«Poder contar sobre tragedias, sin que sea una tragedia la vida entera»
Dos hombres sobre el escenario; uno guitarra en mano, otro sentado en un banco, frente a un micrófono, con hojas de papel en la mano. Un público en silencio que oscila entre risas incómodas y alguna que otra lágrima escurridiza que se quiere disimular. Una amalgama de experiencias trágicas y cómicas, pero de «humor oscuro, como de velorio». Eso es «Tragedias», el espectáculo teatral de Hernán Casciari y Diego ‘Zambayonny’ Perdomo que se presentará el próximo sábado por la noche en la Sala de las Américas de la UNC.
Por Redacción La tinta
Cuarentones vestidos de negro -de traje negro más precisamente- que prometen contar historias sobre traiciones, dramas amorosos, muertes, accidentes y otras anécdotas que terminan «para el orto». Bien, de no ser Hernán Casciari el impulsor de la propuesta, sería un suicidio artístico y comercial. Pero el «Gordo» hace tiempo que tiene acostumbrado a su público a la convivencia de sensaciones variopintas con sus relatos, ya sea desde los cuentos que comparte desde hace más de diez años en su blog Orsai, o través de sus columnas en radios porteñas.
El espectáculo del próximo sábado en el Pabellón Argentina de la UNC es un experimento, otro más en la inquieta carrera del creador del la editorial Orsai y director de la revista homónima. Un cruce artístico que ofrece transiciones entre el relato triste y nostalgioso de un escritor y las historias de desgracias al acecho de un cantautor.
Según los propios protagonistas, correrse del humor característico y utilizar las tragedias cotidianas para comunicarse con el público no se trató de un esfuerzo consciente por encontrar una estrategia narrativa novedosa ni tampoco de una lectura comercial de que la agenda teatral cada vez está más colapsada por decenas y decenas de shows de stand up. Lo de Casciari y Zambayonny fue simplemente para «amortizar los trajes».
«Estábamos con Zambayonny comiendo un asado en enero y le conté que me había comprado un traje, por un casamiento. Se lo conté con mucho tristeza porque odio los trajes y los casamientos. Y él me dijo que también tenía sólo un traje y que la corbata de ese traje se la había regalado un fan de él que se había muerto y le había dejado de legado la corbata. Y nos pusimos a hablar de trajes y tragedias, y se nos ocurrió amortizar nuestros trajes y subirnos a un escenario a contar canciones y cuentos trágicos», explica Casciari desde el teléfono a La tinta.
Tanto Hernán (46) como Diego Perdomo (44) trabajan de manera autogestionada. Con internet como una herramienta de visibilización y encuentro con su público -tienen una activa participación en redes sociales y exponen sus novedades a través de la web- ambos artistas apuestan por producir de forma independiente sus obras y jugar a encontrar vericuetos en la industria editorial y del espectáculo.
«Es más simple, más divertido, menos careta. El trabajo autogestivo tiene principalmente la posibilidad de que nadie te diga lo que tenés que hacer, que es buenísimo. Con el tiempo, no desde el principio, pero con el tiempo es incluso más rentable. Al principio cometés un montón de errores necesarios, justamente por inexperiencia, pero una vez que le encontrás la vuelta, además de más divertido es mucho más rentable que las fórmulas corrientes», sugiere el escritor mercedino.
La autocrítica
Casciari no escribe pomposamente. Lo hace con simplicidad y claridad, sin muchas pretensiones. «No tengo muchos engranajes presentes cuando escribo. Escribo boludeces generalmente, cosas simples, anécdotas. No hay intencionalidad política ni intencionalidad de nada, solamente de tratar de entretener. Soy un escritor frívolo o por lo menos básico, no tengo muchas expectativas para con mi propia obra», expone.
Es quizás por esta razón que uno no reconoce una «bajada de línea» en sus relatos ni un esfuerzo burdo de alguien que está intentando convencer. Con la misma naturalidad, Casciari puede narrar sobre fútbol, nuevas tecnologías y recuerdos de la infancia, o puede hacerlo sobre problemas sociales, dramas familiares y angustias de un hombre adulto.
Esa falta de estrategia a la hora de vincularse con el público le permite al «Gordo» visibilizar sus contradicciones y sus autocríticas y que el público empatice con facilidad. «El placer de mis propias cáscaras cayendo», recita en el texto Me hago cargo, donde expone una reflexión respecto a sus privilegios como varón en una sociedad patriarcal y su participación como reproductor de dinámicas machistas.
«Soy un varón heterosexual de 45 años. Me cuesta mucho, cada vez que lloro, no decir ‘parezco mina’ o ‘me puse putito’. Son muchos años de ser un imbécil que se creía gracioso. Pero me esfuerzo porque entendí (…) Solamente vengo a decir que soy culpable y que fui parte del problema. Trato todos los días de estar atento a los símbolos y a lo tópicos. Ya no uso los ‘pero’ ni hago chistes de falso progresismo. Me ejercito para dar pelea incluso en lo dialéctico, que es donde más me cuesta», exhibía en dicha publicación.
Consultado sobre este tema, Casciari señaló que el texto nació «de conversaciones y de empezar a entender cosas». Y agregó: «Tuvo que ver en mi caso el hecho de tener una pareja más joven que yo, que me explicó cosas que yo no tenía ni idea de que estaban ocurriendo. Incluso en mi propio lenguaje simbólico».
Tal vez en este punto las coincidencias con Zambayonny se hacen más difusas. No son pocas las personas que critican al músico bahiense por las letras de sus canciones en las que en reiteradas oportunidades concibe a la mujer como objeto sexual o reproduce manifestaciones discriminatorias hacia las mujeres. A pesar de compartir con Casciari el hecho de «muchos años de ser un imbécil que se creía gracioso», la autocrítica de Zamba en este sentido, nunca llegó (al menos no a los medios y la opinión pública).
El fin del fútbol de los hombres imperfectos
—Finalmente, hablemos de fútbol y de tragedias. Durante el último Mundial publicaste varios relatos alusivos a lo que ocurría en el campeonato. En «El fútbol ha dejado de existir» afirmas que el 7-1 de Alemania a Brasil marcó un cambio de época, el fin del fútbol de los hombres imperfectos y el nuevo reino del fútbol de las máquinas sin falla. Lo curioso es que a más de tres años de ese resultado, el humillado Brasil ya está clasificado a Rusia, con un estilo de juego atractivo y efectivo, mientras que Argentina, la de la final digna, tuvo que sufrir hasta el final, con juego errante y sin identidad.
—Supongo que cuando te caés muy muy muy profundo, como perder 7-1 en tu cancha, debe ser muy complicado y te obliga a empezar todo de vuelta. En Argentina no se empezó todo de vuelta, se hicieron cosas para emparchar, pero no hubo un cambio de época. Más allá de eso, lo único que me importa es que pasemos de vuelta y que haya un mundial con nosotros adentro. Que no nos queramos suicidar todos. Ojalá que podamos hacer «Tragedias» con Zambayonny el sábado, sin que sea una tragedia la vida entera.
► «TRAGEDIAS». Sábado 14 de octubre 21:30 hs. Sala de las Américas (Pabellón Argentina, UNC)
* Por Redacción La tinta