Miles de cuerpos en movimiento por el monte, una lucha de estos tiempos
Organizaciones de Córdoba frenaron la “Ley de ecocidio” en base a memoria y construcción desde abajo.
Aún vibra la piel. Inevitable frente a tamaña energía colectiva que brotó en un inconmensurable abrazo que religó aquello que jamás debió escindirse (hombre/mujer-naturaleza). Sentires y pensares sobre la esencia de la vida toda (comunitaria, eco-diversa, compleja, interdependiente, recíproca) que movieron sus pies por el camino más ‘civilizado’ de esta Córdoba, por su centro urbano, en este fin de año. Irrupción de la conciencia ambiental dirán algunos, con base en cierta corriente teórica. Sensatez ante la devastación pensarán otros.
‘Memoria y lucha nueva’, podría rescatarse desde las letras de Raly Barrionuevo. Porque entre las miles de ‘almacuerpos’ revivía la avanzada sobre Ramona Bustamente (2003) y su década de resistencia, la derrota por la ley de bosques de 2010, la condena por el juicio a las fumigaciones de Ituzaingó (2012), los muertos por las inundaciones de 2015, los años duros contra Monsanto y su reciente expulsión de Malvinas (2016). Y la lista enhebraba infinitas resistencias de todo el territorio provincial que supieron dar vida al más maravilloso telar de dignidad: la denuncia al desarrollismo descontrolado, a los basurales que sacrifican pueblos, a la negación de la apicultura, a los diques que van por áreas naturales protegidas.
La consigna era una: ‘No a la ley de ecocidio’. En lenguaje llano, bloquear con la voz y los cuerpos una norma impulsada por el gobernador Juan Schiaretti (PJ), apoyada por sectores radicales, a medida de las corporaciones rurales, encabezadas por CARTEZ. Fueron por el monte nativo que queda en Córdoba. En números se habla de 3.5 por ciento, de las 12 millones de hectáreas que supo tener la provincia. Pero las cifras se nos hacen demasiado cortas. Hablamos del intento por sepultar el mágico tránsito que cada gota de agua recorre hacia los misterios subterráneos; de la sensual danza que abeja y flor nos ofrecen; de la perfecta polifonía que las aves enredadas en lo profundo del arbustal nos comparten; de los arropes nacidos de recetas escritas en las manos de generaciones campesinas.
Hermanarse en la lucha
Una potente mixtura de expresiones organizativas (asambleas socio-ambientales, movimientos campesinos, colectivos periodísticos alternativos, investigadores, artistas, partidos políticos de izquierda y progresistas) accionó múltiples acciones para disputar sentido y poder. Intervenciones en la Legislatura, acciones de concientización en rutas de toda la provincia, tematización en grandes medios periodísticos donde a la voz técnica y organizacional sumó un aporte fundamental la decisión de plantarse por parte de personajes de la cultura popular.
La aparición de la transerrana Doña Jovita (José Luis Serrano) en el ámbito legislativo, para luego encabezar la marcha como referencia de esta lucha, tejió un mensaje incómodo para los amantes del ninguneo a los defensores del monte. “A la gente que cree en esto, le pido que piensen en sus nietos y sus bisnietos. Vale preguntarnos dónde vamos como especie, destruyendo un recurso tan fundamental como el agua y el bosque”, les dijo en la cara a los representantes del pueblo uno de los personajes arraigados en la (si es que existe tal calificación) identidad criolla cordobesa. Quedaba claro que acá no hay ‘una moda ambiental’, un ‘eco-posmodernismo’ que busca en el cuidado de árboles per se su razón de vivir.
A pesar de los silencios y ocultamientos, miles y miles (cerca de 10 mil calcularon a ojímetro desde la organización) pintaron un mural vivo de una Córdoba que entiende al monte enraizado en su transitar en la vida. Como río serrano, la multitud se movió por las calles durante toda la tarde del miércoles 28 de diciembre de 2016. Un gesto de ruptura. Nada de día de los inocentes. Más bien, jornada de sacudón para algunos que cerraron el año sin brindar por los nuevos negocios a realizar a costa de destruir el bosque.
Otro mundo ya camina
‘Por la vida, no a la ley de desmonte’, ‘No a la ley de ecocidio’, ‘El agua de tu canilla sale del monte’ fueron algunas de las cientos de voces que hablaban desde las banderas, carteles y remeras. El caminar enredándose en la marcha permitía contemplar la riqueza del colectivo construido. Encabezaban decenas de niñas y niños, para dar paso a los curtidos en estas andanzas como el ‘Movimiento Campesino de Córdoba’, ‘Coordinadora Ambiental de Sierras Chicas’, ‘Semilla del Sur’, entre tantas asambleas. Cientos de personas de a pie, con aire citadino se entremezclaban para engrosar la corriente. Por ahí también andaban Raly Barrionuevo, Ramiro González, José Luis Aguirre, Rubén Patagonia, Roberto Cantos, entre otros cantores que saben situar el arte en ‘los abajos’.
Una movilización que parece de otro tiempo, de otro lugar. Y más bien es todo lo contrario. Acá mujeres y hombres miran y escuchan sus pequeños-inmensos mundos. Sienten los ardores de la tierra.
La dilatada llegada a la Plaza del Fundador abrió poco a poco el atardecer. Como un regadero de semillas, el espacio público se cubría de cuerpos en movimiento. Llegaron los manifiestos y las canciones. Los gritos de triunfo y de esperanza. La emoción inacabada en los abrazos. Las miradas cruzadas que inundaban de sonrisas hermanadas. La vibración de una atmósfera saturada de alegría. La noche empezaba a dar pie a la reflexión, a pensar en la fuerza irrefrenable de construir desde la base, en la conquista de esta Coordinadora por la Ley de Bosques, que nucleó a cientos de colectivos de toda la provincia con sus demandas locales siempre atravesadas por evitar el despojo del bien común.
En tiempos donde las grandes tribunas discursivas buscan vaciar cualquier ámbito que huela a organización y solidaridad, donde la ecología parece reservada a foros empresariales, cuando las urgencias sociales impiden pensar en la finitud de la naturaleza, y las máximas autoridades ya tomaron vacaciones, Córdoba salió masivamente a la calle. Salió a defender el monte. Una movilización que parece de otro tiempo, de otro lugar. Y más bien es todo lo contrario. Acá mujeres y hombres miran y escuchan sus pequeños-inmensos mundos. Sienten los ardores de la tierra. Se funden en la sobrevivencia de los enjambres. Rescatan el perfume de los yuyos del secuestro inmobiliario. Saben dónde tiene origen la sed de tantos veranos. Son sabedores de los días por llegar, más allá de la incesante propaladora que niega la raíz de la vida. Hacen bandera esa maravillosa frase del cantautor de Villa Dolores José Luis Aguirre: “El agua es de todos, de todo y de naides, árbol, bicho y hombre, todos por iguales».
Y la comparten, para que otras y otros crean que es posible, que vamos caminando por nuevos senderos de esperanza.
*Por Leonardo Rossi para La Tinta. Fotos: Zumba La Turba.