«El futbolista es un obrero del deporte»
Bigote López vuelve a la carga. Ahora, a través de la agrupación «Más Unidos que Nunca» exige la renuncia de los directivos del gremio de futbolistas de Uruguay. El nueve de Villa Española que nos enamoró con su simpleza, su filosofía ricotera y su discurso contestatario, encabeza las protestas de jugadores en su país y sueña con cambiar la estructura del fútbol profesional.
A Bigote lo conocimos en 2016. Pelilargo, nueve, uruguayo y ricotero. Más que por sus goles en su amado Villa Española, nos enamoraron de sus palabras, tan punzantes y contestatarias como la prosa del Indio.
Santiago López se presenta como lo que es, un idealista que de tanto curtirse con la realidad exige lo imposible: un cambio de verdad en la estructura de poder que maneja el fútbol en su país. Y añora incluso –algo quizá más utópico- que sus pares, los futbolistas, sean quienes motoricen esa revolución.
El año pasado su nombre trascendió más allá de las costas uruguayas cuando publicó una carta en apoyo a los referentes de la Selección Uruguaya que exigieron a la federación local un proyecto de desarrollo deportivo más inclusivo. El conflicto los llevó a enfrentarse abiertamente a Tenfield, la empresa dueña de las transmisiones deportivas, que a su vez es propiedad de Paco Casal, señor feudal del fútbol charrúa.
Desde entonces para Bigote la lucha continúa como así también para cientos de jugadores que, lejos de quedarse de brazos cruzados, conformaron la «Más Unidos que Nunca» (MUQN). Desde ese espacio, hace meses exigen la renuncia de los dirigentes de la Mutual Uruguaya de Futbolistas Profesionales (MUFP), por una sencilla razón: “ya no nos representan”.
Simultáneamente y ante el conflicto, el inicio del torno de Segunda División sigue suspendido y el gremio decidió denunciar a cinco futbolistas; entre ellos, López: “La afrontaremos como movimiento que somos, porque ninguno la siente como individual, sino algo contra el grupo en su totalidad», dijo al diario fútbol.com.uy.
Somos el artista y el trabajador
Como siempre, Bigote va de frente. Invitado por el diario Tiempo Argentino, hace pocas semanas redactó una breve columna de opinión donde se asume claramente como parte de una clase obrera que hoy intenta salir de la burbuja y reclama por sus derechos.
Los futbolistas entendemos que jugamos un juego desde niños porque la idiosincrasia de los países demuestra que ser futbolista es como ser un héroe nacional. El niño juega por placer y amor. Hasta que llega un momento donde pasa a ser profesional y cobra dinero. Ahí, la gran minoría se da cuenta de que pasa a ser clase obrera. Entra en un sistema en el que no se cuestiona mucho, sin orientación política para pelear por sus derechos. El sistema lo maneja. Pero llega un punto que no cobra, que a su alrededor la pasan mal, y se pregunta si se puede estar mejor.
Eso pasó en Uruguay: el monopolio Tenfield oprimió desde 1998 hasta 2016, cuando los jugadores dijimos basta. No tomamos dimensión de la grandeza y fortaleza que tiene un gremio. Acudimos al gremio cuando no cobramos, pero el gremio es más que eso. Podemos cambiar la estructura del fútbol.
Ahora estamos yendo por el gremio porque los que estaban no velaban por nuestros intereses, sino por los de una empresa. Ese es el cuestionamiento que les hacemos a los dirigentes de la Mutual: no nos representan. La pasamos mal hasta que nos desborda el agua. Ser futbolista es tener un arte adentro, como un bailarín de ballet; y dentro del arte, el futbolista es un obrero del deporte. No tenemos educación en decir que somos trabajadores, que tenemos derechos y obligaciones. ¿Jugar al fútbol es un arte o también es mi trabajo? Somos esas dos facetas: el artista y el trabajador.