio nacimiento a uno de los movimientos de lucha de mujeres de nuestro continente, poco conocido tal vez, por la reivindicación de sus derechos: El Sindicato de Culinarias.
Segregación y maltratos: la creación del sindicato
Formada por trabajadoras asalariadas del hogar, la lucha de esta organización fue la inspiración para la creación de varios sindicatos de mujeres, y además condujo al resurgimiento de la Federación Obrera Femenina (FOF). Durante más de 20 años, las culinarias libraron un sinfín de batallas. La mayor y más reñida, sin dudas, fue en contra de la discriminación propiciada por la burguesía paceña que mantenía al campesinado bajo prácticas esclavizantes.
Las noticias de aquel entonces, publicadas en la prensa gráfica, daban cuenta del calvario que vivían las mujeres que trabajaban en las casas:
“Porque no hizo una sabrosura huarjata, recibió nutridos palos la cocinera”
“Una criatura es salvajemente flagelada por su patrona”
“Entre otros sistemas de castigo, una cruel patrona aplicó el de la plancha caliente”
Y como éstos, centenares de titulares mostraban las vulneraciones, tanto físicas como psicológicas, que sufrían en las casas de la casta dominante.
Para aquel entonces el único medio de transporte masivo en La Paz era el tranvía que, ya configurado discriminatoriamente, se dividía en dos clases. La primera era para las amas de casas o “señoras”. La segunda era para la clase popular, que incluía a las mujeres de “pollera” que tenían prohibido acudir a los otros vagones.
Esta segregación era insostenible debido al tamaño del sistema ferroviario, pero parecía que el acto discriminatorio no era suficiente. Para el 31 de julio de 1935, por un pedido de “las señoras”, el municipio resolvió el siguiente decreto:
«Evitarse las infecciones en los tranvías.
Queda terminantemente prohibido permitir la subida a los coches con cualquier bulto voluminoso que pueda entrar en contacto con los demás pasajeros, así como las personas con muestras visibles de desaseo o cuyas ropas puedan contaminar a los demás pasajeros o despidan mal olor. Cualquier pasajero tendrá derecho a que los cobradores hagan salir del coche a tales personas”.
La medida indignó a las mujeres trabajadoras, que se congregaron en los mercados para comenzar a gestar cómo contrapesar aquel dictado. Hacían hasta lo imposible para salir de las casas, donde además de trabajar largas horas eran maltratadas. Así se formó el Sindicato de Culinarias un 15 de agosto de 1935, con Petronila Infante, conocida como “Doña Peta”, como una de sus referentes principales, quien se preguntaba: “¿Por qué no podemos subir a los tranvías cuando los tranvías están para las cholas?, no para las señoras; las señoras ocupan automóviles, el tranvía es para las que trabajamos”.
Las masivas y sentidas manifestaciones de las culinarias fueron sustanciales. Al final, las autoridades dieron marcha atrás con el dictamen y nuevamente ellas pudieron trasladarse en el tranvía.
Mujeres organizadas y en lucha
El fenómeno de las culinarias llamó la atención a toda la ciudad. Luego de aquel suceso, muchas mujeres adhirieron al sindicato y en paralelo se organizaron otros, como el de Las Floristas.
Desde el brazo conservador boliviano se las empezó a acusar de comunistas. Comenzó una persecución política e ideológica por parte del gobierno y muchas de ellas terminaron encarceladas, pero no pudieron frenar su lucha. Uno de los logros más grandes fue en 1941 cuando el Sindicato, a través de una petición a la Cámara de Diputados, logró la creación de casas-cunas gratuitas para que las madres pudiesen ir a trabajar mientras que sus “wawas” se quedaban en las guarderías.
El Sindicato de Culinarias, en una época marcada por el machismo y la discriminación, supo obtener el reconocimiento de los derechos fundamentales para un “buen vivir”. Ya para el final de la década del 50`, con las fuerzas militares acechando la esfera política y el régimen dictatorial de Barrientos que fulminó el fuero sindical, se dio fin a esta organización.
Las Culinarias son parte de la historia de lucha de muchas mujeres organizadas de nuestro continente, salieron del ámbito privado y doméstico para organizarse y así comenzar una revolución nativa y comunitaria.
*Por Gustavo Díaz para La tinta.