La Biblioteca Popular Vigil con un presente de lucha

La Biblioteca Popular Vigil con un presente de lucha
3 marzo, 2017 por Redacción La tinta

Por Patricio Bordes para La Tinta

Hace 40 años, el 25 de Febrero de 1977, en un barrio humilde del Sur rosarino, la policía y el ejército, comandados por el genocida Agustín Feced y su patota criminal, ingresaron violentamente al enorme edificio en el que funcionaba entonces la Biblioteca Popular Constancio C. Vigil.

Estábamos en dictadura y la Biblioteca Vigil había logrado construir en solo 17 años un enorme proyecto popular, anclado en las necesidades de su gente. En la década del sesenta, la Vigil desarrolló un conjunto de proyectos destinados al mejoramiento de las condiciones de vida de sus socios, nucleados en su mutual, que incluyó una editorial, una sala materno infantil, un observatorio astronómico, un museo de Ciencias Naturales, una colonia de vacaciones, una caja de ayuda mutua, un jardín de infantes y ya en la década siguiente, una escuela primaria, una secundaria y una universidad Popular; complejo educativo laico, gratuito, de calidad y accesible para todos los rosarinos.

¿Cómo, una pequeña biblioteca nacida de la vecinal San Martín del Barrio Tablada, logró semejante obra en tan escaso tiempo? El motor material y cultural de la Vigil había sido su innovador medio de financiamiento: el Bono de la Vigil, que en su máximo esplendor llego a más de cien mil hogares y nutrió de expectativas a sus participantes. Llegó a expandirse por toda la provincia de Santa Fe, abriendo sucursales en el interior del país, en Buenos Aires, y en donde hubiera vendedores dispuestos a promocionarla. Una actividad económica que facilitó el crecimiento de la actividad cultural, ensamblando así expectativas con logros.

Pero llegó el 77, y los planes políticos y culturales de la dictadura fueron un río en contra. La Vigil vivió lo que vivió el país entero: la violencia se desató sobre sus escuelas, sobre sus socios (casi 20 mil), sobre sus trabajadores (casi 700), sobre sus libros (más de 60 mil). Su comisión directiva fue detenida – desaparecida durante casi ocho meses, desterrados y marcados, fueron testigos de la fragilidad de una época histórica de agravio. Veintiséis desaparecidos aún hoy buscados, parte de la tragedia que sembró la dictadura cívico – militar.

Desde entonces, la lucha de sus socios, directivos y la comunidad rosarina, confluyendo con otras tantas necesidades sociales de ver justicia, de ver reparado el daño hecho, se enfrentaron a la desidia política generalizada que signó la transición democrática. A los crímenes de la dictadura, se sumaron los delincuentes de guante blanco: empresas, políticos, contadores y abogados, que sin prisa pero sin pausa saquearon los bienes restantes.

En democracia

Llegó finalmente el estallido de una sociedad adormecida y obligada a la desmemoria, al hambre, a la miseria material, simbólica y afectiva. Llegó el 2001, el “que se vayan todos”, la participación ciudadana, la organización comunitaria y las deudas con la historia por saldar que dieron nacimiento a un nuevo agrupamiento de socios por la recuperación de Vigil, en la formación de su asamblea y en sus reclamos ante el Estado por la definitiva restitución de sus bienes y el normal funcionamiento de sus actividades. Claro que, por el año 2004, de la Vigil solo quedaron algunos restos, expropiadas por el estado sus escuelas y la biblioteca, rematados sus bienes muebles e inmuebles, robado su telescopio, su Museo, quemados sus libros.

La memoria de lo que fue no duerme y amanece con esta nueva batalla, que finalmente abrió la puerta a la devolución de su edificio principal y sus escuelas, aún bajo gestión provincial. En el año 2014 se ingresó nuevamente a su gran edificio de Alem y Gaboto, y se comenzaron a recuperar sus pasillos y sus aulas, destrozadas por la negligencia con que fuesen ocupadas por el Ministerio de Educación.

Desde entonces, mediando el desafío por reconstruir un legado, por llevar adelante la apuesta por la memoria, la verdad y la justicia, la Vigil, acompañada en su reclamo por los organismos de derechos humanos de nuestra ciudad, se constituye en querellante por los crímenes de la dictadura, movilizando la figura del genocidio cultural, dada la magnitud de la obra popular construida y la magnitud de su despojo.

Así, de la intervención liquidadora a la intervención normalizadora a la nueva conformación de su comisión directiva, lo que se establece como pauta es el esfuerzo incansable por recuperar los rastros de lo que realmente fue.

En este sentido, desde la recuperación de su edificio principal, hemos ido dándole vida a cada uno de sus espacios: se dio inicio a 26 talleres con la participación de 700 socios, se reabrió el servicio bibliotecario y se ingresaron más de 1000 libros a su acervo, se volvió a lanzar el bono (ahora rifa) la número 21 (la Vuelta Completa) y en este momento la número 22 (Cosa de Locos), para volver a garantizar la autonomía financiera y el crecimiento de sus actividades.

Los talleres están nutridos de una jungla de disciplinas artísticas y culturales: tango, salsa, folklore, yoga, apoyo escolar, escritura creativa para niños, música, ajedrez, fotografía, artes plásticas y otros tantos más, para todas la edades y formas de vivir el arte y la cultura popular.


Su teatro, el Saulo Benavente, con capacidad para más de trecientas personas, ha brindados un sinnúmero de obras, presentado compañías y actores en un servicio gratuito para toda la comunidad. Otros artistas y músicos han encontrado lugar para presentar su obra en peñas y ferias populares, incluyendo el año pasado el lanzamiento de su primera feria de libros, “El librazo”, acompañados de editoriales rosarinas de las más variadas y artesanos y productores locales, con más de 40 puestos con lo más diverso, desde bijouterie hasta productos alimentarios agroecológicos.

El presente de esta biblioteca sigue siendo de lucha: por crecer y ampliar sus herramientas de trabajo con el pueblo rosarino y con el Sur de su Tablada, barrio emblemático si los hay. También y sobre todo sigue siendo de lucha y memoria porque aún la justicia debe responder por su devastación, por los bienes robados pero también por el accionar de los genocidas, que aún aguardan sentencia. Indudablemente, en el horizonte de este tiempo de desmemoria y ladrones consagrados al gobierno, esa tarea depende en gran medida del compromiso de la gente, del barrio, de los socios, de los rosarinos, para que la memoria no se nos escape como una perdiz en el llano y podamos construir nuevamente un espacio en el cual crecer desde abajo.

*Por Patricio Bordes / Fotos: Micaela Pertuzzo para La Tinta 

Palabras claves: Bibliotecas populares

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