Norita, Ana grande y Ana chica
Esta foto que sacó Luis Angió es de esas que merecen contar la historia que está detrás de las protagonistas. Al menos, podría tratarse de apenas un intento de entender cómo se puede seguir adelante en algunos momentos intolerablemente difíciles de la vida. Allí está Nora Cortiñas. Se toma del brazo de dos Ana Careaga. Madre e hija (Anita grande, Anita chica, suele decirles Norita). No vemos sus ojos. No somos capaces de ver lo que ellas ven cuando posan su mirada en la inmensidad de ese mar que, alguna vez, hace casi 40 años, devolvió los restos de, entre otras, Esther Ballestrino, la madre de una Ana, la abuela de la otra.
Por Fernando Tebele para La Retaguardia
Se contó mil veces, se contará de nuevo todas las veces que sea necesario. Esther es el símbolo de la solidaridad, de la militancia no individualista, del creer con firmeza y en cada acto de la vida que el mundo no se cambia solo, que hay que cambiarlo, y que esa disputa no se da en soledad, ni se abandona cuando tu situación esté resuelta.
Se sabe en general, pero siempre es mejor seguir hablándoles a aquellos que aún no lo saben, que Esther Ballestrino de Careaga fue una de las Madres de Plaza de Mayo de aquel comienzo desesperado. Buscaba a Ana María Careaga, que fue secuestrada y –sabría después- estuvo desaparecida en el Club Atlético. Tenía 16 años y estaba embarazada de tres meses. Cuando recuperó su libertad, luego de ser salvajemente torturada como cada persona que cayó en manos del Terrorismo de Estado, viajó a Brasil y luego a Suecia. No solo es una sobreviviente, también pudo conseguir que sobreviviera aquella vida por nacer.
Después de aquel reencuentro que duró poco y que tendría, aunque no lo supieran, el triste sabor de la última vez, Esther decidió que, ya con su hija a salvo, regresaría con las demás para continuar la búsqueda. Es también conocido que, cuando volvió con las otras madres que ya estaban empezando a ser Las Madres, las alegró con la noticia de la aparición de Ana María, lo que implicaba, además de su alegría, la esperanza para las que todavía seguían buscando, entre las que ya estaba Nora.
Le dijeron que no volviera, que había encontrado a su hija, que ellas seguirían buscando hasta encontrar a los suyos, y ella respondió que no, que iba a volver, hasta encontrarlos a todos. No habrá dicho a todos y todas, porque no era parte de la cultura de aquella época. Sí era una construcción cultural aquella solidaridad que la hizo volver y quedarse.
El 8 de diciembre de 1977, Esther fue secuestrada en la puerta de la Iglesia de la Santa Cruz, donde se había reunido el grupo de familiares y militantes que tenían allí un espacio abierto para organizarse. Estaban juntando plata para una solicitada que saldría unos días después en el diario La Nación.
En ese grupo había un demonio, un solo demonio, Alfredo Astiz, que se había hecho pasar por un familiar en búsqueda y hasta tuvo la perversidad de llevar a varias de esas reuniones a una secuestrada de la ESMA, Silvia Labayrú. Él la marcó con un beso el 8 de diciembre de 1977. Habrá tenido sus treinta monedas de plata, y más… 12 personas de aquel grupo fueron secuestradas y desaparecidas. Además de Esther, Alice Domon, Angela Auad, Raquel Bulit, Eduardo Gabriel Horane, José Julio Fondovilla, Patricia Cristina Oviedo, María Eugenia Ponce de Bianco y Horacio Aníbal Elbert; más tarde se llevaron a Remo Berardo; en los dos días posteriores serían secuestradas, Leonie Duquet y Azucena Villaflor. Las llevaron a la ESMA. Fueron víctimas de los vuelos de la muerte, que se están juzgando por primera vez en un juicio que no termina nunca porque ya no saben qué hacer para demorarlo. Es el juicio más grande de la historia argentina. No van a poder con el peso de la historia por más que nos hagan esperar.
En Suecia, Ana María parió a Ana Silvia. Anita grande y Anita chica. Fue el 11 de diciembre. Cuando llamó a Buenos Aires para darle la mejor noticia a su mamá, le dieron la peor noticia a ella.
Ahora están las tres en la playa. Nora y las dos Ana. Miran. Sienten. Imposible imaginar qué. Imposible. Están sobre la arena de Santa Teresita. Allí llegaron los cuerpos sin vida de muchas personas, que fueron enterradas como N.N. en el Cementerio de General Lavalle. 33 personas en una fosa común. El Equipo Argentino de Antropología Forense identificó a 19, entre ellas cinco mujeres de aquel grupo: las 3 Madres, Ballestrino, Villaflor y Ponce; Duquet y Auad. Las identificaron en 2005.
No sabemos ni pretendemos saber qué se dijeron Nora, Anita chica y Anita grande en esa caminata de casi media hora con un viento frío que las hacía temblar tanto como el momento. Sí sabemos lo que hicieron: tomaron un palo y escribieron en la arena, entre todas, Justicia para Santiago.
Se salieron de su propia historia para pedir por otro desaparecido. Conciente o inconcientemente, escribieron con la misma letra solidaria de Esther.
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*Por Fernando Tebele para La Retaguardia
** Fotografía y video Luis Angió