Algunas reflexiones urgentes

Algunas reflexiones urgentes
15 junio, 2017 por Redacción La tinta

Vivimos tiempos complejos. Y sobre todo veloces. En los últimos diez días hemos pasado por la rabia y el dolor. Por el miedo y la esperanza. Cada emoción guarda algún elemento de valor que espera ser rescatado por una reflexión estratégica que contribuya a potenciar las luchas del pueblo laburante y a defendernos mejor de nuestros enemigos.

Por Lisandro Levstein para La tinta

Una rabia

“Los despedidos seguirán despedidos”. La perversa sonrisa de un intendente cordobés que se va a dormir convencido de haber desarmado al valiente grupo de trabajadoras y trabajadores del transporte que se puso al frente de una lucha histórica por mejores salarios y condiciones de trabajo. En Córdoba hay cien nuevas familias que ni sonríen ni pueden dormir.

Una certeza

El conflicto no terminó, entró en una nueva etapa. Lo que empezó como un movimiento ofensivo para mejorar las condiciones impuestas en una impresentable paritaria nacional, se ha convertido en un movimiento defensivo para preservar las fuentes de trabajo. También están en juego las condiciones para ejercer el derecho a la protesta y para resolver los conflictos con militarización y represión. Algo en nuestra estrategia falló o no alcanzó y debe ser revisado.

Un dolor

El pueblo laburante está desgarrado. Si las jornadas que sucedieron al acuartelamiento policial del 3 y 4 de diciembre de 2013 pusieron al desnudo la enorme violencia social acumulada a lo largo de cuatro décadas de terrible desigualdad y brutal represión, estos últimos diez días hicieron evidente las enormes fisuras que persisten entre los distintos segmentos de nuestra clase. Al día de hoy, la mayoría de las cordobesas y cordobeses sigue convencida de que éste se trata de un conflicto que enfrenta a un selecto grupo de trabajadoras y trabajadores contra el resto de la sociedad. Desde arriba, las empresas y sus malos gobiernos festejan.

Un recordatorio

Hace cuarenta años que todas las trabajadoras y trabajadores estamos peor. Ocupadas y desocupados. Estatales y privados. Del transporte y de la educación. De la actividad financiera y la salud. De alimentos y del comercio. Nadie pudo recuperar el poder adquisitivo perdido con la violencia militar de la dictadura y la violencia económica de la hiperinflación. Si actualmente los trabajadores de un sector están mejor que las trabajadoras de otro es porque los primeros lograron perder menos que las segundas y no, en cambio, porque hayan logrado ganar más. La diferencia no es ideológica ni conceptual. Y tiene impactos sobre la mirada estratégica.

Una confesión

“Sálvese quién pueda” vs. “El pueblo unido jamás será vencido”. Si el pueblo laburante está desgarrado, no tiene que ver únicamente con la terrible violencia social, militar y económica que nos oprime desde arriba, sino también con la forma en que hemos respondido a esa violencia. “Sálvese quién pueda” es la horrible frase que sintetiza la estrategia que ha predominado en el mundo de las organizaciones sindicales. Al menos, hasta ahora.

Una intuición

“Esos culiados nos dejaron a pata”. Las trabajadoras y trabajadores que menos han perdido en estos últimos cuarenta años integran sindicatos que han descansado más en su poder estructural (que surge de trabajar en actividades estratégicas como el transporte y logística, la industria de la soja y el petróleo o la intermediación financiera o en el estado, donde hay mayor protección frente a despidos) que en el poder asociativo (que surge de la organización colectiva, solidaria y democrática del pueblo laburante). Las trabajadoras y trabajadores que más han perdido son, al mismo tiempo, las que más dolores, bronca y soledad han acumulado. Esa es la experiencia realmente existente de la que se alimenta el consenso anti-obrero que las empresas y sus gobiernos digitan y los medios fogonean.

Un aprendizaje

No sólo en la tele el tiempo es tirano. No podemos sanar en unos pocos días lo que llevó años destruir. Para enfrentar la unidad sin fisuras entre empresarios (incluidos de los medios), malos gobiernos (municipalidad, provincia y nación alineados) y burocracia sindical no alcanza con la valentía y tenacidad de las bases y un cuerpo de delegadas combativo. Tampoco alcanza con la capacidad de paralizar la ciudad durante una semana y generarle un importante costo a todas las empresas de la ciudad. La voluntad de organizarse para luchar es un elemento necesario y la posición estratégica es una ventaja. Pero sin la solidaridad activa del resto de nuestra clase no hay victoria posible. Y la solidaridad de clase no puede nacer de un decreto o de una declamación, sino que debe construirse pacientemente, conectando las luchas, no sólo desde lo ideológico, sino también desde lo reivindicativo.

Una esperanza

Unidad en la acción. A los pocos días de iniciado el conflicto fueron varios los gremios y organizaciones sociales que decidieron solidarizarse con las trabajadoras y trabajadores del transporte. Entre el aguante en la sede de la UTA durante la noche helada del miércoles 7 y la masiva movilización del lunes 12 estuvo el invaluable esfuerzo del activismo sindical y social. Esa solidaridad todavía puede crecer si logramos encontrar el modo de conectar las reivindicaciones propias del sector con las del resto de nuestra clase.

Una advertencia

La economía es a veces decidir quién paga la factura. Los diez días sin transporte público generaron importantes cambios en la economía del pueblo laburante. Por un lado, las trabajadoras y trabajadores en lucha podrían llegar a dejar de cobrar lo que les corresponde por cada día de paro y, en algunos casos, estarían por perder su único ingreso. Las trabajadoras y trabajadores de otros sectores tuvieron que hacer un gasto extra (si encontraron alguna alternativa de movilidad) o perdieron el presentismo o el jornal (si no llegaron a su lugar de trabajo). Lo que falta es un debate respecto a quién se tiene que hacer cargo de la factura: si cada laburante de su bolsillo propio o la Municipalidad y las empresas de transporte. Hasta ahora, son estas últimas las que están ganando la pulseada.

Una propuesta

Una semana de transporte gratuito por cada día de paro. Una cuenta rápida de un promedio de lo gastado en taxi o remis en cada día de paro nos devuelve el equivalente de 7 días de viajes en colectivo. La cantidad de días se duplica si tomamos el equivalente a un jornal según el salario mínimo, vital y móvil. Una propuesta similar ya fue iniciada por una asociación de consumidores basados en una experiencia exitosa en San Luis. Y comparte el mismo espíritu que el proyecto denominado “Boleto Cero” elaborado por las delegadas y delegados del transporte; que la Municipalidad y las empresas del transporte se hagan cargo de su responsabilidad.

Las tres propuestas son rechazadas en bloque por las empresas y los malos gobiernos y ninguna de ellas podría ser ejecutada sin la presión efectiva del conjunto de las trabajadoras y trabajadores en unidad. Mientras damos pelea, tal vez nos sirvan para convencernos de quiénes son los verdaderos enemigos comunes del pueblo laburante, a pesar de las diferencias y los errores que lamentablemente hemos acumulado durante tanto tiempo.

* Por Lisandro Levstein para La tinta. Fotografías Colectivo Manifiesto/La tinta.

Palabras claves: paro de transporte, UTA

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