Violencia es mentir

Violencia es mentir
1 septiembre, 2017 por Redacción La tinta

Por Anarquía coronada

I

El mando del poder global tiene su rostro de “proximidad” amigable. Todo un arte liberal de gobierno que hace pasar bajo formas aparentemente democráticas, o suaves el contenido histórico que sostiene el orden: el terrorismo de estado. Según este modo soft, toda situación debe ser comprendida como una economía política de los flujos: flujo de imágenes, de votos, de riquezas, de espectadores. Incluso flujos de población y de propiedad. El héroe del momento es el individuo conectado al consumo, al interés, a la comunicabilidad: el espectáculo reúne lo separado, pero lo reúne en tanto que separado. Se trata de un sujeto capaz de comunicar y consumir crueldad. Macri es la cultura hoy (y Vidal es su versión “evitista”).

II

Pero hay otro rostro, cada vez menos oculto. Quien cuestiona o simplemente no encaja en este mundo-empresa será patologizado (primer estadío de la pedagogía de la crueldad). Las voces “mafia”, “narcos”, “piquetero”, “chorros” van confluyendo hacia una amenaza aún mayor: el terrorismo. La desaparición forzada de Santiago Maldonado señala este pasaje. No sabemos exactamente qué ocurrió con él, pero hemos visto al Estado en su conjunto desinformando. Un nuevo umbral. Los discursos oficiales sobre la violencia apuntan a la aplicación de la “ley antiterrorista”. Una ley garante para acompañar el paquete de leyes que se pretenden aprobar luego de las elecciones (baja de imputabilidad, reforma laboral, jubilatoria y la embestida contra los sindicatos).

III

El rostro “amable” del neoliberalismo ya sólo rige para quienes disfrutan la integración, en medio de una violencia generalizada que viene del estado y un poco de todas partes. La manipulación oficial de la información es sólo un capítulo más en este campo minado. Aunque obedece, como todos los demás, a la misma lógica de hierro: crear expectativas para la inversión de capital. Ese imperativo provee un sentido equivalente a situaciones aparentemente inconexas tales como la distorsión de un escrutinio, el ocultamiento de la riqueza no declarada por el presidente o la desinformación como parte del sistema de la desaparición forzada de Santiago Maldonado por agencias del propio estado. En todos estos casos se trata de producir imágenes de orden republicano y paz social sobre el fondo de la violencia nunca nombrada como tal. Si el gobierno puede mentir en nombre de la sinceridad se debe a dos fenómenos que no ha inventado: el uso que el kirchnerismo hizo de la no-verdad (hay apellidos que lo dicen todo: López; Arruga; Moreno; Milani, y de nuevo López) y la creciente disposición colectiva a consumir «verdad» como algo que no nos corresponde crear sino que viene ya envasado.

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IV

A falta de mejores comprensiones se echa la culpa de todo a la capacidad de “manipulación” de los grandes medios. Hay autocomplacencia en estas ideas. Falta revisar la propensión a satisfacer las convicciones mediante el consumo de objetos prefigurados que bloquean la capacidad de hacer experiencia -que consiste en elaborar el sentido de lo que vivimos- y desnaturaliza toda relación con la verdad como efecto de una práctica o transformación propia (individual/colectiva). Esta vocación de consumir el mundo como ya hecho se sostiene en un impulso conservador que arrasa y favorece situaciones macabras. Es ahora –y sobre todo más allá de lo electoral- que se precisan nuevas convocatorias, nuevas desobediencias.

V

Estandarización de la vida o guerra. Se trata de un escenario anímico. Cada vez más se reacciona con tristeza, angustia, miedo o dolor ante la violencia creciente de los poderes (violencia racista, sexista, clasista). Esos enojos lamentosos e inofensivos son la muestra del estado a que lleva lo progresista, una total impotencia, un modo de la servidumbre voluntaria. Las violencias padecidas merecen una respuesta. Ante todo deben ser nombradas como lo que son, una por una. Es el camino de una historicidad, de la recomposición de una cartografía de resistencias. Como lo hace el movimiento de mujeres con el legado de los organismos de Derechos Humanos. A falta de una sensibilidad activa que la rechace, la violencia ofensiva –que no es nueva, pero se intensifica- se hace en nombre de la paz. Sólo una agresividad anímica e intelectual (una contra-violencia) constituiría una autentica reacción a la violencia terrorista del liberalismo policial.

Es indispensable exigir aparición con vida de Santiago Maldonado y castigo a los culpables de lo que le haya ocurrido. La próxima cita es el Viernes 1 de Septiembre, en Colón y General Paz a las 18hs. en Córdoba y en el resto del país.

*Por Anarquía coronada / Fotos: Colectivo Manifiesto.

Palabras claves: Santiago Maldonado

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