El dolor de cada día

El dolor de cada día
8 febrero, 2017 por Redacción La tinta

Una vez más, amanecimos con la triste noticia de que mataron a una mujer. Esta fue una de las tantas veces que algún hombre se creyó con el derecho de disponer de la vida de aquella que fue su pareja. El de Carmen, es el quinto feminicidio del año en Uruguay.

Victoria Furtado para Zur

Cinco semanas, cinco feminicidios. Esa es la cuenta infame de nuestras muertes en lo que va de 2017. A Nelly la mató quien fue su marido durante cincuenta años el 16 de enero. Fue en Río Branco. El 29 de enero, en Colonia del Sacramento, Lucielle fue asesinada por quien fuera su pareja. Al día siguiente, el 30 de enero, un hombre mataba a una mujer embarazada mientras ella lo visitaba en el penal de Libertad. Ese mismo día, Valeria, bailarina de Mi Morena, murió asesinada por su ex pareja, un policía que le disparó con su arma de reglamento. Mientras tanto, una joven de 18 años sigue internada en estado grave luego de que quien fuera su pareja intentara matarla. En este último caso, al igual que sucedió con el feminicidio de Susana Islas en diciembre, el asesino lo anunció previamente en Facebook, pero al parecer nadie hizo nada.

Nuestro dolor, nuestra indignación, las marchas, los tambores, las múltiples notas de prensa que ocuparon la agenda de la semana pasada no evitaron, sin embargo, que este domingo otra mujer fuera asesinada. A Carmen la mató su pareja, en la casa que ambos compartían en el barrio Verdisol de Montevideo. La golpeo en la cabeza con un martillo hasta matarla. Se fue en un taxi. Más tarde se entregó a la policía. Ni siquiera recordaba por qué habían iniciado una discusión.

Valeria, un caso emblemático

Para nosotras, cada mujer que muere por ser mujer es una compañera que perdemos, una de las nuestras que nos hará falta y por la cual redoblamos nuestro deseo de querernos vivas y nuestro compromiso de seguir luchando. Con cada una nos identificamos, por cada una salimos a la calle, por cada una queremos transformar el mundo. Sabemos muy bien que su suerte es también la nuestra, que a nosotras también se nos va la vida en esto, porque aprendimos que la muerte es solo el desenlace fatal de las mismas violencias que sufrimos todas, día tras día.

El feminicidio de Valeria Sosa es la muestra más clara de que ninguna está a salvo y quizás por eso se esté volviendo ya un caso emblemático. Valeria no era una pobre mujer sometida que vivía con miedo y no tenía a quien recurrir, como a veces imaginan quienes piensan que nunca les tocará vivir en carne propia esta violencia extrema. No, todo lo contrario. Ella se atrevió a decir no, se separó, eligió dejar de ser víctima y rehacer su vida. Siguió adelante, asumió sola el lugar de jefa de familia, cuidó de sus hijos, se mantuvo cerca de su madre, su familia y sus amigos. Pintó su sonrisa, se vistió de colores y se fue a bailar con la comparsa al ritmo de los tambores. También se atrevió a vencer el miedo y denunció, reiteradas veces y en distintos lugares, a su ex pareja. Pero él era policía. Entonces las denuncias quedaron en un cajón y su arma de reglamento siguió en su bolsillo. Y el lunes 30, ya tarde en la noche, el muy cobarde prefirió matarla antes que aceptar que ella ya no era suya, que quizás nunca lo había sido, disparándole con esa misma arma que la policía, el ministerio del interior y el estado todo debieron garantizar estuviera en cualquier lugar menos en sus manos.

Como si esto fuera poco, la mató adelante de sus dos hijos, de siete y diez años, a quienes se llevó con él y dejó con los abuelos paternos. Hoy Beatriz, la mamá de Valeria, reclama que la justicia patriarcal le entregue a sus nietos, que permanecen con la familia paterna. Los niños no han recibido hasta ahora, denuncia Beatriz, ningún tipo de contención o atención psicológica.

El jueves pasado, la comparsa Mi Morena hizo sonar sus tambores para exorcizar el dolor por el feminicidio de Valeria. En esa ocasión habló un hombre. Dijo que estaban allí por Valeria y “por los cientos de valerias que, hace incontables años, vienen siendo asesinadas por cientos de hombres, varones y cobardes”. Como hombre, pidió perdón “a todas las mujeres que siguen padeciendo las atrocidades de nuestro género, de forma cobarde, repetitiva y atroz, año tras año”. En nombre de la comparsa, agregó que “no nos conformamos ni queremos que Valeria sea una estadística más. No queremos más mujeres asesinadas por hombres, ni hombres que sigan ajusticiando mujeres. Y queremos dejar algo bien claro: los hombres debemos hacernos responsables de nuestra propia violencia. Ningún hecho o persona justifica utilizarla”.

Pero, además de insistir en la responsabilidad de los hombres por la violencia machista, en la actividad de Mi Morena se denunciaron también las fallas de un sistema que no hizo nada por evitar su muerte: “lo que Valeria sí accionó fue lo que la policía y todo el sistema prefirió dormir en un cajón. El sistema falla y nosotros los hombres también”, reafirmando así que “a Valeria no solo la mató su ex marido, la mató el sistema todo. La mataron los ineptos, y todas las alertas que no sonaron”.

Al cierre de su intervención, y antes que sonaran los tambores, el orador de la comparsa dijo: “no sigamos buscando responsables, hagámonos cargo de una buena vez. Asumamos, hombres y mujeres, todo lo nuevo que está por venir. Tomemos conciencia: elegir no ser violentos, buscar en nuestro interior y reconocernos en toda nuestra dimensión nos ayudará a sanar, con y para las nuevas generaciones”.

Compartimos el video de los compañeros de Colectivo Catalejo.

* Victoria Furtado para Zur / Foto: Rebelarte

Palabras claves: femicidios, Géneros

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