Eso que llamamos justicia, eso que llaman Justicia
Lucía Pérez, Victoria Aguirre, Melina Romero, Dahyana Gorosito. Cuatro mujeres. Dos de ellas asesinadas. Las otras dos, acusadas de la muerte de sus hijas que casualidad o destino, se llaman Selene. Las seis, víctimas de eso que llaman Justicia con mayúscula. Esa que sabemos llena de buitres negros. Esa que tiene sus cimientos en el patriarcado y el Estado. Esa que hace muy poco tiempo empezó a ponerse tibiamente los anteojos violetas y hablar de femicidios. Y que apenas en algunos casos, se acerca a eso que llamamos justicia.
Por Redacción La tinta
El femicidio de Lucía
“El mismo domingo que Lucía Pérez pasó de la vida a la muerte, en Rosario reprimían a mujeres, adolescentes y jóvenes con balas y fuerza bruta. Los muros y los foros se llenaban de voces a favor y en contra: que las tetas al aire, que los graffitis, que cuán sucias son las mujeres cuando se juntan por miles, que si la iglesia, que la policía, en fin…puros “que”.
En la morgue de un hospital un cuerpo muerto ya no se llamaba Lucía, ni tenía presente: no terminaría el secundario, no tendría hijxs, no recorrería el mundo, no sonreiría más.
Hay algo que no estamos viendo, me parece.
Yo estoy muda: solo escribo.
A los 16 años me gustan las adolescentes despeinadas, sonrientes, con planes, con proyectos.
Vivas, ¿entienden?
Vivas.”
Lucía viva, Miriam Maidana.
Mar del Plata, Buenos Aires. La Suprema Corte de Justicia bonaerense estableció que en el caso de Lucía Pérez, nada de lo que se había dicho que le hicieron a su cuerpo de 16 años ocurrió. Nada. Según determinó la Junta Médica de Peritos hace casi dos meses, el 01 de septiembre de 2017, Lucía no fue violada, ni torturada, ni empalada, ni drogada y tampoco asesinada. Ahora, dicen que el causante fue una congestión y un edema pulmonar. Todo lo que la fiscal María Isabel Sánchez había dicho en declaraciones públicas, fue negado. Todo lo que las primeras pericias arrojaron como resultados, fue descartado. El motivo: falta de pruebas. ¿Y si esas pruebas están siendo invisibilizadas? ¿qué oscuros intereses intentan hacernos olvidar del caso de Lucía?
El juez de Garantías Gabriel Bombini decidió elevar a juicio la causa, que tiene como imputados a Matías Farías, Juan Pablo Offidani y Alejandro Maciel (este último se encuentra excarcelado). Pero hoy, la elevación a juicio está en suspenso de resolución final. Amigas y compañeros de escuela de Lucía, decidieron hace apenas unos días escribir una carta para pedir que el caso no caiga en el olvido y para que se haga justicia.
Por su vida, por la de tantas. Escribir para no olvidar, sabiendo impunes a los asesinos que la mataron.
El femicidio de Selene
Ese día el cielo estaba gris, lloviznaba. Corría viento frío aunque era 29 de enero.
A la mitad de la noche Rolando Lovera despertó a su novia, Victoria, que dormía sobre un cartón en una de las habitaciones de la arenera donde él trabajaba como sereno. Le dijo que era hora de ir a casa. Durante el viaje en remis, Victoria cargó a Selene, su hija de dos años y medio. Rolando se la había apoyado en sus brazos cuando subieron al auto y le pidió que no la destape, que no la vea. Era la hija de ella, no de él.
Cuando llegaron Victoria se dio cuenta de que Selene tenía manchas de sangre y tampoco respiraba. Se desesperó. Intentó reanimarla, pero no pudo. Le pidió por favor a Rolando que las llevara al hospital. Al principio, él se negó. Después las subió en la moto. En el camino le ordenó a Victoria lo que debía decir. Había sido un accidente: a la nena se le había caído una computadora encima.
Otra mujer presa de manera injusta, Agustina Lanza para El Furgón.
Oberá, Misiones. Selene fue asesinada por Rolando Lovera, quien entonces era concubino de la madre de la niña, Victoria Aguirre, quien hoy, con 24 años de edad, está siendo acusada de no haber evitado la muerte de su hija. Dicha acusación postula 35 años de prisión, a determinar en el juicio oral y público que comenzará el 5 de diciembre de este 2017. Desde el femicidio de la niña, ambos están detenidos. Victoria es acusada de un delito que no cometió.
