Camila Sosa Villada: “Fui deviniendo mujer natural, orgánica, paulatinamente”
Por María Paula Uribe Echevarría para La tinta
Camila Sosa Villada es escritora y actriz cordobesa, travesti y luchadora por el reconocimiento de la diversidad sexual. Acuariana, nacida en La Falda hace 35 años. Le escribí una semana antes de nuestro encuentro, inmediatamente me contestó y pactamos el día y la hora. Nos juntamos en su casa y, en el marco de los 70 años del voto femenino en Argentina, hablamos –entre tantas cosas- de los derechos y libertades que los grupos LGTBI consiguieron y siguen consiguiendo.
Empezó a trasvestirse a los 16 años, en un pueblo de cinco mil habitantes. “Fui deviniendo mujer natural, orgánica, paulatinamente”, me dijo, dejando claro que es algo que estuvo siempre dentro suyo. Sentía que su grupo de pertenencia estaba más en las niñas que en los niños, considera que ese fue el principal indicio de que era un niño trans.
Sus padres la mandaban a folklore, para ella era una tortura, no había manera de que pueda convivir con los varones: “A mí lo que me gustaba era ir a espiar cómo se vestían ellas, se hacían las trenzas, cómo se ponían purpurina. En esas cosas siento que pude no haber encontrado correlación con mi sexo biológico”.
Al tiempo se dio cuenta que tampoco estaba en las mujeres, que tampoco era ahí, por un lado a causa de la constante discriminación que recibía, y por otro, “tiene que ver con mi identidad, fue toda una construcción, no solo el travestismo, sabía que si hacía eso, debía ser artista y elegir otra manera de vivir”. Entonces entendió que tenía que construir su identidad ella sola, años después afirmaría que aquel fue un “período largo pero saludable” y se sentiría agradecida por ello.
Camila, obtuvo su Documento Nacional de Identidad en 2013, lo que confirma su derecho a elegir sobre su identidad y su género. En ese entonces, escribió en su página de Facebook: “Hoy puedo decir que todo está por venir. Otra vez, nacer de nuevo”. Antes de conseguirlo, afirma que las caras de sorpresa y las explicaciones las debía dar principalmente en hoteles, aeropuertos y bancos, “esos lugares que son muy genéricos y no son comprensivos con esa situación personal”. Después, en los demás ámbitos no era difícil, en la facultad por ejemplo estaba anotada en todas las actas como mujer y solo en su libreta y legajo aparecía su nombre de varón.
Con una mirada perdida, casi nostálgica, me cuenta que le costó mucho sacar el documento, sobre todo desde lo emocional, “iba y volvía, hacía la cola, sacaba un número y cuando estaba por llegar se me hacía tarde y me iba. Yo me daba cuenta que las travestis, sobre todo, estábamos en una línea de fuego de muchísima resistencia; al rechazar todos los privilegios de ser hombre, no teníamos carácter en la sociedad y fue como renunciar a ese espacio de lucha y buscarme otros”.
Ingenuamente, pensó que a partir de la Ley de Identidad de Género (26.743), para las travestis iba a resultar mucho más fácil incluirse al sistema. Sin embargo, “se mejoraron cosas de índole interaccional pero las travas y todo un grupo de mujeres trans, han quedado irremisiblemente expulsadas de la sociedad”.
Hoy, considera que las leyes de inclusión laboral trans y la regulación de la prostitución son indispensables para poder incluirse en el sistema verdaderamente: “No sé cuántas trans son desocupadas, trabajando en negro o que no quieren ser prostitutas”.
Al momento de pensar en luchas que podrían modificar la situación actual de las travestis, Camila hace hincapié en la “revolución sexual” que va a producir un cambio en el sistema desde adentro y de golpe: “La inmensa revolución de género”. También propone encuentros, en las obras que hace, en las historias que cuenta sobre travestis, “que las personas puedan ver qué clase de vida tenemos, qué clase de vida soñamos, es importante que vean que hay una particularidad en cada historia”.
Plantea la necesidad de volver a valorizar al individuo, dejar de lado la cuestión de masas y pensarnos como seres únicos e irrepetibles. “Por eso cuando yo era adolescente, no tenía que ver con los varones pero tampoco con las mujeres, tenía que ver conmigo construyendo mi historia. Cada uno vive su sexualidad a su manera y no por eso tiene que ser apartada de ningún derecho”.
*Por María Paula Uribe Echevarría para La tinta / Foto de portada: María Paula Uribe Echevarría.