Camila Moreno: «Vivimos en una cultura que denigra a las mujeres»
La cantante chilena Camila Moreno difundió su opinión sobre la violencia cotidiana que viven las mujeres en esta sociedad patriarcal. Relató su historia de abusos y atropellos: «No somos libres. He zafado. Pero no todas lo han hecho», expuso.
La cantante Camila Moreno decidió manifestar su sentir frente al trato hacia las mujeres en nuestra sociedad en su página de Facebook, donde relata cómo en su historia de vida se ha sentido atropellada, abusada y rechazada por ser mujer.
Acá sus palabras:
» A los 16 años, tenía un profesor particular de matemáticas… un viejo, no recuerdo su nombre, que siempre me mostraba la foto de Jesucristo y me hablaba del evangelio. Un día se paró detrás de mí y me tocó las pechugas. Quedé paralizada. Sentí una profunda humillación. En la noche le dije a mi mamá que no quería tener más clases de matemáticas. Ella dijo: «ok». Nunca más vi al profesor.
A los 17 años estaba en el parque que colinda con el río Mapocho, a las 20:00 hrs, teniendo una conversación desagradable con mi pololo. Yo estaba terminando con él. Vi acercase a tres tipos y supe que nos iban a asaltar. Nos rodearon, sacaron una navaja y otras cosas que no recuerdo. Registraron nuestras cosas violentamente, mientras apuntaban a mi pololo con la navaja decían: «pitéatelo, pitéatelo». Mientras yo gritaba fuertemente que no. Mi pololo estaba paralizado. En ese momento uno de los tipos me agarró del brazo y me dijo: “ven pa acá” mientras se bajaba el pantalón. Me zafé dando un tirón que rompió mi chaqueta. Los tipos se fueron corriendo. Le pedí a mi pololo que nos fuéramos por favor. Él dijo que no, que teníamos que terminar la conversación.
A los 19 años, un hombre muy alto me siguió en la calle y reiteradas veces me insistió que tuviese sexo con él. Le grité un sin fin de garabatos y salí corriendo. Cuando le conté a mi pololo, me dijo algo así como: “ah típico, a una amiga mía también le pasó.”
A los 23 años estaba caminando sola de noche por la calle Emilia Tellez, tenía mi guitarra en la espalda y un cuatro venezolano colgando del hombro. No había nadie alrededor. De pronto desde atrás saltó un tipo a tocarme. Se paró frente a mí masturbándose. Puse el cuatro venezolano como si fuese un arma y salí corriendo. Llegue a casa de mi amiga aterrorizada. Lloré toda la noche.
A la mañana siguiente fui a casa del chico con el que salía, buscando contención. Le conté lo que había ocurrido y se largó a reír. Me dijo: “Tómatelo con humor”. En ese mismo momento terminé con él.
Cuando empecé a trabajar en mi proyecto solista me recomendaron que me agrandara las tetas y que me tiñera rubia, que debía depilarme las cejas, que no era femenino tenerlas así.
Recientemente, dos hombres con los que trabajé por un par años – aparte de robarme, mentirme, creer que yo les debía mi carrera a ellos y tratarme de mal agradecida – me dijeron que yo al estar embarazada no podía tener conversaciones civilizadas porque andaba hormonal e irracional.
Hasta hace poco tiempo, sentía muchísima vergüenza como para contar algunas de estas historias incluso a mis más cercanos. Cuando iba en el colegio, tomaba micro para ir a clases de danza y volvía a las 10 PM todos los martes y jueves. Hoy no me atrevería a hacerlo. Dejé de andar en micro y dejé de caminar sola en la calle de noche.
No somos libres. He “zafado”. Pero no todas han zafado. A mis amigas las han violado, las han matado. El día que supe que mi bebé era hombre, sentí un profundo y perturbador alivio. Pensé que él no tendría que pasar por estas cosas… lloré muchísimo, como madre, por todas las niñas, las hermanas, las mujeres.
He escuchado más de una vez de amigos artistas, intelectuales que se hacen llamar feministas, decir cosas como: “si te cagas a tu mina, que sea con una mina más rica”. Abundan los grupos de Whatsapp con fotos de tetas y potos, un poco en talla, un poco en serio.
Vivimos en un clima, en una cultura que denigra a las mujeres. En las calles, en el trabajo, en las relaciones y en los medios. De una vez por todas tenemos que hacernos cargo de esto y decir BASTA.
Hoy se supone que está de moda el feminismo. Discuto a diario con mis cercanos sobre el tema. ¿Qué es el machismo? ¿Qué es el patriarcado? Hasta hace poco no me declaraba feminista. Pensaba que al feminismo lo circundaban muchas cosas negativas, extremistas, y que era separatista, pensaba que era una trinchera, donde los hombres quedaban del otro lado.
Yo amo a los hombres, amo a mi pareja, a mi hijo, a mi padre, a mis hermanos y a mis amigos. Hoy me doy cuenta que, sabiendo que existen muchos matices y excepciones, no podemos detenernos en esas cosas. No ser feminista sería ir en contra de mi experiencia. Porque todavía nos matan, nos pegan, nos violentan, y seguimos siendo nosotras las cuestionadas, las exageradas, las hormonales, las locas.
Creo que los hombres conscientes deben pronunciarse.
No dejemos que nadie se apropie de esta causa. No permitamos que sigan vendiendo el feminismo como algo estrictamente exigido por las mujeres. El feminismo no le pertenece ni a un blog, ni a un candidato, ni a una figura pública, ni a una organización ni a un género.
Cuidemos, protejamos, acompañemos y exijamos justicia. Esta no es una lucha para que transformen en moda ni tampoco para que cometan la imprudencia de tomar posiciones extremas. Ser feminista hoy es un asunto de educación, de respeto, de justicia y de futuro.
Basta de hashtags, basta de sobre-reaccionar en redes sociales, basta de creer que con una foto de perfil están haciendo su parte del cambio. Ya no. Ese fue el principio, pero hoy no basta. Basta de panfletos oportunistas. Necesitamos acciones.
Quiero justicia para Valentina Henríquez, para Nabila Riffo y para todas nuestras mujeres maltratadas.
Quiero que dejen de tratarnos como el sexo débil.
Quiero que respeten mi trabajo por lo que es y no por quién soy.
Quiero que salgan a la luz todos los jefes que acosan a sus empleadas.
Quiero que los editores de medios de comunicación que reiteradamente menoscaban y humillan a las mujeres dejen sus cargos para siempre.
Quiero que las mujeres puedan decidir cómo parir.
Quiero que todas las mujeres tengan el poder de decidir qué hacer con su cuerpo y con su vida.
Quiero que las mujeres se sientan libres de expresar su sexualidad.
Quiero perder el miedo al vocabulario y llamar a los agresores por su nombre.
Quiero caminar por las calles en plena libertad.
Y quiero que los hombres conscientes no tengan que sentir que son nuestros guardianes protectores, sino que salgan también a cambiar el mundo.
Gracias por leer.
Con ánimo de generar reflexión y crisis».
Camila Moreno
Santiago, julio de 2017