Agronegocio y blanqueamiento: la legitimación de riquezas
Una mirada que se anticipa al potencial optimismo manipulador que los analistas financieros neoliberales desplegarán alabando la política macrista de repatriación de divisas y el aumento de exportaciones de granos. Sin embargo los hechos dan cuenta del más importante proceso de blanqueo de dinero de la historia Argentina.
Por Lucjan Augusto Encinas y Juan Pablo Neri
En los últimos años, Argentina presenta cifras de exportación de granos (trigo, soya y maíz) sin precedentes, posicionándose entre los primeros exportadores del mundo. No es una novedad que Argentina se encuentre entre los países que lideran la producción y comercialización de granos, pues este ha sido uno de los sectores más importantes de su economía a lo largo del siglo XX y el siglo XXI. El hecho que debe llamar la atención es la repatriación de colosales divisas que ha tenido lugar en los últimos años, desde que Macri entró al poder, y la manera en cómo en los análisis financieros futuros se pueda hacer una interpretación perversa de esta relación.
¿Buenas noticias?
¿Qué es lo que puede acontecer cuando se haga más público el hecho que, entre 2016 y 2017, 120.000 millones de dólares (USD), es decir 3 veces la economía uruguaya y casi cinco veces la boliviana, fueron repatriados a Argentina? Dos lecturas posibles pueden hacerse. La primera y probable es que el retorno de un gobierno que favorece a los empresarios permite el ingreso de mayores divisas empresariales al país, dando lugar a una bonanza financiera e impulsando la inversión. La segunda, y que es la que demostraremos como válida en el presente texto, es que se trata de unos de los procesos más importantes de blanqueamiento de dinero de la historia contemporánea de Argentina. Claro está, como también intentamos demostrar, que no se trata de una comparación pre-post macrismo que intente favorecer al kirchnerismo, pues este proceso es también consecuencia de las políticas del gobierno anterior.
En primera instancia, el hecho que se acumularan 120.000 millones de dólares, una suma que nunca antes en su historia reciente Argentina había logrado repatriar, devela un proceso de acumulación de varios años. Esta cifra es en verdad sorprendente pues supera los 102.000 millones de USD en divisas logrados por España y los 53.000 millones de USD logrados por Brasil. De hecho, las cifras anteriores son claramente inferiores siendo que el gobierno de Kirchner, con su mayor esfuerzo, logró la repatriación de 4.700 millones de USD en el año 2009 y 2.600 millones de USD entre 2013 y 2015.
¿Cuál es la lógica detrás de esto? Para impulsar las exportaciones, el Estado otorga divisas (dólares) a los exportadores, a cambio de pesos que espera recuperar una vez que los exportadores repatríen sus ganancias y las cambien de dólares a pesos. En este proceso de cambio, se supone que el Estado recupera las divisas a partir del cobro de impuestos sobre las ganancias. Empero, si los exportadores deciden mantener sus ganancias fuera del país (offshore), entonces el Estado no puede aplicar los impuestos correspondientes, ergo recuperar las divisas. Por lo tanto, el Estado se va quedando corto en divisas. Este es un problema que aquejó a Argentina de manera sostenida en los últimos años.
Esto no quiere decir, en contra de cualquier mito del kirchnerismo, que el gobierno de Cristina estuviera en contra del sector exportador y que con Macri se da un súbito retorno del neoliberalismo que da lugar a estas cifras exorbitantes de divisas repatriadas. De hecho, Kirchner llevó a cabo la misma política de dotación de divisas, sin embargo como señalamos antes no fue tan exitosa, logrando tan sólo la repatriación de 4,7 y 2.6 mil millones de dólares entre 2009 y 2015. La diferencia es que Macri, a diferencia de su predecesora, entiende mejor a su electorado pues proviene de este mismo grupo social: el gran empresariado, el agronegocio, la clase rica de Argentina.
Entonces, la relación con los históricos niveles de exportación del agronegocio argentino en los últimos años es directa. La acumulación de los 120.000 millones de dólares en divisas, se debe en gran medida a los altos niveles de exportación de los tres grandes sectores del agro argentino: la soja, el trigo y el maíz, que según datos de la FAO, en los mejores años de la última década llegaron a sumar 10 mil millones de dólares en exportaciones. Además, en los últimos dos años Argentina se ha posicionado entre los principales exportadores de granos en el mundo.
Asimismo, siguiendo a la FAO, la depreciación que sufrió el peso argentino en la última década, favoreció en gran medida a los precios de exportación de granos. Y, todas estas ganancias fueron deliberadamente mantenidas fuera del país.
A estos datos debe sumarse el hecho que de acuerdo con las previsiones de la FAO en su Biannual Report on International Food Market, uno de los documentos que sirve de principal referencia para los inversionistas en el campo de la especulación financiera global, la producción de granos en Argentina tendrá un crecimiento medio de entre 15% y 17%, en la producción de trigo y maíz en el año 2018. Estas previsiones favorables, lógicamente, impulsarán la inversión en estos sectores, favoreciendo las ganancias de los emporios productores.
