Sólo un hombre
Sentado, con su cuerpo y su mirada dirigida hacia a la izquierda de la imagen, una de sus manos se encuentra dentro del saco y la otra apoyada en respaldo del sillón. La mirada y la pose rígida buscan la posteridad de un prócer, pero su pelo canoso y algunas arrugas en su rostro muestran a un hombre que acusa el paso del tiempo. El retratado es José Francisco de San Martín y Matorras en el año 1848, dos años antes de su muerte, en París. Más precisamente en el N° 58 de la Rue de La Rochefoucauld, donde tenía su atelier el por entonces afamado fotógrafo Robert Bingham.
Por Redacción La Tinta
Por esos días, el daguerrotipo contaba con mucha popularidad. A pesar de eso, el prócer argentino se negaba a ser registrado, porque según su biógrafo José Otero, «no claudicaba ante la extravagancia teatral de su época». Fue su hija Mercedes quien lo convenció de que posara durante 40 segundos frente a la cámara de placa de Bingham.
Se realizaron dos tomas. La que se conoce, y una en la que San Martín tiene sus dos manos apoyadas en los brazos del sillón, esta última se extravió. Ambas imágenes se registraron sobre placas de 10 cm x 12cm de cobre pulidas y plateadas, que se emulsionaron con vapores de yodo y se revelabron con mercurio.
Luego de la muerte del general en 1850, su hija le solicito al fotógrafo más copias de los daguerrotipos para enviarlas a todos los amigos que las solicitaban. Esas imágenes le sirvieron como modelo a Mercedes para pintar en 1856 un retrato de su padre.
La fotografía que se conservó, que es la que analizamos, fue donada al Museo Histórico Nacional en 1900 por José P. de Guerrico, descendiente de Manuel de Guerrico, que según los relatos de esos días, habría sido amigo y vecino del general en su retiro en Francia.
El registro del daguerrotipo pone evidencia a un hombre al cual el paso del tiempo lo vulnera como a cualquier ser humano. Aquí no se ve al superhéroe nacional que construyeron algunos discursos históricos. Acá se ve a Don José, un hombre que falleció prácticamente olvidado por una nación que luego lo convirtió en prócer.
*Por Redacción La Tinta