La meritocracia del emprendedor
Por Martin Fogliacco para La tinta
Semana tras semana aparece un nuevo método que va a salvarnos de la pobreza, independizarnos de nuestro tedioso trabajo y tener todos esos productos maravillosos que aparecen en las revistas. Todos podemos alcanzar nuestros sueños, sólo depende de saber canalizar nuestra voluntad. Vas a poder dedicar todo el día a hacer lo que más te gusta. Nuestros sueños están al alcance de la mano.
La palabra emprendedor ha sido absorbida por el discurso hegemónico y ha sido dotada de todos los atributos deseables para la felicidad. Y aunque es cierto que hay distintos enfoques sobre el emprendedurismo, el discurso dominante es muy fuerte en comparación a otras miradas alternativas que son siempre de menor alcance.
El emprendimiento es el camino hacia la luz y el emprendedor es un sujeto libre, independiente, creativo, proactivo, capaz de vivir en la incertidumbre y superar siempre favorablemente los obstáculos en ese trayecto que va de la miseria a la plenitud. El mundo está ahí, al alcance de tu mano, todo depende de vos.
Todo depende de vos.
Las condiciones estructurales no existen, no importa dónde naciste, si en tu casa hay agua potable o no, si tenés zapatillas o caminás descalzo. Lo único que importa es tu voluntad. Dependés única y exclusivamente de vos mismo. Estás solo.
El emprendedurismo en Argentina, tal como está planteado hoy, tiene su antecedente más reciente en la década del 70 con lo que José Alfredo Martinez de Hoz denominó el cuentapropismo que tuvo un gran crecimiento a partir de la destrucción del aparato industrial que había en ese momento. La aplicación de políticas neoliberales por parte de la dictadura militar, expulsó a miles de trabajadores a la calle y las actividades por cuenta propia aparecieron como la principal alternativa para generar algún tipo de ingresos familiares.
Semejante a lo que ocurrió en la década de los 90 con la aparición del régimen tributario simplificado que conocemos como Monotributo. Nuevamente el desmantelamiento de la trama industrial generó desempleo en las capas de trabajadores urbanos y ante la ausencia del Estado garante de derechos, la actividad por cuenta propia volvió a ser el salvoconducto para escapar de la pobreza.
Algo similar es lo que ocurre hoy, ante una nueva embestida neoliberal que primariza la economía y hace del capital financiero su principal razón de ser. La caída de la industria vuelve a generar desempleo y esta vez la salida es el emprendedurismo.
Al igual que en otros períodos históricos, se vuelve a dotar a la actividad por cuenta propia, desregulada y carente de garantías de derechos por parte del Estado, de los mejores valores de la sociedad. Libertad, crecimiento económico limitado sólo por incapacidad individual, el techo es el cielo, independencia económica, generación de empleo, ser parte del verdadero motor de la economía.
El emprendedurismo y el mercado laboral
El bastardeo de la palabra emprendedor, no se trata de otra cosa que la renovación del discurso liberal. Todo depende exclusivamente de vos y por lo tanto, si sos pobre o infeliz, es tu culpa, tu responsabilidad.
El emprendedor es un trabajador precarizado. Sin horarios, sin límites, sin salario, sin aguinaldo, sin derechos laborales. Pero curiosamente el discurso que lo caracteriza habla de él como un ser lleno de virtudes.
El economista Olivier Blanchard, decía que a medida que el empleo formal crece, los trabajadores ganan poder de negociación y esto se refleja en mejores condiciones salariales y de otras condiciones laborales como jornada laboral, vacaciones y mejoras en el espacio de trabajo, entre otras. Y en sentido contrario, cuando el que crece es el desempleo y la precarización, el instinto de conservación de la fuente de ingresos, hace que el poder de negociación de los trabajadores disminuya, lo que implica que la presión salarial a la suba también disminuye.
El discurso hegemónico que satura el uso de la palabra emprendedurismo, habla del trabajo formal como un impedimento para la libertad y una traba para alcanzar la riqueza y la felicidad (conceptos que además están unificados en este discurso) e invita a retirarse del empleo formal para alcanzar la plenitud. Desprenderse de los derechos laborales para volverse rico. Rechazar las garantías constitucionales para ser libre.
