Kaepernick, el Mohamed Ali de Donald Trump
El quarterback que denunció e instaló en plena campaña presidencial la brutal violencia que ejerce la policía estadounidense con la comunidad negra,hoy se encuentra sin equipo. Ningún empresario de la NFL quiere contratarlo. Sin embargo, 8 franquicias donaron millones al desfile de investidura de Donald Trump.
Por Gonzalo Reyes para La tinta
En plena campaña presidencial de los Estados Unidos, desde El Diego, conocimos a Colin Kaepernick. Fue nuestro primer acercamiento a ese extraño deporte que obnubila a los yankee en invierno: el fútbol americano.
Para quienes no lo recuerdan o para aquellos que nos han sumado este año como fuente de lectura e información, se los resumimos: Kaepernick cometió el error de levantarse en protesta contra la brutal represión policial que mata por año a cientos de hombres y mujeres de la comunidad negra. El mariscal de campo tomó una posición política e ideológica que iba a contramano del creciente “fenómeno Trump”. Hoy se encuentra marginado de la NFL.
La principal excusa que han deslizado algunos especialistas y dirigentes de la liga es que Kaepernick, con sus 29 años, ya es un veterano que en la última temporada ocupó más el banco de los San Francisco 49ers que su posición de quarterback en el campo.
Sin embargo, su rendimiento en los últimos 5 años fue cuanto menos destacable. De hecho, estadísticas en mano, su rendimiento es mejor que otros 15 quarterbacks de la NFL, al menos en cuanto a pases para conseguir puntos se refiere, tal y como refleja un análisis publicado por el Washington Post. Incluso el nivel de efectividad de sus pases aún es el segundo mejor de la historia de la liga.
El periodista mexicano León Felipe Girón, crítico del rendimiento de Kaepernick en sus últimos años, escribió una nota para el diario español AS donde afirma que “el motivo de su desempleo está mucho más relacionado con el ejercicio de su libertad de expresión, en un país que se jacta de ser “la tierra de la libertad”, que con su capacidad o falta de ella”.
Desde agosto del año pasado Kaeapernick comenzó su protesta contra la brutalidad policial que sufre la comunidad negra en Estados Unidos. Apoyando una de sus rodillas sobre el césped y en silencio, Colin comenzó a revolver el avispero en la sociedad norteamericana cada vez que sonaba el himno nacional en un partido de los San Francisco 49ers. En pocas semanas el quarterbacks se convirtió en un ícono social que obligó a Donald Trump a hablar de él en sus discursos: “que se busque otro país”, dijo quien hoy es presidente. El propio Barack Obama lo defendió: «Está haciendo que se hable de temas que merecen más atención». La creciente división que generó la contienda Clinton-Trump se reflejaba en el caso Kaeapernick: en menos de un mes, la camiseta del mariscal de campo pasó a ser la más vendida del año; algunos la exhibían en las redes como bandera y otros la quemaban en hogueras callejeras.
A 50 años de la negativa de Muhammad Ali a ir a la Guerra de Vietnam en 1967 -decisión que le costó sus títulos y la imposibilidad de pelear-, el caso Kaepernick aparece como una muestra más de deportistas castigados por su posicionamiento ideológico y su militancia social. Resulta difícil no recordar aquella afrenta del boxeador, más allá de las diferencias entre ambos casos. Contra Alí falló la Justicia; contra Colin el empresariado.
Ni la visibilización en los medios, ni el ser una estrella de la NFL, ni ser elegido como una de las 100 personalidades más influyentes por la revista Time le ha servido para garantizar su continuidad en la competencia. Su imagen terminó siendo todo los que el modelo Trump no desea. El lema de campaña del actual líder de la Casa Blanca fue “Estados Unidos primero” y no hay cosas mucho más estadounidenses que escuchar el himno nacional en medio de un partido de fútbol americano. Y mucho más intolerable resulta que un afrodescendiente se oponga al racismo xenófobo que alimenta la continua represión policial en las calles.
La teoría conspirativa contra Kaepernick no es descabellada si consideramos algunas cuestiones dentro del mundo dirigencial de la NFL. Para empezar, Trump es un empresario que también supo tener su equipo en los 80´ y conoce esas aguas. Hasta conserva amistades, como la de Robert Kraft, dueño de los Patriots de New England y último campeón de la liga. Incluso el ícono y héroe de los Pats, Tom Brady, apoyó abiertamente la campaña presidencial del republicano. Sin embargo, la mayor demostración de lealtad de NFL para con Trump fue para el día de la investidura presidencial donde ocho dueños de equipos hicieron donaciones millonarias para el desfile.
Si bien en los últimos días el entrenador de Seattle, Pete Carroll, manifestó que el nombre de Kaepernick está siendo evaluado para sumarlo como “mariscal de campo veterano”, hasta hoy no hay certezas sobre el futuro del deportista. A medida que pasan las semanas, el tema ha comenzado a tener lugar en los grandes medios y la discusión se centra en si el no fichaje se debe a motivos políticos o si el jugador tiene al peor representante del mundo. Lo cierto es que su agente es el mismo que le consiguió un contrato de 114 millones de dólares por seis temporadas hace apenas tres años.
* Por Gonzalo Reyes para La tinta