Norman Briski: “Antes que nada, soy socialista”

Norman Briski: “Antes que nada, soy socialista”
26 junio, 2017 por Gilda

Con la habilidad de transformar el odio, que considera necesario para las grandes revoluciones, en amor por el teatro, Norman Briski nos recibió en su espacio, el Teatro Calibán. Repasamos su vida, su exilio y sus sueños. En una enorme aula, con utilería variada y tribuna, Norman nos contó que a pesar de todo el sufrimiento por los 30.000 desaparecides, la palabra decepción “no es un lujo que nosotros podemos tener”. Flamante padre de gemelas, a sus 79 años dejó su mirada sobre la actualidad política, los medios masivos y el peronismo. Además, una pregunta para reflexionar: ¿Cuándo vamos a hacer consideraciones críticas sobre lo que es el INCAA?

Por Carlos Sanabria y Javier Chateau para Derrocando a Roca.
Fotos: Marcelo Moreno. Audiovisual: Marcelo González.

La puerta de la sala del Teatro Calibán se cierra. Los grabadores se apagaron y los lentes de las cámaras ya están tapados. Norman se despide y nos deja adentro mientras acomodamos nuestras cosas para irnos. La sala nos observa en silencio, sentimos la mirada desde los asientos vacíos. Y una sensación sobrevuela: Norman es uno de los nuestros.

Norman Briski es un actor popular, conocido en la mayoría de los hogares argentinos. Pero en sus ojos verdes se visualiza una historia intensa, amores, tragedias, sufrimiento, alegrías. Responde nuestras preguntas y se da el tiempo necesario para divagar, recordar anécdotas y olvidar otras. Muchas veces responderá antes de que la pregunta finalice. En otras se tomará su tiempo, respetuoso de los recuerdos. Sus convicciones sociales y políticas están firmes. También el respeto y el cariño por los amigos y compañeros que no están.

Norman es maestro de teatro. Nos recibe en el suyo, el Calibán, en el barrio de Constitución. Empezó a tener práctica como docente teatral durante el exilio al que lo obligó el gobierno peronista de Isabel Martínez. En Estados Unidos formó parte de un grupo de teatro popular latino y fue profesor en el Puerto Rican Travelling Theatre de Nueva York. Cuando volvió se planteó dar clases, pero la primavera democrática no fue grata con él. “Los periodistas tenían miedo de hacerme un reportaje, estaba marcado como montonero”, recuerda. Ricardo Alfonsín era un héroe nacional e instalaba una idea para interpretar lo sucedido en los ’70 que dura hasta hoy: la teoría de los dos demonios. “Fue algo muy ingrato para mucha gente que dio la vida para hacer un país mejor”, relata Norman.

Durante los primeros dos años paraba en casas de amigos y no tenía ni para tomar el colectivo. Ismael “Paco” Hase, productor del programa televisivo Buscavidas fue el primero que le dio laburo. La Fiaca y esas preguntas existenciales acerca de qué vida llevaban los argentinos habían quedado atrás. Con la democracia se comía, se educaba y se curaba…

—¿El Calibán fue el primer lugar dónde ejerciste la docencia en tu vuelta del exilio?

—No, no empecé acá. Antes me echaron de varios lados y dije “voy a hacer mi lugar propio”. Me echaban porque en las clases puteaba, tirabas un “la concha de tu hermana” y no… “¿Cómo vas a decir esas cosas…?”, te decían. ¿Pero cómo no voy a poder putear?

Norman no putea a la hora de analizar la realidad socio política actual, pero no duda a la hora de describirla. La entrevista en el Teatro Calibán se hizo con las sensaciones de la grandísima movilización popular contra el 2×1 a los genocidas, aún calientes.

—¿Imaginó tener que volver a caminar entre represores otra vez?

—Era previsible que este gobierno iba a apoyar la causa de los genocidas, se veía venir ya en la campaña. Por suerte surgió esta reacción, este acto de resistencia que blanqueó las almas, pero esto no termina acá. Después el gobierno dio marcha atrás pero no me sorprendió, soy grande y ya se calcular el caradurismo en la Argentina. Se trató de un acto de hipocresía que contó con el apoyo de esa parte de la sociedad civil que apoyó la dictadura y que hoy Macri sea presidente.  Pero no se trata solamente de resistir, sino de contraatacar.  Está clara la conexión entre gobierno, curia argentina y Corte Suprema.

