Cuando los oprimidos crearon la historia

Cuando los oprimidos crearon la historia
23 febrero, 2017 por Redacción La tinta

A propósito de un debate con el historiador Richard Pipes, que pretende ocultar la Revolución Rusa, el protagonismo de las masas y sus conquistas.

Por Nicolás Bendersky para La Izquierda Diario

Recientemente el diario español El País dedicó un dossier de su sección cultural Babelia, a debatir el centenario de la Revolución Rusa. Allí, el historiador polaco-estadounidense de 93 años Richard Pipes planteó una serie ataques que son verdaderos lugares comunes de todos sus enemigos públicos, tanto para desprestigiarla, tergiversarla o simplemente esconderla.

Ante la pregunta del periodista acerca de cuál es la importancia de la Revolución Rusa en su centenario, Pipes respondió que “fue uno de los sucesos más trágicos del siglo XX. No hubo absolutamente nada positivo ni grandioso en aquel acontecimiento”. Y, al finalizar la entrevista sostuvo, entre otras cosas, la supuesta afición del pueblo ruso a los líderes autócratas.

A raíz de la próxima publicación de Ediciones IPS, Historia de la Revolución Rusa de León Trotsky de la colección Obras escogidas, abordaremos algunas de las claves de la discusión ¿Cuál es el objetivo de historiadores y periodistas con declaraciones de este tipo? ¿Qué aspectos de los acontecimientos históricos pretenden ocultar?

Años ensuciando la revolución

Richard Pipes fue uno de los referentes historiadores que, al calor de la restauración conservadora y la implementación del neoliberalismo en los 80 y 90, editó voluminosos libros sobre la Revolución Rusa, repletos de falsedades y ocultaciones.

Pero sus planteos no eran inocentes: pretendían fundamentar el supuesto “fin de los grandes relatos” y “fin de la historia”, intentando convencer de que no hay alternativas al capitalismo liberal y que todo intento de lucha y emancipación termina en un despotismo. Sus esfuerzos buscaban impedir que las nuevas generaciones conozcan el verdadero contenido y los alcances mundiales de la revolución que en 2017 celebra su centenario.

El historiador que en la entrevista reconoce haber sido empleado del ex presidente de EEUU Ronald Reagan y de la CIA. En su denodada intensión de desprestigiar a la revolución, se ubica como uno de los apologistas del capitalismo, justo en momentos donde el sistema siembra todo tipo de miserias, desigualdad, contaminación ambiental y pobreza extrema para las masas alrededor del globo.

Cuando las masas rompen la pasividad, vuela todo por los aires

La Revolución Rusa tuvo hechos históricos categóricos, imposibles de ocultar. Uno de ellos fue la participación activa, comprometida y apasionada de las masas obreras y campesinas en aquellos acontecimientos.

En el prólogo a su monumental obra, Trotsky comienza definiendo los rasgos característicos de las revoluciones. Dice que “en tiempos normales, el Estado, sea monárquico o democrático, está por encima de la nación; la historia corre a cargo de los especialistas en este oficio: los monarcas, los ministros, los burócratas, los parlamentarios, los periodistas. Pero en los momentos decisivos, cuando el orden establecido se hace insoportable para las masas, éstas rompen las barreras que las separan de la palestra política, derriban a sus representantes tradicionales y, con su intervención, crean un punto de partida para el nuevo régimen”. (Prólogo. Edición digital)

Eso fue exactamente lo que sucedió en la Revolución Rusa de 1917. Ante las terribles penurias que se sufrían producto de la Primera Guerra Mundial, el hambre atroz que azotaba el campo y las ciudades, y la degradación constante de las condiciones de vida, las masas rusas derribaron el muro que las separaba de la historia, enfrentaron la opresión, la explotación y a los representantes de dichas ignominias: primero al zarismo y luego al gobierno provisional.

