El Gigante colectivo
Tal vez falten refuerzos. Urge inflar el promedio. Pero el regreso al barrio “no se compara”. El renovado equipo Pirata jugará con treinta mil personas cada vez que sea local a lo largo de la temporada. En la parte difícil de la historia, el hincha ya escogió: se transformará en socio. En medio del intento por instalar la necesidad de convertir los clubes en S.A., Belgrano da testimonio y refuta las leyendas privatistas.
Por Anibal Abt para La Tinta
¿Se imagina pasar casi cuatro años sin sentir un aroma especial? ¿»Su» aroma? ¿El de la cabeza de su pequeño hijo, por caso? ¿O pasar cuatro temporadas sin sentir la grasa caer desde una parrilla hacia las brasas del piso inferior?
Más o menos eso recuperará el -nostálgico- hincha de Belgrano el 9 de septiembre próximo. Ese mediodía será casi tan especial como la liturgia de un asado. El Pirata vuelve a jugar en Alberdi, y lo hará con achuras y hasta alguna molleja incluida.
En tiempos de crisis, guiso, puchero y a lo sumo una falda, el socio sacó el pecho. Poco importó la incumplida promesa de refuerzos “de jerarquía” como contrapartida para convocar a un estadio “Julio César Villagra” colmado. El Gigante estará repleto todo el año, invadido por las treinta mil decisiones de asociarse.
De aquel 25 de octubre de 2013, en la caída por la mínima diferencia ante Rosario Central pocos se acuerdan. Fue la última vez que rodó la pelota de manera oficial, en el máximo torneo argentino, en el barrio de los obreros y estudiantes.
La ‘mollejita’ será la doble bandeja de la calle Hualfin. Esa por la que apostaron los simpatizantes y de la cual descreen algunos que se topan con un micrófono todos los días. Hacia adentro, la población celeste ya escogió un camino, marcado por seis años consecutivos en Primera.
Con esta actitud, la de valorar raíces, los hinchas celestes también validaron una forma de hacer política. Porque muchos de los jóvenes que hoy aparecen en el listado de socios, son “hijos del gerenciamiento”. Vaya paradoja… Armando Pérez y su gente supieron construir ciudadanía detrás de una empresa. Pero particularmente, poniendo énfasis en volver a activar el estatuto de un Belgrano como asociación civil sin fines de lucro.
Mientras parte de la -gorila- prensa genera una preocupación -posiblemente con cierta razón- porque diez mil personas más por partido invadan Alberdi y las inmediaciones, el desaparecido alambrado de la Hualfin fue cambiado por una fosa, y los escuetos escalones ahora son dos mil asientos y otros tantos miles contra los más de treinta paravalanchas, en las alturas.
Si alguien quiere imaginarse el aroma que recuperaron los ‘Piratas’, sólo basta consultarle al arquitecto Javier Herrera: socio desde pequeño e integrante de la comisión de Infraestructura en la gestión Córdoba Celeste SA, podrá en el noveno día del mes de septiembre de este año, pasadas las dos de la tarde, sentir que su padre, dos años después de su muerte, aún lo acompaña.
Como las tardes en las que decidió llevarlo a Alberdi, trasladarle la pasión por el color celeste e instruirlo para que siga sus pasos en la arquitectura. Algún nostálgico pondrá el grito en el cielo, en las nuevas gradas, cuando aprecie la torre de la cervecería, convertida en el hito de un emprendimiento inmobiliario.
“La experiencia de ver la tribuna nueva desde las de calle Orgaz será muy linda. En el sector de la bandeja alta de la Hualfin, las visuales no solo al campo sino a gran parte de la ciudad son hermosas. Eso te permite dar mayor dimensión a la envergadura de la obra que se realizó” sentenció Herrera, que fue parte del proceso de remodelación en sus múltiples facetas: como profesional, como hincha y como socio. Es decir, como un eslabón más de un colectivo de personas que poco a poco van tomando conciencia de que Belgrano es gigante, antes que nada, por su gente.
Por Anibal Abt para La Tinta. Foto: Colectivo Manifiesto.