—Sin embargo esta movilización popular no se vio en otras épocas de la Argentina…

—Se vio por última vez con Alfonsín, cuando aparecieron otra vez los cuarteles en Semana Santa, pero con eso no se desactivaban las alternativas militares en el país. Juntar medio millón de personas, por más que haya gente que no pondría el cuerpo por una sociedad socialista, significa por lo menos que ya no se quieren estas acciones con los genocidas.

Norman creció en Córdoba. Durante el peronismo fue a una escuela industrial y se recibió de técnico electromecánico. El golpe del ’55 lo vivió en suelo cordobés. “Soy de la clase trabajadora de Córdoba”, nos aclara. Su padre era comunista, “entonces era fácil que yo visualizara a la clase trabajadora como la clase que producía los cambios sociales, que supiera lo que era el antiimperialismo, las ideas de base del pensamiento peronista nacional y popular”. Años después militaría en el Peronismo de Base y en un grupo de teatro popular llamado Grupo Octubre. Durante la charla aparece el General Valle: “la más dignificante figura, parte de la oficialidad de un ejército que apoyaba las gestas populares y permitía pensar en la constitución de un ejército popular”.

—¿Qué mirada tiene acerca del peronismo en la actualidad?

—Nunca me arrepentí de meterme en el peronismo, pero en un momento fue el peronismo el que dejó las banderas de liberación. Las tiró nuestro General expulsando a los jóvenes y eligiendo a la burocracia sindical y a los milicos para poder sostener la gobernabilidad.  Si el precio de la gobernabilidad es vender el orto o vender tus ideas, se acabó. La alternativa al peronismo, llámese Randazzo o Cristina, me parece lejana de lo que significó aquel peronismo liberado. Hoy no, no tiene nada que ver con eso y no deja de ser un sufrimiento enorme porque tengo una pertenencia, es dónde estuve toda mi vida, forma parte de mi cultura.  Y de pronto decís “no, yo acá chau viejo…esto no va más”. No estoy diciéndole a los peronistas que dejen de serlo, pero no creo que falte mucho para que haya una alternativa distinta, nueva, que surja una nueva mayoría.

—Alguna vez dijiste que el odio era un motor que tenías. ¿Sigue siéndolo?

—El odio es el motor que ha hecho las revoluciones en el mundo. ¿Qué hubiera sido de la Revolución Francesa sin ese sentimiento? Entiendo que a veces se imagine un odio más parecido a un resentimiento, que es poco productivo. Shakespeare no escribió de otra cosa que no fuese acerca de ese motor del cambio social. Cuando hay tanta injusticia va a haber bronca. El lenguaje pareciera que llega hasta ahí, de hecho La marcha de la bronca es una linda canción. Pero  el odio es el fuego de los pueblos contra la injusticia. 

—Que hoy no resuena tanto…

—Los términos “antiimperialismo” o “anticapitalismo” ya no se escuchan. Parecen ser parte de un pensamiento de izquierda trasnochada. La marcha peronista dice “combatiendo el capital” pero pareciera que eso ya es viejo, aunque ya ni la cantan tampoco. Hay que hacer algo nuevo con contenido antiimperalista, el último síntoma fue cuando vino Bush a Mar del Plata, en donde había un aire renovado frente a estas cosas.

—Usted es un actor popular, y apenas se repasa su historia surge su pata política, su militancia, sus ideas. ¿Cómo se lleva con los medios masivos y la posibilidad (o no) de mostrar allí esta faceta?

—No escondo la pata. Lo que pasa es que los otros no quieren verla. Nunca dejé de decir lo que pienso. Si voy a un programa opino en referencia a lo que se está tratando siendo cauto de no quedar como un francotirador. Siempre es complicado ir a esos lugares, sobre todo si el que tenés en frente tiene intereses de determinado sector económico y no a favor de las mayorías. No diría que es juntarse con el enemigo, por ahí me equivoco. Pero en general la característica de los que están en los medios ha sido siempre árida. Y los que saben cómo no enojarse son ellos porque por eso están estables. Vos te vas y ellos tienen la última palabra.

—¿Y qué mirada hace de la industria televisiva y teatral?

—Suceden eructos cada tanto. Este año se estrenó en Netflix La última hora, una serie junto a Romina Ricci, Daniel Araoz.  Netflix es extraordinario. Hacemos un programa acá, no lo ve nadie, lo compran ellos, hacen el producto y lo venden a la Argentina. Como hicieron con las vacas; te las compraban y te vendían los zapatos.  Acabo de hacer una serie que se llama La Pulsera (NdeR, protagonizada por Dady Brieva) que habla de los presos comunes en la Argentina, lo que pasa con las cárceles. A pesar de todo hay eructos que salen y hablan de cosas que están sucediendo.