Lo que está pasando en realidad
Como señalamos anteriormente, la repatriación de 120.000 millones de dólares en divisas es un proceso gigantesco de lavado de dinero para el sector más rico de Argentina. ¿Cómo entender esto? Una de las normas del comercio internacional y el derecho internacional tiene que ver con que en el lugar donde uno genera ganancias económicas, debe pagar impuestos; en algunos casos, además, la regla también manda que en el país de origen, incluso si las ganancias por una actividad productiva y/o comercial no se generan in situ, también deben pagarse los impuestos.
En el caso argentino, los sectores exportadores –notablemente el agronegocio–produjeron y exportaron cuantiosas cifras, generando importantes ganancias, pero cada año dejaron una buena parte de estas ganancias sin declarar. Es decir, no había repatriación de divisas, sino que las mismas permanecían fuera del país (offshore), dando lugar a una evasión de impuestos deliberada por parte de estos sectores de la economía. De esta manera es que se acumuló una cifra tan considerable de divisas que recién fue repatriada en el presente, debido a los perdones y facilidades provistas por el gobierno de Macri a los grandes empresarios.
Cabe recordar los escándalos de cuentas bancarias secretas en paraísos fiscales como el de los Panamá Papers, en los cuales Macri se vio vinculado, despertaron la preocupación de estos empresarios que hasta ese momento habían logrado ocultar sus fortunas fuera de Argentina.
¿En qué consisten estas facilidades? Lo que Macri le propuso a los empresarios fue un plazo de un año, que acabó a mediados de 2017, para poder declarar sus bienes y capitales y cuantos bienes que no fueran “legales”, es decir que no hubieran sido declarados anteriormente y que no hubieran pagado los impuestos correspondientes. Para esto, el gobierno propuso una imposición forfataria de tan sólo el 10% por los bienes y capitales declarados. Quiénes declararan en el plazo fijado pagando dicha imposición serían “perdonados” de todas las demás exacciones tributarias evadidas con anterioridad, así como de cualquier “delito de cuellos blancos” cometido en años anteriores. Además este perdonazo les permitió a los más ricos de Argentina no tener que rendir cuentas por el origen inverosímil de parte de sus cuantiosas ganancias. Quienes no declaran en este plazo tendrían que pagar una tasa de los 36% adicionales a los otros montos establecidos por ley.
El perdonazo a la familia Macri, que causó revuelo en Argentina en el mes de febrero del presente año, forma parte de este proceso blanqueamiento, indulgencia y otorgamiento de prerrogativas a las grandes burguesías.
Además de estos beneficios, en lo que respecta el sector del agronegocio específicamente, el gobierno de Macri les favoreció con una reducción sostenida de los impuestos (0,5% cada mes). Esto quiere decir que, si el primero de 1 de enero de 2017 el impuesto a las exportaciones de Soja y de Trigo eran del 30% y el 27% respectivamente, para 2019 los mismos se reducirían al 18% y 15% respectivamente. Es decir, se trata de una reducción de los impuestos a la mitad de manera progresiva. Esto es, aparte del factor endógeno de la producción de granos como uno de los principales sectores productivos históricos de Argentina, se suman una serie de prerrogativas otorgadas por el gobierno actual que favorecen aun más a este sector dominante de la economía.
Los efectos concretos
Todo lo dicho hasta este punto puede sonar bastante ajeno y hasta tendiente a la normalidad, siendo que usualmente aquello que sucede en las altas esferas sabe pasar desapercibido, sin embargo se trata de dinámicas con efectos adversos concretos y en el corto plazo. Efectivamente, es normal que en el capitalismo contemporáneo, es decir en el contexto del neoliberalismo, –que nunca dejó de ser, para despejar cualquier posible duda al respecto–exista un contubernio entre el poder político y el poder económico, es decir entre las élites que detentan el poder político y las élites económicas o las burguesías. Si este contubernio dejara de operar, ello supondría el colapso del sistema de desigualdad. Por lo tanto, la respuesta a cualquier hesitación sobre que si en algún momento los progresismos, como es el caso del peronismo kirchnerista, pretendieron subvertir este contubernio es NO.
¿Cuáles son estos efectos concretos de este proceso flagrante de blanqueamiento de dinero? Primero, y lógicamente, la legitimación de fortunas que se fueron amasando a lo largo de varios años de cuantiosas ganancias no declaradas ni tasadas, por exportaciones impulsadas a partir de la dotación de divisas. Gracias a los perdonazos y prerrogativas en materia fiscal concedidas por el actual gobierno, los más ricos de Argentina pueden declarar divisas así como propiedades y otros gastos suntuarios, legitimando una acumulación de riqueza grotesca que había permanecido durante años desregulada. Esto es, la repatriación súbita de centenas de miles de millones de dólares es, sin duda, una buena noticia, pero para los más ricos.
