Finales de la NBA: una cita a sabiendas
Era una cita fatal, en tanto inevitable. Dos equipos cuya sola denominación promueve un choque de opuestos de esos que proliferan en el imaginario yanqui: los Caballeros de la industrial ciudad de Cleveland contra los Guerreros de la multicultural bahía de San Francisco. O Cleveland Cavaliers versus Golden State Warriors, según manda la lógica de marketing. Ambos llegan por tercera vez consecutiva a la final de la NBA rompiendo records, engendrando nuevos mitos y dejando preguntas: ¿Habrá llegado la hora de tomar medidas que impidan la reunión de más de dos superestrellas en un sólo equipo?
Por Luis Zegarra para La Tinta
Era una cita fatal, en tanto inevitable. No han hecho más que concretar el reto que se habían cursado 340 días atrás, en el segundo capítulo de una saga que ha vuelto a nutrir de rivalidades antológicas a la liga más espectacular del deporte más dinámico: la National Basketball Asociation (NBA). O la liga privada del baloncesto de los Estados Unidos, un deporte que se juega con reglas del básquet pero con códigos propios, muchos vinculados al show business.
Hablamos de dos equipos cuya sola denominación promueve un choque de opuestos de esos que proliferan en el imaginario yanqui: los Caballeros de la industrial ciudad de Cleveland contra los Guerreros de la multicultural bahía de San Francisco . O Cleveland Cavaliers versus Golden State Warriors, según manda la lógica de marketing.
Ambos llegan con la determinación que exige la búsqueda de unicidad como condición de competencia. En el camino han barrido con cuanto oponente se les ha cruzado, rompiendo récords y engendrando nuevos mitos.
Dos en tres
Será la primera vez en 71 años de NBA en que los protagonistas de una final repitan en tres ocasiones consecutivas.
Aunque parecía cantado allá por octubre, lograron que los seis meses de la temporada regular 2016-2017 pareciesen sólo un innecesario preludio. Todos sabíamos quiénes serían los representantes de la Conferencia Oeste y la Conferencia Este en la contienda.
Unos y otros jugaron 82 partidos durante la temporada regular, viajando por 29 ciudades y recorriendo miles de kilómetros: más de 86 mil los Warriors, 56 mil los Cavaliers.
Tal derrotero permitió a los de la bahía asentar una estelar formación con la que esperan vengar la afrenta de la derrota en el séptimo partido de las finales pasadas, primera ocasión en que un equipo pierde luego de ir 3 a 1 arriba (se juega al mejor de siete).
Tal formación, al límite de los topes salariales, cuenta ahora con la que fue la figura más buscada de la liga, Kevin Durant, un alero de 2.08 metros con manos firmes y brazos tan extensos como para cambiar los tableros cuando lo desee.
En el mismo lapso, los de Ohio realizaron ajustes a su cuadro. En particular a su banca, clave para una dura serie. Pero esencialmente se permitieron algo de descanso, ya sin la deuda de una corona para una ciudad que llevaba 51 años sin euforia. Y ratificaron que cuentan con alguien destinado a reinar en cualquier tiempo de la liga: Lebron James.
Récord sobre récord
En las 216 noches de la temporada, los de la bahía y los mediterráneos se cruzaron sólo dos veces, con un triunfo por bando. Pero en cada acción parecían enviar mensajes a su inevitable contendiente al trono.
Nada cambió al llegar a los playoffs. Ambas escuadras pulverizaron a sus rivales de conferencia al punto de convertirlos en meros mojones de una ruta de dos manos. Combinando sus trayectos vemos que ostentan un registro de 24 triunfos y una sola derrota, algo inédito en la competencia.
Desmenuzados por equipo, los números siguen impresionando. Perfectos durante las tres rondas eliminatorias, los Warriors alcanzaron un logro que pertenecía a los Lakers, de Los Ángeles, en 1989: llegar a las finales sin perder un partido durante los playoffs en curso. Llevan doce triunfos en hilera al ritmo de su base Stephen Curry, que se encamina a romper cualquier marca de triples encestados.
Pero es su oponente en la final el que acaba de igualar el récord de partidos sin derrotas en instancias decisivas. Los Cavaliers acumularon 13 triunfos en fila, antes de caer frente a Boston en el tercer partido de las finales de conferencia este (en los hechos, la semifinal de la liga). Por cierto, el récord era también de aquellos Lakers del 89 que, paradójicamente, perdieron las finales por un lapidario 0-4.
