Una heroína sin vergüenza

Una heroína sin vergüenza
20 octubre, 2017 por Gilda

Anahí Berneri estrenó Alanis, un retrato cinematográfico donde Sofía Gala hace de madre soltera y trabajadora sexual. Desde una puesta en escena resquebrajada y amorosa, la poética de la directora argentina encuentra una función ética y política para mirar a las mujeres. El bebé de la ficción es interpretado por el hijo real de la actriz.

Por Iván Zgaib para La Nueva Mañana

Alanis está recostada sobre la cama con la delicadeza de una antigua diosa griega. Pero hay, en esa efímera imagen, una forma de sensualidad rebelde que se niega a quedar atrapada en los confines de la mirada masculina; con un brazo la vemos amamantar a su bebé y con el otro sostiene su celular, un canal de conexión directa a sus clientes. Entre el trabajo, la maternidad y el deseo; así empieza a tramarse la mirada multifacética de Anahí Berneri sobre Alanis, su nueva película. Si aquel plano era apenas un primer atisbo, el resto de la propuesta visual del filme continuará develando que, más allá de la historia, hay una operación subyacente para construir imágenes diferentes de la mujer.  Se trata de un ejercicio que podría ubicar la película en medio del campo de batalla de Ni Una Menos: un movimiento cuyo planteo de fondo, vale recordar, no se reduce al repudio contra los femicidios, sino que se expande para cuestionar la cultura que engendra (o mal-educa) la violencia de género.  ¿Y qué puede ser el cine sino un dispositivo técnico para crear modos de acceder al mundo, como un cúmulo de imágenes que aporta visiones y participa activamente en el imaginario colectivo? Algo de eso podría venir a discutir Alanis, un retrato ficcional de una joven que es mujer, madre soltera y trabajadora sexual, interpretada por Sofía Gala.

El disparador narrativo de la película sucede en los primeros minutos, cuando la protagonista recibe la visita de dos policías que se hacen pasar por clientes y terminan clausurando el departamento donde ella vive y trabaja. Acá, la cámara compone un solo plano en dos partes. De un lado, Alanis apoyada sobre la puerta, sin compartir el cuadro con los hombres; del otro, el espejo desdobla a la protagonista y la reúne con la expresión más monstruosa de la policía. El punto de vista establecido desde este momento expresa una coherencia que no se diluye: como espectadores nunca vemos a Alanis desde la perspectiva de sus clientes ni de los fríos e insulsos soldados de la burocracia. Así es como Berneri nos pone en un lugar específico para mirar a esta madre trabajadora: la amabilidad y el respeto antes que la explotación y la compasión paternalista.

En ese sentido, las decisiones de la puesta en escena no son disimuladas. Hay un montaje interno que se vale de objetos para fragmentar los planos y expresar la distancia entre la protagonista y una parte de su entorno: a lo largo de Alanis vemos espejos, vidrieras y barandas de escaleras que resquebrajan la visión del encuadre. En tanto la película ofrece una mirada distintiva sobre la mujer, propone también un contra-campo acerca del Estado, de sus asistentes sociales y caballeros de la injusticia. En Alanis hay un oscuro vacío que sugiere cómo las instituciones han perdido el tacto con la realidad y con la vida de las personas.

La posición de la cámara, usualmente ubicada por debajo de la estatura de las personas, construye encuadres que se extienden en el tiempo y cuyo ritmo está marcado por el desplazamiento de los actores. Que los rostros queden momentáneamente fuera del campo visual genera una atención sobre la corporalidad femenina, donde las curvas y las caderas en primer plano trazan una imagen en distintos sentidos. Dramáticamente, enfatizan el cuerpo de Alanis como el motor que alimenta su maternidad (para nutrir a su pequeño hijo) y su trabajo (para responder a las demandas sexuales de sus clientes). Desde un lugar metacinematográfico, los recortes de cámara instituyen una mirada que desacraliza la visión de la corporalidad femenina como objeto, evocando el rol activo en la figura de Sofía Gala (cuyo cuerpo, reconocido por el espectáculo argentino, se escapa de los estándares que exige la fama).

Para un filme que parece tan alejado del entretenimiento de chimentos, Alanis mantiene un diálogo secreto con aquel universo sombrío. La elección de Sofía Gala no puede pensarse más lejos de la casualidad: ¿quién en Argentina podía encarnar a una trabajadora sexual sin culpa sino la chica que nació en el corazón de la farándula, que creció frente a las cámaras eligiendo desconocer la vergüenza por sus declaraciones espontáneas y su pulsión sexual liberada? Que el bebé de la ficción sea interpretado por el hijo real de la actriz insinúa cuánto de Sofía Gala hay en Alanis, donde su puesta-en-cuerpo resulta en una práctica que se acerca al personaje: hacer de la intimidad (corporal, personal) un arma de supervivencia. Por estas coincidencias, la creación de Berneri se libera de un guión hermético, abriéndose hacia a una colaboración descarnada con su actriz. Es un acto que deconstruye la figura de Sofía Gala como una imagen-del-espectáculo para restituirla en un plano ficcional donde su personalidad no desaparece, pero se resignifica en otro contexto.

A lo largo de este recorrido, Alanis deberá enfrentar un mundo que insiste en hacerla a un lado. Pero más allá de cierta angustia, el filme respira con pasajes que están llenos de ternura: la protagonista sonríe mientras empuja el carro de su bebé por el parque, se saca selfies con su hijo o juegan juntos frente al espejo.  El filme de Berneri podría insertarse en una línea del cine que busca crear imágenes para restaurar la dignidad de los sujetos devorados por el discurso hegemónico. Acá, la puesta en escena configura una mirada cuyo valor es tanto poético como ético y político.  ¿Quién podría juzgar a Alanis después de ver la película? Esta semana, la superheroína en la cartelera del cine no es Charlize Theron en Atómica. Es Sofía Gala poniendo el cuerpo para Alanis.

*Por Iván Zgaib para La Nueva Mañana

Palabras claves: Alanis, Anahí Berneri, Cine, Sofía Gala, trabajo sexual

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