Sin embargo, si la forma de operar de los más favorecidos fuera abiertamente cínica, admitiendo estas contradicciones y privilegios otorgados en el marco de un contubernio entre la sociedad política y la económica, sería mucho más fácil pensar en una rebelión contra estas estructuras. En el contexto del neoliberalismo, las élites cultivaron distintas formas de desplegar recursos retóricos que encubren su cinismo mediante razonamientos hipócritas.
Este razonamiento capitalista liberal es que el retorno de las divisas y el blanqueamiento de todo este capital financiero supondrán mayor inversión productiva por parte de las burguesías, mayor generación de trabajos y posiblemente mejores ingresos para toda la población.
Se asume, por lo tanto, que el dinamismo económico generado por la inversión de todo el capital financiero repatriado e inyectado en el mercado nacional, si es bien manejado, debería beneficiar a “todos”. Nótese la infamia neoliberal.
Este es el razonamiento del gobierno actual en Argentina: perdonar las irregularidades exorbitantes a las grandes burguesías y justificar estas prerrogativas con el argumento de que “todos se beneficiarán”, lo cual me lleva al segundo efecto: una burguesía legitimada es una burguesía porfiada. El gran agronegocio comprende que el actual gobierno lo favorece, por lo tanto incrementa su inversión productiva, o sea extensifica e intensifica la producción y fortalece el perverso modelo de negocio de los alimentos transgénicos. En este sentido, no es casual tampoco que organismos como la FAO realicen previsiones favorables cuyo efecto –intencionado, aunque se pretenda afirmar lo contrario– sean especulaciones optimistas en los mercados de valores.
De hecho, cabe señalar que el enfoque productivo de la FAO desde mediados del siglo XX ha sido la seguridad alimentaria, ergo la producción a escala de alimentos. Por ende, más allá de que este mismo organismo por momentos “promueva” la producción orgánica o la valorización de “conocimientos locales” de pequeños productores, no cabe duda que es uno de los principales aliados del agronegocio a escala global. Existe pues, en este nivel institucional, otro contubernio operacional que es lo que conocemos como capitalismo global. Entonces es una dinámica continua: retorno de capital financiero del extranjero, inversión por ejemplo en los bonos emitidos por el gobierno e inversión de las ganancias en mayor producción siguiendo un esquema de gran escala y expoliación de los recursos.
Tercero, el efecto que atañe directamente a las clases subalternas, “medias” y trabajadoras: La inflación. Es una verdad de Perogrullo en la economía neoclásica que a mayor inyección de circulante en el mercado se produce un incremento en el costo de vida. La inflación en Argentina superó el 40% anual en 2016, es decir la más alta en 14 años según Infobae. A menos de que exista un incremento salarial equivalente, los sectores más desfavorecidos no podrán soportar la elevación del costo de vida. Para que exista tal incremento salarial tendría que dinamizarse la economía y, sobre todo, generarse mayores empleos. Sin embargo es una ilusión pensar que sectores como el agronegocio, cuya producción es extensiva e intensiva a más de mecanizada, puedan generar mayores empleos. El modelo predominante continúa siendo el primario exportador, y el gobierno actual ha demostrado que si las burguesías exportadoras están contentas no hacen falta mayores preocupaciones.
A modo de sintetizar, Todas estas dinámicas financieras que favorecen al gran empresariado son apodadas en la jerga economías “bicicleta financiera”. Esta denominación se refiere a una dinámica promovida por el gobierno que consiste en el cambio de dólares y pesos de manera continua, gracias a una tasa de cambio flotante y altísimas tasas de interés. La bicicleta financiera funciona de la siguiente manera, siguiendo el análisis de Daniel Pardo: “Traer dólares, cambiarlos a pesos, invertir en Lebacs, ganar 2,2% en un mes, reconvertirlo en dólares a la misma tasa original y luego sacar el dinero” (BBC, 21 junio 2017). Además, como señala el autor este tipo de medidas–presentadas por Macri como la solución para revertir los males del populismo, dinamizar la economía y solucionar la acuciante inflación– ya fueron puestas en práctica en el pasado dando lugar a “traumáticas devaluaciones y fuga repentina de capitales”.
En suma, está claro que “todos ganan” a raíz de la repatriación de capital financiero tal y como lo hemos descrito a lo largo del texto. Pero es un modelo de ganancia que opera como si se tratara de una fuente de agua vertical: Los de arriba reciben el agua más pura, la beben, se limpian la inmundicia, la mean, la cagan y el saldo se escurre; los de abajo reproducen el mismo proceso hasta que sean aguas pestilentes las que le tocan a los de más abajo. “Ganan todos”, pero queda claro que la “mano invisible” se hace vistosa al final del escalafón: está llena de caca. Que es lo mismo que decir que las consecuencias de esta “fiesta financiera” en la que se están regocijando los grandes capitalistas argentinos, como lo es el sector del agronegocio, serán nefastas para las clases subalternas.
*Por Lucjan Augusto Encinas y Juan Pablo Neri. Nota publicada en Rebelión y Zur. Foto: M.A.f.I.A.