—En 1999 varios actores y actrices de la Argentina se juntaron bajo la consigna “somos actores, queremos actuar” en defensa de las producciones locales. Pero hoy prendemos el televisor en horario central y vemos producciones extranjeras copando el aire. ¿Qué opina?

—Lo que dijiste ya encierra el tema. Es interesante pensar que en la Argentina, el único producto rentable era una novela, sin embargo ahora las importamos de afuera. En su momento Brasil hacía telenovelas que eran interesantes de ver, tuvo producciones que hablaban sobre la tenencia de la tierra, el coraje del pueblo. Acá eso no se hizo nunca. Pero lo que se vende y tiene rating, así sea de Brasil, Turquía o Mongolia lo van a poner. Lo que importa es el negocio; va delante de todo. Lo que pasa es que a veces es negocio hacer un buen programa. A veces.

—Es llamativo que la mayoría de esas novelas que se importan son de orientación religiosa

—Hubo otras, años atrás, que eran excelentes. Pero te repito, si un programa de los “SinTierra” tiene rating lo ponen, si vende una novela que habla de tomar la Catedral también. Venden a la madre sin impudicia, algo propio de los negocios.

—Por lo que describís entonces, no se coloca en un lugar simplista que afirma que si los productos televisivos son “nocivos”, eso perjudica a la sociedad de alguna manera…

—No es tan simple la explicación; pero en general podríamos decir que la televisión es una mierda. Pero de pronto te aparece algo como Tumberos o las primeras cosas que hizo Tinelli y luego dejó de hacer (Okupas). Y después también están los actores y la cuestión de identificarse con el pueblo que los inspira. Pero el que manda, en ese ámbito, es el rating.

—Hablaba de los actores y la identificación con el pueblo. ¿Qué le interesa dejar a sus alumnos y alumnas como maestro? Además de cuestiones ‘técnicas’ ¿apunta hacia otras cosas?

—Siempre asocio mi trabajo con lo social, por lo tanto el estudiantado sabe que para poder inspirarse en una improvisación en una obra de teatro, va a tener que estar conectado con cierta realidad. Si querés hacer un piquetero, un trabajador de la basura, yo te diría que por lo menos vayas dos días a ver cómo es el asunto, no me vengas a hacer una sublimación angelosa de esa experiencia. El estudiantado jamás tuvo inconvenientes de hacer una experiencia vital de vida, inclusive la busca. Tengo suerte de que el teatro pone a la gente a identificarse con los que están sufriendo. Si el teatro no tiene un contenido emancipador no existe.

—¿Qué opina sobre lo sucedido en el INCAA con la intervención del Ministro de Cultura, Pablo Avelutto, al remover al ex director del instituto de cine Alejandro Cacetta?

Desde ya que si hablamos de un ente autárquico, ¿qué hace el gobierno ahí adentro? Pero también me pregunto: ¿Cuándo vamos a hacer consideraciones críticas sobre lo que es el INCAA? ¿Qué tipo de institución es que está basada en el capital? O sea, la industria cinematográfica se basa en tener guita, vos no tenés guita, no podés filmar. Si hay plata en el medio, vos tenés que saber que va a haber una lata que puede ir para allá, venir para acá… Entonces una cosa es la bestialidad de que se meten desde el Ministerio de Cultura expulsando un tipo que ellos mismos ponen y que aparentemente tenía el título de “decente”. Pero después viene la pregunta “che, nosotros,  ¿qué estamos haciendo con el cine argentino? ¿Cómo debe ser el cine argentino?” Esa discusión yo no la escucho y no la veo. Pensémosla eh, porque se trata de una industria que necesita de capital.  ¿Quién nos lo está dando? Acá en la Argentina hubo producciones norteamericanas que fueron solventadas por el INCAA como de interés nacional. ¡Interés nacional una película norteamericana hecha en la Argentina! No… me estás jodiendo…

A los 77 años Norman fue padre otra vez. “Ellas vienen por amor”, contó meses antes de que nazcan las gemelas Galatea y Fidelina, producto de la relación con su compañera, la docente y actriz Eliana Wassermann.

—Creció en un hogar donde se hablaba de política y se vivía el cine y el teatro (sus tías Berta y Paulina Singerman trabajaban en el cine en esa época y realizaban teatro-comedia en Córdoba). ¿Qué le interesa dejarle como legado a sus hijas?

