Compromisos intelectuales y compromisos estomacales

Compromisos intelectuales y compromisos estomacales
29 marzo, 2017 por Gonzalo Assusa

Sobre el trabajo socialmente necesario para producir una marcha. Crítica a las declaraciones vertidas por el presidente del Banco Nación, Javier González Fraga. «Tantos metros cuadrados de campo como incapacidad para comprender».

Por Gonzalo Assusa para La tinta

Javier González Fraga es una especie de juguito minerva de lo más rancio del aristocratismo argentino. Su “les ofrecieron 500 pesos, vino, Coca Cola, y choripanes, para que fueran el viernes a la marcha» condensa en su altanera barbarie tanta densidad conceptual, tanto dialecto regionalista de porteño unitario, que uno debe resignarse de antemano a no dar abasto para responder a tanta quintaesencia oligárquica.

La frase no atenta ni exclusiva ni principalmente contra una fecha y una tradición emblemática de la causa de los derechos humanos en el país. Se pronuncia en el preciso momento de la cúspide de una invasión bárbara a esa marcha. Una insoportable escalada de ennegrecimiento que muy lentamente le arrebató al progresismo blanco, restringido, aislado y alternativo el monopolio de la conmemoración del 24 de marzo, entre otras razones, porque ese progresismo supo transformarse.

 Cada vez que abre su enlabiada cloaca, González Fraga atrasa entre 20 años y 4 siglos. Si un ilustrado participa de una manifestación, lo hace por compromiso intelectual y convicción moral, libre de toda necesidad. Si un pobre llega a atreverse, en cambio, sólo puede estar movido por los caprichos de su estómago y por sus compromisos intestinales.  El negro no tiene derecho a valores ni proyectos. No tiene derecho a derechos (humanos). Sólo tiene derecho a su propia hambre.

Solamente alguien que posea una proverbial resistencia a marchar puede creer honestamente en la espontaneidad de las acciones colectivas. Organizar una marcha –o un paro- no es echarse a descansar. Implica un trabajo tremendo, desgastante e ingrato. Y por supuesto que no es gratuita la disruptiva presencia de todas esas pecheras verdes, esas tintas de tumba y esos vientos que suenan a melodía tropical en la marcha del 24. No es gratuita porque esa presencia es resultado de años de una militancia por los derechos humanos que se movió a los barrios y que allí se instaló para quedarse.

Y quizás González Fraga tenga tantos metros cuadrados de campo como incapacidad para comprender que cuando se organizan marchas y se trabaja por la presencia de los vecinos de barrios populares en ellas, y sobre todo cuando se apuesta por la presencia de los vecinos niños de los barrios, hay que organizar y garantizar también el transporte, la comida y el cuidado. Si las marchas son cada vez menos simbólicas, más superpobladas y más populares, por supuesto que habrá que organizarlas también en un sentido material. Y no es ninguna vergüenza. Todo lo valioso y relevante en la vida implica un trabajo intencional y dedicado –aunque no siempre reconocido- para producirlo. Absolutamente todo, desde el marchar hasta el comer.

* Nota de Gonzalo Assusa para La tinta / Fotografía del Colectivo Manifiesto.

Palabras claves: 24 de Marzo, Dictadura Cívico-Militar, Javier González Fraga

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