Se organizaron en soviets de obreros campesinos y soldados -retomando una tradición que se remontaba a 1905- y se entrometieron de lleno en la política: discutían, intervenían, participaban, opinaban, votaban y decidían. Por eso Trotsky señala que “por los soviets se sentían atraídos los elementos más activos que había en las masas, y es sabido que en los períodos revolucionarios la actividad es lo que triunfa; por eso, al crecer de día en día la actividad de las masas, el fundamento de sustentación de los soviets se ensanchaba constantemente. Era la única base real sobre la que se cimentaba la revolución”. (Cáp. 12)

Justamente ese protagonismo de las masas es el que le permite a Trotsky definir la revolución:“La historia de las revoluciones es para nosotros, por encima de todo, la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos”. (Prólogo)

Al tomar las riendas de su propio destino, al pasar “de objeto de explotación a sujeto de su propia liberación” al decir de Marx, al aparecer de manera explosiva y violenta en la escena, las masas hacen que el régimen político vuele por los aires y no dejan piedra sobre piedra, transformando la sociedad capitalista y sus relaciones de producción.

En las revoluciones en general y en la rusa en particular, como destaca Trotsky, “Las clases oprimidas crean la historia en las fábricas, en los cuarteles, en los campos, en las calles de la ciudad”. (Prólogo)

Transformando la vida de millones

Otros de los hechos imposibles de negar, salvo mediante mentiras u ocultaciones interesadas, fueron las conquistas de la revolución.

Luego de la insurrección obrera organizada por el Partido Bolchevique, el 25 de Octubre de 1917 sesionó el II Congreso Panruso de los Soviets de Diputados Obreros y Soldados que proclamó la disolución del Gobierno Provisional y la asunción del poder por parte de los soviets instaurando un Gobierno Obrero y Campesino. Acto seguido aprobó por unanimidad sus decisivos primeros decretos: el que daba inicio a las negociaciones de Paz, democrática “inmediata, sin anexiones ni indemnizaciones”. Y el que se refería a la propiedad de la tierra planteando que “la gran propiedad sobre el suelo se declara inmediatamente abolida sin ninguna indemnización” ya que “la tierra no puede ser vendida ni comprada (…) pasa a ser de la nación y sus productos revertirán sobre aquellos que la trabajen”. (Decreto sobre la tierra. Citado en Edward Carr La revolución rusa de Lenin a Stalin – 1917-1923)

La ansiada paz luego de tremendos horrores y sufrimientos tras años de guerra mundial, fue una de las demandas más sentidas por las masas rusas que veían como los distintos gobiernos la aplazaban, prometían y no cumplían. El fin del latifundio, de la propiedad privada y el reparto de la tierra (cuya gran parte era de la nobleza y la Iglesia rusa) explica la adhesión incondicional de millones de campesinos a la revolución y su alianza con los obreros, lo que lleva a que en la guerra civil desatada un año después, millones se enrolen en el Ejército Rojo para defenderla con la vida.

En los primeros 5 años de la revolución se expropiaron fábricas, talleres, minas, ferrocarriles, y se nacionalizó la banca, pasando a ser propiedad del Estado obrero y campesino. Además, muchos de los derechos democráticos elementales que en los países capitalistas tardaron años en reconocerse, la revolución los hizo realidad como el derecho al voto de las mujeres, el matrimonio civil, el derecho al divorcio, al aborto libre y gratuito, a disponer de guarderías infantiles populares, a lavanderías y comedores públicos, y muchos otras.

Todas estas conquistas que constituyeron un giro rotundo en la vida de millones de personas fueron el alma de la revolución, su motor y su razón de ser.

No se puede ocultar la historia

Pipes oculta y tergiversa los hechos de la Revolución Rusa. Pero el reconocimiento y valoración de los acontecimientos excede ampliamente la interpretación, y es por eso que no sólo los retratan los propios protagonistas bolcheviques que escribieron la historia como Lenin y Trotsky, sino también historiadores no marxistas como Edward Carr entre otros.

Tanto el inmenso protagonismo como las profundas conquistas de la revolución muestran que, muy lejos de ser manipuladas por “genios malignos” o líderes autócratas, las masas rusas en 1917, dirigidas por el Partido Bolchevique, tomaron el destino en sus manos para iniciar el camino de liberar a la sociedad de toda explotación y opresión. Esa constituye una de las principales enseñanzas para conmemorarla en el presente.

*Por Nicolás Bendersky para La Izquierda Diario

Palabras claves: Izquierda, León Trotsky, Revolución Rusa

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