Esa es una pregunta… (se toma su tiempo, amaga con no contestarla, pero arranca) Tengo cinco hijos ahora y por ende, tengo experiencia de papá desde mucho tiempo. Estoy con mis hijos y también con lo que siento que tengo que hacer. Si hay que ir a Comodoro Py porque a tal lo metieron en cana voy a ir, si hay que ir a una marcha voy a ir siempre que esté convencido. Mis hijas son chiquitas y necesitan de mi ahora, puedo ir y volver, pero sí, es un quilombo. A veces tengo que venir a clase, a mi trabajo (no hace falta estar en una trinchera) y te dicen “papá, papá…”, son muy cariñosas y si, es un quilombito muy coordinado con mi compañera.

—Lindo quilombito…

Hay un cuento de Tato Pavlovsky muy lindo. Sucede que lo persigue la policía, entran a su estudio, le rompen todo y logra escaparse por los techos. Entonces la familia, sus hijos le piden “ “papá, andate, andate”, pero él no quería hacerlo. Entonces en un momento viene el hermano y le dice “vamos a hacer una cosa, yo conozco un almirante de la marina y voy a averiguar sobre vos a ver que pasa”. El hermano logra hablar con el almirante y este le pregunta: “¿Cual Pavlovsky?” “Eduardo Pavlovsky”, le responde. “¿Qué? ¿no está muerto?”. El hermano de Tato vuelve y le dice “rajate porque te dan por muerto”. Los hijos lloran y antes de irse Tato llama a la hija mayor y le dice “yo me voy, pero antes que todo, yo te estoy diciendo una sola cosa para que no te olvides nunca: yo soy socialista”. Chau.

Ese pensamiento refleja nuestra manera de pensar la vida,  antes que nada está ese pensamiento mayoritario, para todos, de buscar la igualdad, una sociedad distinta, donde no haya explotados… todas esas cosas que parecen antiguas. Eso va primero de todo, después vos tenés tus hijos, tenés tu compañera, tu estudiantado, pero eso va a delante.  Yo me identifico con esto, Tato se lo dijo a su hija para que se acuerden que lo más importante de su vida era ser socialista. Lo demás se pone en su lugar con mucho amor y mucho afecto. Pensá que para los 30.000 muertos en la Argentina, para esa gente, antes que nada estaba la revolución, estaba un país distinto.

Mi política vida. Una entrevista a fondo con el periodista Carlos Aznárez se llama su autobiografía. Allí, el director de Resumen Latinoamericano y compañero de Rodolfo Walsh en ANCLA, la agencia de noticias clandestina que funcionó durante la última dictadura cívico militar, conversa con Norman y a través de su testimonio, repasa la militancia de Briski.

—Después de todo lo que vivió. Los sueños, el exilio, el sufrimiento, las frustraciones. ¿Cómo seguir adelante? ¿Cómo no decepcionarse?

Decepcionarse no es un lujo que nosotros podemos tener. No te podés decepcionar, uno tiene que seguirla. ¿Qué es, una telenovela? Decepcionarse, desilusionarse… si vos sabes muy bien que una revolución se puede hacer en tu tiempo o en otro, quizás en el futuro, o quizás ya pasó. No te decepciones… es algo que aprendemos inclusive en el amor. ¿Decepcionarse en el amor? Eh viejo…. Es un lujo… vos la seguís, buscás, mala yeta, bueno, se buscará de otra manera, de otra forma…  Lo más grave para nosotros son los compañeros que no están. Uno los extraña y eso es duro. Es duro. ¿Y qué querés que haga? ¿Qué viva en el cementerio? Hay que seguirla ¿Qué me diría esa gente que yo conocí? Dale nene, dale, si te ponés triste ahora te van a poner un cohetazo en la espalda.  ¿Se entiende? Nosotros somos de esa época, Aznárez es de esa época, un tipo que nadie lo está midiendo en su grandeza. ¿Se va a decepcionar porque no lo reconocen? Hay que aprender esto, no es tan fácil. Hubo gente decepcionada con los Kirchner… ¡no, no puede ser! No puede ser que te decepcionen los Kirchner… ”También vos te buscás cada batracio”, le diría algún amigo…

Por Carlos Sanabria y Javier Chateau para Derrocando a Roca.
Fotos: Marcelo Moreno. Audiovisual: Marcelo González.

Palabras claves: Dictadura Cívico-Militar, Norman Briski, peronismo, Teatro

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