La imagen neoliberal
No es que el neoliberalismo en sus formas de comunicar usa más la imagen que el discurso. Más bien, su discurso es la imagen. El discurso del neoliberalismo es la imagen. No tan solo necesitan mostrar y verse reflejados en sus gobernados. Son la causa y el efecto del reflejo. En el lado inverso del reflejo, en la cotidianidad de las masas, el pedido es el mismo. Necesitan que su gobierno sea a imagen y semejanza de ellos, los gobernados.
El neoliberalismo construye una imagen del mundo actualizada, la imagen que el mundo necesita y que ellos necesitan del mundo. No existe un afuera en esa relación. No es que se acoplan y ensamblan con todas las nuevas tendencias. Ellos mismos producen e instalan las tendencias, pero vale aclarar que con resultado incierto, como todo aquello que involucre a personas.
No se solicita un buen gobierno, sino una buena imagen de gestión. Se pregunta en las encuestas: ¿Qué imagen tiene usted de tal gobernante? Ultra conscientes del poder de la imagen y dándole usos múltiples construyeron su dinastía. Pero vale aclarar que el estatuto que les corresponde a las imágenes neoliberales es el de clichés, según como lo entiende Deleuze, es decir, una versión vulgar deformada y manipulada políticamente de las imágenes.
Los neoliberales son conscientes de que alcanza para ganar elecciones con conservar la imagen o los clichés que se tiene y espera de ellos. Por eso, a diferencia de los partidos más tradicionales del progresismo, saben administrar mejor la popularidad de sus signos. Saben sacarle provecho al «montaje» (de clichés) según lo entiende Didí Huberman. No usan a las imágenes como un medio de representación, buscan ser las imágenes mismas «en persona».
Deleuze nos señala que, frente a uno de los lemas legendarios de la fenomenología, «Toda conciencia es conciencia de algo», Bergson propuso que «toda conciencia es algo». Por lo que podemos decir, continúa Deleuze: «No toda imagen es imagen de algo», sino que «toda imagen es algo».
No hay purgatorio de imágenes ni teatro de representación. Las imágenes macristas tienen poco de particular o algo que le pertenezca a Macri. O sea, nada hay en las imágenes del Pro que marque un rasgo característico de «la personalidad» de sus representantes. Las imágenes neoliberales pre-existen al cuerpo que las anime y, a la vez, pueden ser producidas mientras se las representan.
El «milagro» Duran Barba se explica quizás por una falta de reflexión sobre la imagen del intelectualismo de izquierda de Argentina, que sigue aferrado a las imágenes viejas y ya arcaicas de la política. El pensamiento de izquierda en general está desfasado de la coyuntura visual de la época. Por más que use redes sociales, sigue sin poder lograr ser moderno, atrapa solo, de a ratos, la potencia de la imagen.
Una época-imagen más que una imagen de la época, es lo que se vive hoy. La virtud de Duran Barba no es otra más que haberle sabido apretar el F5 a tiempo a los vestidos semióticos de la derecha más putrefacta y antigua, que compone el ADN PRO, donde hay muy poca gente joven, pero muchos viejos que supieron hacerse un lifting de discurso, de sus maneras de hablar en público. Que aprendieron a apropiarse de la puesta en escena. Viejos que saben cómo parecer novedosos. La vieja política que aprendió que, hoy en día, uno mismo actúa y dirige sus imágenes. Aprendieron que ser es ser una imagen.
La virtud del asesor ecuatoriano es pequeñísima, no se trata más que de observar la vida social de las imágenes según una época determinada, poder hacer un diagnóstico firme del estado de las imágenes en este tiempo. En la publicidad se esconde «la nueva raza de nuestros amos», dijo Deleuze y lamentamos la precisión de su profecía.
Que hoy seamos una imagen determinada, va más allá del ejemplo de las redes sociales, va más allá de las fotos que inundan nuestra realidad, aunque obviamente este elemento es una de las grandes herramientas de ese reinado de la imagen, neoliberal. Ser objeto, reflejo y espejo no quiere decir que cada uno sea un «fotógrafo sublevado», consciente o inconsciente, sino que nuestras reacciones motrices primarias acuden a la imagen o a una imagen, por pulsión. Imagen, luego existo. Ser imagen o no ser imagen, esa es la cuestión.
No es la conciencia lo que determina la imagen. Es la imagen lo que determina (o condiciona, según los gustos en la traducción del texto de Marx) la conciencia. No importa cómo seas, sino cuál es tu imagen. No importa que estés loco, sino que tu imagen sea la de un loco.
Nuestra imagen ante todo. Podemos falsear nuestro nombre, pero no nuestro cuerpo, que es la imagen absoluta. Se puede ser analfabeto de saber y sintaxis, pero no de imagen. Hay un valor de uso y un valor de cambio de las imágenes. Hay reforma y revolución de las imágenes. La imagen es eso que está «en la punta de la lengua», es decir, antes de la palabra. Cambian las palabras, pero la imagen es la misma. Los pueblos de hoy confían más en las imágenes que en las palabras. Cuando Macri dice «Alegría» no dice nada, y eso es todo. No es un lema suelto, es una plataforma política.
*Por Revista Sudestada