Hemos escuchado a ministros hablar de la importancia de saber adaptarse al contexto, de vivir en la incertidumbre y disfrutarla. De alguna manera se vuelven líquidas las estructuras sociales de la economía y se pone a disputar en un campo de reglas aparentemente iguales y simples a actores con fuerzas completamente diferentes. Coloca en la misma arena al pequeño productor de miel con el gran emprendedor inmobiliario bajo la simple premisa de que en el fondo son iguales y que no existen desventajas para uno ni ventajas para el otro, porque todo depende de saber qué hacer con lo que nos ha tocado y por sobre todas las cosas, tener una voluntad inquebrantable, permanente, autosuficiente. El liberalismo entonces, promueve desenfrenadamente el emprendedurismo y se desentiende del deber de garantizar derechos laborales a la vez que mella el poder de negociación sindical.
El entorno, ¿existe?
Al depender el destino simplemente de la voluntad, el entorno desaparece y el eje ordenador pasa a ser el propio mérito, lo que conocemos como meritocracia. El patrón ordenador social es el individuo y no la comunidad. Cada quien depende de y se construye a sí mismo, se crea. Soy lo que soy capaz de hacer.
Sin embargo y tras años de investigaciones, el Premio Nobel de Economía Joseph Eugene Stiglitz sostiene en su libro El precio de la desigualdad que “el 90% de los niños que nacen pobres mueren pobres, por más esfuerzo o mérito que hagan. Y, como contrapartida, el 90% de los chicos que nacen ricos mueren ricos, independientemente de que hagan mérito para ello o no”.
En la ciudad de Córdoba y los alrededores, las investigaciones sobre el emprendedurismo dan por resultado tipificaciones categóricas similares.
1. En la zona céntrica de la ciudad y sus alrededores inmediatos, (Cofico, General Paz, Nueva Córdoba, Güemes) se encuentran emprendimientos cuyos propietarios ya pertenecían a la clase media, media alta o alta, antes de lanzarse con sus actividades cuentapropistas. Son zonas con infraestructura adecuada, buen acceso al centro de la ciudad y a los clientes. Cuentan con acceso al capital para la inversión inicial, la adecuación a las normativas y a la estética de su punto de venta. Además, en muchas ocasiones por simple pertenencia de clase, tienen conocimiento de las categorías de gusto de los clientes con mayor poder de compra, lo que favorece el crecimiento de las ventas y consecuentemente los ingresos. Existe mayor predisposición hacia la tercerización de algunos procesos de trabajo y muchas veces son los “emprendedores” del grupo 2 o 3 los que realizan efectivamente el trabajo de elaboración.
Los emprendedores pertenecientes a este grupo son los que cuentan con mayor cantidad de herramientas para acceder a las líneas de fomento que requieren de presentación de planes de negocio y cumplimentación de requisitos formales, y en este mismo sentido, este grupo es el que cuenta con mayores redes de contención como asociaciones de emprendedores, cámaras y redes de socialización de conocimiento técnico y negocios cruzados.
2. En los barrios perimetrales a la zona central de la ciudad, lo que podría denominarse como el segundo anillo (Zona Ruta 20, San Vicente, Talleres, Las Palmas, San Martín), se concentran emprendedores principalmente de clase media y media-baja en los que podría tipificarse al emprendimiento como un recurso de ingresos complementario al principal del hogar. En estos casos, el tiempo de producción suele ser reducido y la continuidad sistemática del trabajo, irregular. En muchos casos el trabajo se da de manera esporádica como una estrategia complementaria para gastos específicos, o bien por aprovechamiento de ocasiones especiales (día de la madre, día del niño, etc.). Este grupo en ocasiones posee un círculo de clientes, ligado a amistades, vecinos y familiares, que de alguna manera garantiza un mínimo de ingresos para esas producciones irregulares. Sus canales de distribución están ligados a estas redes personales y esto marca en algún sentido tanto su piso de producción, como su techo de ventas. De la misma manera, por su ubicación geográfica, poseen acceso directo al centro y consecuentemente al gran grupo de proveedores con bajo costo logístico. Las actividades más frecuentes entre este grupo son Indumentaria con apliques de diseño básicos, Alimentarios no básicos (tortas de cumpleaños, postres), muñequería y regalería, y servicios ligados bienestar (físico, estética, pilates, yoga).