En las primeras audiencias, Victoria fue atacada por la la fiscal Stella Salguero de Alarcón bajo la mirada esquiva de los camaristas. La presión popular quitó el velo al sesgo machista del proceso, que tendrá nuevos camaristas y que comenzará el 5 de diciembre próximo. Justicia por Selene y absolución para Victoria son los reclamos de la familia de Victoria.
El femicidio de Melina
Melina, la que usaba piercings. La que no trabajaba. La que había dejado la secundaria. La que tenía amigos de su edad, pero también mayores. La que dormía hasta el mediodía. La que era fanática de los boliches. La que tenía cinco perfiles en Facebook. La que nunca decía en qué andaba. La que, según nos contaron, no tenía rumbo. La que, sin tipearlo o verbalizarlo, rotularon como una putita que se buscó lo que le pasó. Pero a la que masacraron a golpes sencillamente por ser mujer y decir que no.
La vida de Melina y el periodismo sin rumbo, Maximiliano Montenegro para Cosecha Roja.
José León Suárez, Buenos Aires. El 22 de noviembre comenzó un juicio express que duró una semana y que fue llevado adelante por un jurado popular (en un caso inédito sin acusación fiscal), en que Joel «Chavito» Fernández fue hallado culpable de «homicidio preterintencional y privación ilegal de la libertad» por el crimen de Melina Romero. La joven de 17 años fue violada, asesinada y arrojada dentro de una bolsa de consorcio a un arroyo el 24 de agosto de 2014.
Una amiga de Melina fue testigo clave para que Joel Fernández fuera sentenciado. Fue la primer persona que en el juicio pudo ponerle palabras a esa noche en que ocurrió el femicidio, que pudo con dolor, volver a recordar lo que le habían hecho a ella y a Melina: “Nos empezaron a drogar, empezaron a abusar de ella, ella no quería. Estaba como yo, de escabio. Los imputados también abusaron de mí, no hice la denuncia porque no me iban a creer”, contó.
El asesino de Melina, fue condenado. El resto de los hombres que abusaron sexualmente de ella y de su amiga, esos que las privaron de su libertad están libres. Caminando entre nosotras.
El femicidio de Selene II
En Mayo de 2016 Dahyana, una joven de 20 años, fue obligada por su pareja a parir en un descampado de la localidad de Unquillo (Córdoba), a la intemperie, con frío y sin asistencia. Apenas nacida la beba, la arrancó de los brazos de su mamá y se la llevó, aduciendo que él no era el padre (…) La justicia patriarcal la acusó de no haber impedido el homicidio.
Absolución para Dahyana. Mesa de trabajo libertad para Dahyana.
Unquillo, Córdoba. Este lunes 27 de noviembre, comenzó el juicio oral y público por jurados populares a Dahayana Gorosito, joven de 20 años, acusada de homicidio agravado por el vínculo por la muerte de Selene, al igual que su ex pareja, Luis Oroná. La Justicia con mayúscula, le adjudica a ella no haber impedido el femicidio de su hija en mayo de 2016. Por ello estuvo un año presa, hasta que en mayo de 2017, luego de que se instalara socialmente el reclamo, la Cámara de Acusaciones ordenó su libertad y dictaminó que existieron indicios de violencia de género que el Juzgado de Control y la fiscalía pasaron por alto. Absolución para Dayhana es el reclamo que muchas organizaciones sociales, legisladores y periodistas hacemos. Y de nuevo, con el pecho hundido de dolor, pedimos justicia por Selene.
No es sólo una cuestión de letras
Nosotras apostamos a algo distinto de eso que se llama “Justicia”. Pero sí sabemos y necesitamos que las instituciones estatales reconozcan los femicidios, se hagan cargo de la violencia que provocan desde sus entrañas, reconozcan las espirales de violencias que atraviesan los cuerpos.
Al decir de Rita Segato, “necesitamos volver a preguntarnos sobre la estructura misma del Estado, sobre su verdadera capacidad de conducir a la sociedad hacia metas de paz, justicia e igualdad y, en especial, sobre las razones por las cuales a lo largo de la historia de los países latinoamericano su fracaso es recurrente, permanente”. El Derecho no es suficiente para nuestras exigencias de justicia. Nunca lo será.
Nuestra justicia es con minúscula, porque no tiene nombre propio, sino colectivo. Porque no se encuentra en las instituciones del Estado, sino en nuestras comunidades.
La Justicia dominante, la Justicia con mayúscula, sigue demostrando que camina a contramano de los feminismos. La reconocemos en nuestro andar. Por eso la interpelamos, enunciamos sus errores, le marcamos el paso.
A nosotras, nos lo marcan todas esas mujeres que siguen latiendo en nuestros corazones. Y que nos dicen bajito que hagamos justicia.
*Por Redacción La tinta.