La construcción de una candidata del “cambio”

La construcción de una candidata del “cambio”
6 abril, 2017 por Redacción La tinta

Frente a un momento histórico en el que las mujeres salimos a la calle contra el sistema machista y patriarcal, las reacciones no se hacen esperar: nos están matando, dijimos. Pero hay más, los medios hegemónicos y las clases más conservadoras están haciendo uso de la figura de una mujer, María Eugenia Vidal para representar todo lo que una “buena mujer” debiera ser, tanto en la vida como en la política, imprimiendo valores morales sobre el ser madre, mujer trabajadora, dama y compañera.

Desde el 10 de diciembre de 2015, María Eugenia Vidal es la gobernadora de la provincia de Buenos Aires. La primera mujer gobernadora -y no peronista- de esa provincia. En marzo de 2016 anunció su divorcio con el intendente de Morón Ramiro Tagliaferro, luego de casi 20 años en pareja. ¿Fue la distancia?¿Fue el trabajo? ¿Fue el poder? Todas estas preguntas se cruzaron como en un reality sobre la vida de la flamante gobernadora: “es muy autoexigente”, decían sus allegados, por eso no pudo con todo: ser madre, esposa, política.

La que no cambia todo, no cambia nada

¿Qué opina María Eugenia sobre las mujeres y la política?:

“Pienso que me subestiman por ser mujer pero eso no pasa sólo en la política, ¡pasa en todos lados! El machismo y las desigualdades están en todos los ámbitos de la sociedad. Pero yo elegí un camino que no es el de la victimización. Sé que va a ser más difícil por ser mujer, pero igual lo voy a hacer. Eso no me va a frenar ni será un obstáculo… Trato de no hacerme cargo. (…) Siento que hace ya demasiado tiempo que viene gobernando un sistema de machos”.

A los “machos” de la política se les contrapone ahora una mujer; pero no cualquier mujer. Una que eligió un camino que no es “el de la victimización”. ¿Qué significa esto? Una mujer que no pide “privilegios”, que se esfuerza mucho por llegar, que se banca los malos tratos calladita, y así, se abre camino en la política.

Es decir, una mujer que no reclama, que se aguanta todo en silencio. Porque las mujeres tenemos que callarnos, y sobre que ya todo nos cuesta el doble, no podemos quejarnos por eso, tenemos que esforzarnos (clásico discurso del esfuerzo y la meritocracia capitalista) más y más para llegar, más que un hombre claro. Porque arrancamos desde abajo, desde muy abajo, pero no podemos quejarnos. Somos damas.

¿Si denuncio las violencias machistas, me convierto automáticamente en víctima? No. No somos víctimas, pasivas, indefensas. Somos sujetas de nuestras propias luchas y caminos, y la denuncia forma parte del proceso, para mostrar las injusticias y pelear por un mundo libre de violencias. Denunciamos las desigualdades estructurales pero eso no implica que queremos “que nos regalen” los mismos privilegios que los hombres. Al contrario, no queremos que existan esos privilegios, para nadie.

La moral, la femeneidad y la mujer perfecta

La gobernadora no sólo nos dice cómo tenemos que ser mujeres en los ámbitos de trabajo con los hombres, sino que nos explica cómo serlo en todos los aspectos de la vida. Su descripción de twitter arranca con “madre orgullosa” de sus hijos. Porque lo primero es ser madre, siempre. Cuando salió a la luz su divorcio, nadie habló de las exigencias que el trabajo les impone a las mujeres, que además tienen que cumplir con exigencias sociales: ser lindas, buenas madres y esposas atentas. María Eugenia lo tiene claro: piensa ser gobernadora, pero en “high heels” (tacos altos). Nunca perdiendo su femeneidad.

Las notas la muestran en su “hábitat natural”: su casa. Para que no nos olvidemos de que, a pesar de ser gobernadora, es mujer de casa primero, y siempre. Nadie le pregunta sobre las luchas de poder con su esposo. Sobre las horas de trabajo que la alejan de su hogar y los reclamos maritales y de los hijos que esto trae para las mujeres trabajadoras. Problemas que nunca un político hombre va a tener que afrontar. Ella enfrenta sus contradicciones con una sonrisa. No se queja.

Más aún, su figura viene a “restaurar” valores que las mujeres (no “verdaderas”) dejamos atrás. María Eugenia se vió envuelta en un escándalo cuando dictó una resolución que daba marcha atrás con aquella que adecuaba la normativa bonaerense en materia de aborto no punible al “Protocolo para la atención integral de las personas con derecho a la interrupción legal del embarazo” elaborado por el Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable del Ministerio de Salud de Nación, en abril de 2015.

Un audio de Carolina Stanley, ministra de Desarrollo Social de la Nación, que salió a la luz pública generó la polémica. En el éste pide a sus amigas «rezar por María Eugenia Vidal para que el Espíritu Santo la ilumine y la fortalezca para defender la vida». «Está muy tironeada por un montón de gente y esta semana es crucial y van a venir todos los abortistas al humo a presionarla y, como ella no está tan firme, yo creo que tenemos que rezar muchísimo», insiste.

Vidal encarna una imagen de mujer que nosotras venimos a desterrar. No somos víctimas. Denunciamos al sistema machista y patriarcal que nos obliga a ser siempre menos que los hombres, aunque nos esforcemos mucho por no serlo.

La llegada de las mujeres a la política es un triunfo feminista. De aquellas que lucharon y murieron por el derecho al voto, a ser candidatas. De aquellas que aguantaron en partidos machistas las violencias más extremas. Pero el discurso que la gobernadora bonaersense tiene a su alrededor no significa ningún triunfo para nosotras: sólo nos muestra cómo, cuándo y dónde ser “verdaderas mujeres”. Nos obliga a elegir entre ser esposas o ser exitosas, a ser buenas madres a pesar de ser exitosas, a sostener una buena imagen, a calzarnos tacos, maquillarnos y estar siempre lindas, a tener casas impecables, hijos impecables, a cuidar la moral familiar, cristiana, a no quejarnos, a soportar, todo, siempre, porque así, y sólo así, tenemos que ser mujeres. El resto, somos otra cosa.

Palabras claves: Cambiemos, feminismo, María Eugenia Vidal

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