Por Carla Oller para La tinta
Partidos de Izquierda, Organizaciones No Gubernamentales, Asociaciones Culturales y personas de todas las nacionalidades que habitan la principal metrópolis italiana, se dieron cita en Puerta Venezia, uno de los puntos neurálgicos de la ciudad para mostrarle al mundo su desacuerdo en relación a la realidad de los refugiados en Europa.
Italia, al igual que Grecia, es uno de los países de la Unión Europea (UE) más golpeados por la crisis migratoria de África y Medio Oriente. En ese contexto, las medidas de muros cerrados que el bloque está imponiendo es una violación a los Derechos Humanos desde todos los puntos de vista.
Como fue la Caravana a Grecia realizada en el verano europeo de 2016, o como la gran manifestación que se vivió en febrero en Barcelona, la marcha de Milán se dio un día después de la firma del “Modelo Milán”, un acuerdo de intendentes provinciales para ampliar el cupo de refugiados en cada ciudad, el cual es bajísimo con respecto al caudal de personas que arriban.
La región de Puglia y la isla de Sicilia en el sur del país, son las dos principales vías de acceso de miles de personas que todos los días se lanzan a las aguas desde Libia, en gomones provistos por los traficantes de personas. Según el informe de la Guardia Costera Italiana, en el 2016 fueron rescatados más de 171 mil personas, mientras que el número de muertos es incierto e imposible de contabilizar.
En este momento, el gobierno de Italia junto con la Unión Europea, han suspendido las operaciones de rescate (la última fue conocida como operación Mare Nostrum) dejando en manos de las ONGs la mayoría. En su lugar, han lanzado la Operación Sofía, donde se invierten recursos económicos para evitar que los tratantes de personas sigan metiendo gente en el agua. Sin embargo, el tratado realizado con uno de los grupos armados de Libia (la cual se encuentra en una guerra civil), ha sido vetado en el país africano y más que cuestionado por la sociedad civil italiana, ya que hay pruebas de sobra para asegurar que los propios firmantes, son los tratantes.
Luego del acuerdo entre UE y Turquía, las corrientes de refugiados de Medio Oriente han disminuido en el Mediterráneo Central, por lo que las grandes olas migratorias actuales corresponden a personas de Eritrea, Nigeria, Costa de Marfil y Senegal, ciudadanos que no reciben el permiso para permanecer en Europa, a diferencia de sirios, afganos e iraquíes.
Los centros de “accoglienza” con sus capacidades desbordadas varias veces, se parecen más a campos de concentración que a un centro gubernamental de ayuda humanitaria, donde ni la prensa ni las ONGs tienen acceso, y los refugiados se ven “detenidos” a la espera de una solución, que en la mayoría de los casos, es la deportación obligada.
Semanas atrás, el fiscal de la ciudad siciliana de Catanea acusó públicamente a las ONGs de ser “taxis” de las mafias, por el trabajo de salvamento que realizan en aguas internacionales, trayendo cada vez más “clandestinos” al continente. Las declaraciones encendieron la pólvora del pensamiento fascista y xenófobo, algo que en Italia nunca se logró apagar del todo.
*Por Carla Oller para La tinta / Fotos: Francesco Guarino