Ganan porque entendieron algo que nosotros no: pistas para un análisis de la política neoliberal (Parte II)

Ganan porque entendieron algo que nosotros no: pistas para un análisis de la política neoliberal (Parte II)
26 octubre, 2017 por Redacción La tinta

Por Manuel Fontenla para La tinta

Lo macro. El vacío histórico como forma política y la mercantilización del Estado

Dos ideas breves para pensar lo macro. ¿Cómo explicar el fervor anti mapuche seudo-nacionalista del macrismo? Para uno de los primeros teóricos de la nación europea Ernest Renán: “El principio no naturalista de la nación moderna está representado en la voluntad de nacionalidad, no en las identidades previas de raza, lenguaje o territorio. Es la voluntad la que unifica la memoria histórica y asegura el consentimiento presente. La voluntad es, de hecho, la articulación del pueblo-nación. La existencia de una nación es, si me perdonan la metáfora, un plebiscito cotidiano […] El deseo de las naciones es, en resumen, el único criterio legítimo, el único al que siempre debemos volver».


Según esta definición, la pregunta que sigue es ¿cómo logro el macrismo instalar una idea de “nación argentina” que sus votantes elijen en un plebiscito que se renueva a diario? La respuesta de Homi Bhabha, gran intelectual que se dedicó muchísimos años a pensar el problema de la nación, señalo lo siguiente, es sencilla, la voluntad de elegir todos los días la nación tiene como condición un “extraño olvido de la historia del pasado de la nación”.


Para la política, y sobre todo la política argentina de los últimos treinta años, el pasado fue un eje central, el pasado como horizonte de lo que “no se puede”, de lo inadmisible, de lo que democráticamente hemos conquistado. La estrategia del macrismo es formidable, una idea de nación cuyo sustento es el vacío histórico. Su retórica y la de sus funcionarios es clarísima a este respecto, su idea de billetes con animales y paisajes en vez de personajes y hechos históricos, es una corroboración burlesca de esta gran subjetivación de la nación argentina macrista.

Pero el teórico indio refuerza su idea: ese olvido es la violencia implicada en establecer la escritura de la nación, constituye el comienzo de la historia de la nación. Olvidar el genocidio cometido a los mapuches esta en el adn de la idea de “argentina” que impulsa el macrismo. Pero no de manera explícita, no negando esa historia, sino con el truco de la afirmación cotidiana del presente de la nación y del futuro de la nación, de su plebiscito voluntario cotidiano.

Parafraseando a Bhabha, podríamos escribir: «Todo ciudadano argentino tiene que haber olvidado [está obligado a haber olvidado) el genocidio de la ‘conquista del desierto’ que tuvo lugar en el siglo XIX. Mediante esta sintaxis del olvido (o de la obligación de olvidar), la identificación problemática de un pueblo nacional se hace visible. El sujeto nacional es producido en ese lugar donde el plebiscito cotidiano, el número unitario, circula en el gran relato de la voluntad”.

El macrismo tiene como eje en la subjetividad de sus fieles a nivel macro, este deseo (moral a-político) de refundar la nación, pero no desde un determinado pasado histórico, sino solo a partir de su voluntad presente (individual y emprendedora). En este no mirar al pasado, en este deber de olvidar el pasado para unir a los argentinos, entre esas enunciaciones y la reactualización de la violencia racista contra los pueblos originarios del sur al norte de nuestro país, hay dos claros e interconectados movimientos de refundación nacional. Y hay, además, una gran estrategia de desactivación del discurso crítico proveniente de sectores de izquierda, cristinistas y peronistas, que intentaron infructuosamente vincular el macrismo a políticas de los noventa y de la dictadura, tanto como intentaron afirmarse en las conquistas del pasado político.

La segunda referencia para pensar lo macro, es un aporte del filósofo boliviano Luis Tapia, que retomo de su texto Una deconstrucción punk de la razón política neoliberal, escrito a fines de la década del 90. Uno de los primeros puntos que analiza Tapia es la diferencia entre liberalismo clásico y neoliberalismo económico y político. Lo que distingue al segundo, no es el contenido normativo, el modelo social o la antropología implícita, que básicamente son los mismos, sino el hecho de que el neoliberalismo se rearticula como un discurso y una política negadores de los desarrollos históricos en lo económico y lo político de las sociedades contemporáneas, experimentados durante el último siglo en particular.

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Foto: Colectivo Manifiesto

Esto significa que el liberalismo como el neoliberalismo, en su concepción de individuo, de sociedad, de economía y de estado no han cambiado sustancialmente desde sus inicios, pero las historias han experimentado desarrollos humanos y sociales no reducibles al modelo social y a la antropología filosófica liberal. Es decir, no todas las formas de vida pueden ser explicadas según la filosofía del neoliberalismo, ¿Cuáles? Las de los pueblos mapuches para empezar. Al no poder dar cuenta de estas otras realidades históricas, la reafirmación del neoliberalismo se traduce en lo que Tapia llama “el cierre de la razón, y el cierre de la política”.