En este mismo año, los de Cleveland establecieron otro hito, al ganar un partido de instancias eliminatorias con una diferencia de 44 puntos. Fue 130-86 en el segundo match ante los Celtics, en la más cruda muestra de una maquinaria ofensiva que ha engranado hasta producir números sin precedentes.
En el cuarto juego de esa misma serie James superó a Michael Jordan como el máximo anotador absoluto en playoffs, en otro paso de la competencia por ser el mejor de la historia.
Claro que tales récords poco importan si al final del camino no hay anillo de campeón. Así lo indica la tradición de la NBA, así lo aprendieron en San Francisco el pasado año, que no pudieron coronar una temporada en la que habían superado la marca de triunfos en la fase regular. Nada ha podido quitarles el sinsabor. Y ese parece ser su combustible.
Y así como el propio James pareció forzarse a un exilio de su ciudad natal para conseguir sus primeros anillos, el mismo temor a “no ganar” parece guiar al mencionado Durant, que eligió mudarse a la bahía porque a sus jóvenes 28 años, siente la imperiosa necesidad de no formar parte de la legión de estrellas que jamás cortó redes.
Dos estilos
Tanto Cavaliers como Warriors llegan a las finales porque son los mejores equipos. Y son los mejores porque tienen la mayor cantidad de talento y, sobre todo, porque han sabido interpretar los cambios que se han dado en la NBA tras varios años de mixtura con estrategias y tácticas propias de las ligas que forman la Federación Internacional de Basquetbol (FIBA).
Luego de décadas de defensas individuales y ofensivas estacionadas, especialmente por la presencia dominantes pivotes, los equipos han mutado su juego. Predominan las formaciones versátiles, con jugadores polivalentes, transiciones a toda velocidad y búsqueda de tiro desde posiciones alejadas del cesto.
En una liga siempre abierta a las modificaciones, parecen haberse diluido muchas de las características que diferenciaban a las conferencias Este y Oeste: juego interno y dura defensa la primera, vértigo y show la segunda. Hoy, todos corren y cualquiera tira.
En ese contexto, los bahienses también muestran un arsenal ofensivo temible, con tres tiradores mortíferos, capaces de encestar en una cerradura si logran ritmo: Klay Thompson y los mencionados Durant y Curry. A ello añaden una defensa asfixiante que ha logrado mantener a sus oponentes en menos de un punto por ataque.
Al despliegue supremo de James (domina todas las variantes y casi todas las posiciones del juego), los mediterráneos suman el talento indescifrable del base Kyrie Irving y la mano precisa de su ala pívot, Kevin Love. Los tres rinden mejor con ofensivas elaboradas, pero también vuelan en cancha abierta.
Mesa y dudas
La serie inicia el jueves 1 de junio, a las 22 de Argentina. Se extenderá hasta que uno de los oponentes gane cuatro partidos.
Las expectativas son altas, maceradas durante las últimas tres temporadas. Las apuestas indican paridad. Sólo algunas dudas se ciernen sobre el espectáculo. La primera tiene que ver con el impacto que tendrá, pensando en las próximas temporadas, la enorme brecha que ha separado a los finalistas del resto de los equipos. Aunque San Antonio y Houston amenazaron con terciar, sus planteles más exiguos y/o veteranos les quitaron cualquier chance. ¿Habrá llegado la hora de tomar medidas que impidan la reunión de más de dos superestrellas en un sólo equipo?
La otra duda viste de sospecha. ¿La dirigencia volverá a tomar decisiones tan polémicas como decisivas? El pasado año la Liga sancionó a Draymond Green, fuerza y alma de los Warriors, tras un enésimo roce de juego. La suspensión fue por un partido, exactamente el quinto, en el que los de San Francisco podían liquidar la serie. Su ausencia fue clave. Los alicaídos Cavaliers ganaron de visita y recuperaron impulso hasta dar vuelta la serie.
Al fin, sospechas sobre arreglos y favoritismos han existido siempre. Despojados de candor, sabemos que en la era capitalista, con el profesionalismo como pretexto, los negocios destiñen la armonía del juego.
Aún así, pocos lugares parecen más propicios que un estadio de la NBA para que puedan conjugarse lo lúdico y lo espectacular.
*Por Luis Zegarra para La Tinta