3. Los emprendimientos de la región periurbana de la ciudad (Chacra de la Merced, Los Boulevares, Villa el Libertador, Villa Unión, José Ignacio Díaz) se corresponden con la caracterización de la parte de la población con menores ingresos. En este grupo, en muchos casos el emprendimiento corresponde al ingreso principal de la familia o podría decirse que el de ambos jefes de familia son complementarios e intermitentes. El tiempo de producción también suele ser limitado y el acceso a clientes con capacidad de compra es dificultoso ya que la infraestructura urbana es más limitada en estas zonas. Las redes de distribución de este grupo están ligados a vecinos de barrios cercanos, normalmente venta casa por casa o participación en ferias municipales y vecinales. Las limitaciones de la infraestructura general son muy significativas para el desarrollo y sostenimiento de estos emprendimientos ya que el gas envasado es más caro que el natural, el acceso a la provisión de materias primas es más dificultoso y por lo tanto menos frecuente, en algunas zonas el transporte público tiene una frecuencia de dos viajes al día hacia el centro. Este grupo puede tipificarse por la producción de ropa blanca (mantel, repasador, toallas), alimentarios gastronómicos (pastas frescas, empanadas, masa de pizza, panificación en general) y servicios (peluquería, estética, cosmetología). En menor medida es posible encontrar oficios como carpintería o herrería de pequeño volumen, por la dificultad de acceso a las máquinas, equipo y al espacio físico adecuado.
La realidad contradice el relato. Pero el discurso hegemónico lejos de hacerse eco de los hechos, sólo incrementa el volumen de su aparato comunicacional imponiendo por sentido común, que si sos pobre, es por tu culpa.
La normativa y el fomento
Existe un sinnúmero de políticas públicas de fomento para emprendedores, posiblemente sea éste uno de los sectores más apoyados por programas de estímulo, pero esa vasta cantidad no garantiza la accesibilidad de todos los sectores. Primeramente, porque los montos de esos programas están segmentados y no depende tanto del proyecto como de la capacidad de cumplimentar los requisitos.
Redactar un plan de negocios, identificar la viabilidad de mercado y estimar si la capacidad productiva es acorde, expresar las estrategias logísticas para llegar a los clientes y formular un flujo de fondos, es prácticamente una imposibilidad, salvo para aquellos emprendedores con mayores herramientas de formación, que por lo general son previas a la decisión de emprender por cuenta propia.
Por su parte, las normativas municipales para la habilitación de un negocio, por pequeño que sea, requiere de inversiones imposibles para los emprendedores de escasos recursos, en algunos casos se exige hasta vestuario de hombres y mujeres aunque se trate de un pequeño taller de producción.
Las políticas públicas actuales destinadas a los emprendedores, tanto las de fomento como las de requisitos de habilitación, favorecen la brecha entre aquellos con mayores condiciones de desenvolverse en el mercado y aquellos que encuentran en el cuentapropismo una fuente de subsistencia básica.
En el emprendedurismo se reproduce la lógica de la desigualdad presente en otros campos sociales y la promesa de ascenso a partir de la voluntad individual es empíricamente sólo un discurso que no se cumple para la vasta mayoría de los emprendedores y que sí funciona para aquellos que ya contaban con una posición “dominante” (en términos de Bourdieu) antes de iniciar sus emprendimientos.
Así también, los actores de posiciones dominantes utilizan el voluntarismo como argumento para justificar que “el que quiere puede” y quien no lo logra, es porque no se ha esforzado lo suficiente y una vez más, el discurso hegemónico pone en la centralidad de los mejores valores a sus propios miembros, quienes otra vez son ubicados como el motor de la economía y la innovación, son los generadores de empleo y los merecedores de todo el apoyo incondicional del Estado.
*Por Martin Fogliacco para La tinta.