En esta línea, el discurso neoliberal actual “presenta las crisis contemporáneas como resultado de los desvíos respecto del modelo liberal y no como un resultado de las estructuras económicas y sociales que dicen organizarse bajo sus principios, como es el caso del capitalismo”. Una lógica parecida a la recién mencionada del Olvido como condición del presente.

Tapia, también se preocupa por el nivel de la subjetividad en relación al neoliberalismo, mostrando sus diferencias con el liberalismo para entender cómo ha sido su proceso histórico. El liberalismo es definido como una forma de subjetivismo cósico radical, que tiene problemas con la intersubjetividad, es decir, el liberalismo piensa la interacción individual básicamente a través de la mediación de las cosas convertidas en mercancías. El mercado es el ámbito de la intersubjetividad instrumental. Por eso la razón política neoliberal se aleja de la deliberación en un ejercicio de negociación cuando está en el mercado, y deviene monológica cuando está en el estado o es razón de estado. Así, este subjetivismo se vuelve un objetualismo incapaz de explicar la formación e historia de la subjetividad y las dimensiones no instrumentales de la intersubjetividad.

El resultado de esta relación entre subjetividad y mercado, es que, en esta razón neoliberal, se piensa la política como Estado solo para controlar, vigilar y reducir la interacción social como mercado, es decir, se quiere que la política cumpla tareas diferentes al mercado, pero sobre la base de prácticas similares. Finalmente, siguiendo este razonamiento (mucho más complejo de lo aquí presentado a modo de resumen): si el estado es un modo de reducción y control de lo social en los márgenes del mercado, se podría decir que la democracia liberal es un modo de reducción de la política que tiende a aparecer fuera del estado, convirtiéndola en un mercado.

Convertida la democracia y el Estado a las lógicas instrumentales del mercado, pues quien mejor para saber cómo gobernarla, que los grandes CEOs del mundo financiero.

En este sentido, Luis Tapia nos da una resumida y precisa definición del neoliberalismo:


“El neoliberalismo es una estrategia discursiva de ocultación continua de la sociedad o de lo social en los hechos históricos. Es una estrategia de reducción de los hechos sociales e históricos a una mera circulación de cosas y satisfacción de cálculos instrumentales. En este sentido, es una estrategia discursiva de reducción de la complejidad en la intelección de lo real. Es una reducción ideológica y un esquema de organización, justificación y legitimación de las estructuras sociales de desigualdad, negadas o desconocidas precisamente a través de ella”.


Bajo este neoliberalismo, su razón política opera como un modo de reducción de la diversidad de prácticas políticas a su modelo de interacción instrumental, aquí quedan entrapadas nuestras formas organizativas populares, comunitarias, sociales, nuestra certeza del poder de “la calle y las plazas”, de los actos y las arengas, de los acuerdos y las ideologías, y una larga lista de prácticas que caminan por la delgada cornisa del anacronismo político.

Por esto, entre otras cosas, es tan problemático pensar la diversidad y el pluralismo a partir de la razón política neoliberal, por ella andamos como perdidos naufragando en la construcción de oposiciones políticas anti-neoliberales. Como nota a pie de página, esta hipótesis, podría ayudarnos a pensar, que, repensar la democracia más allá del mercado implica pensar e incluir lo social más allá del mercado, tal vez, mucho de lo realizado por el kichnerismo en sus gobiernos tuvo mas de “inclusión de lo social en el mercado” que de democratización más allá del mercado.

Difícil, terminar este análisis con alguna respuesta a la complejidad de las aristas planteadas, y en tan breve espacio, no obstante, entre las pistas sugeridas, me animo a cerrar con una del mismo Luis Tapia, que arroja en las dos últimas palabras de esta cita como un gran llamado de atención a lo que podría ser una subjetividad anti-macrista y anti-neoliberal: “Contra las formas de reducción de la política, democratizar implica ampliar el reconocimiento de lo social y su contingencia a través de una ampliación de la política que se desplaza de la estatal vigilancia y protección de la propiedad privada y la reducción de lo social, hacia la producción intersubjetiva y dialógica de la subjetividad individual y el horizonte cultural de existencia colectiva”.

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Foto: Colectivo Manifiesto

Ganan porque entendieron algo que nosotros no: pistas para un análisis de la política neoliberal (Parte I)

*Por Manuel Fontenla para La tinta.

Palabras claves: Cambiemos, Elecciones 2017

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