“No queremos ser una banda de manual”
Ha sido un año muy fructífero en Córdoba respecto a ediciones de discos larga duración, en el que se pudieron ver distintos enfoques acerca de cómo una banda debe mover las fichas en base a sus aspiraciones. En esta búsqueda se encuentra Fly Fly Caroline, un proyecto que cuenta con un sonido muy cercano al dream pop, donde todo fluye en calma y tranquilidad de la mano de su fundadora, la multi-instrumentista Carolina Merlo.
A pesar de haberse formado en 2012, el conjunto hace su primera intervención en octubre de este año, momento en el que publican su disco debut en los estudios, titulado como la banda, de la mano del reconocido productor José Gabriel Gentile, un arduo proceso de 18 meses de grabación.
Junto a Fernando Uñates en percusiones; Manuel Lagos en guitarras; Nicolás Travaini en bajo y su hermano Gabriel Merlo en batería, la compositora lidera la formación a cargo de las voces, las teclas, algunas cuerdas y, claro está, la creación de las doce pistas que conforman esta obra de alto vuelo sonoro. Según ella coexisten dos lecturas posibles: como una excusa para reunir los vestigios de creatividad que se encontraban dispersos en su repertorio, luego de años de ambigüedades que no daban lugar a la soltura; y como un sueño hecho realidad.
¿Te imaginas cantando folklore?
—Me sé algunas vidalas andinas, es lo que prefiero… algo más viejo. El folklore o la música “nuestra” me parecen muy coloniales. Mis padres cantan, él es cuyano, entonces siempre estuve familiarizada con el género. En mi casa convivimos con cierta dualidad entre lo clásico y lo popular.
¿Y Fly Fly Caroline llega para responder a ese costado popular?
—En realidad llega para concentrar, se trata de una unión entre dos mundos. Antes de la banda hacía mis canciones con la guitarra acústica, pero en determinado momento me compre una compu, una placa y un controlador MIDI y me sumergí en el mundo del sonido. Entonces me encontré entre ambas dimensiones: hacer canciones en el río con la viola y encerrarme en el cuarto con el sintetizador. Es muy divertido, pero necesitaba un gris. Y creo que ahí es donde este proyecto tiene lugar.
Debe haber sido una experiencia interesante pasar a ser front con todo lo que eso conlleva.
—Es una gran responsabilidad, la verdad es que estoy muy contenta de poder mostrar todo lo que estaba circulando por ahí en un montón de proyectos diferentes que, si bien me hicieron crecer, no terminaban de llenarme completamente. Me gusta descargar arriba del escenario, sin restricciones. Recién ahora puedo decir que me siento plena, de verdad.
El nombre de la banda contiene al tuyo, ¿acaso es lo mismo? ¿el resto de los integrantes podrían ser piezas recambiables?
—Absolutamente no. Yo puedo hablar de mí como Carolina Merlo (risas), la banda es una construcción colectiva. Creo que arriba del escenario e incluso en el disco eso se escucha. Toda esta concentración de la que te hablo no la podría haber logrado sola, intervinieron muchas personas. Si bien todavía soy la única compositora, la mutación interna del grupo y el aprendizaje constante harán que eso cambie en un futuro cercano. Nos pasamos hablando sobre dónde queremos ir y de qué manera, la comunicación es fundamental para llegar a algún lado como banda. Sentirse bien con el que tenemos al lado… es la base de todo. La creatividad y el talento siempre van a estar, pero hay otras cosas que te unen más allá de tocar bien.
¿Creés que la creatividad no se agota?
—¡Jamás! Es como una fuente que necesita ser alimentada, dependerá de uno. Lo importante es vivir. Si estás todo el día encerrada en tu casa supongo que en algún momento se agotará, simplemente porque no hay mucho para decir. Es cuestión de mantener la duda y el crecimiento, ya sea leyendo un libro o viajando o haciendo cualquier otra cosa. El background personal es algo a tener en cuenta también: lo que viviste y cómo te conectas con todo aquello que te rodea.
Acabas de editar tu primer disco, con productor y copias físicas. ¿Estás conforme con el resultado?
—La verdad que sí. Es como un sueño hecho realidad, siempre quise tener una banda y sacar un disco en serio, que se pueda escuchar en cualquier parte del mundo como esos que hacen los grandes grupos de rock (risas). Creo que eso fue lo que hicimos. No me interesa hacer un disco del rock de Córdoba, o algún otro gueto. Quiero viajar, salir de gira. No me interesa el dinero, sino más bien la experiencia de poder abrirme al mundo y que muchas personas nos conozcan.
Al escucharlos uno podría flashear viajes galáctico- introspectivos. ¿Vos qué sentís?
—Si, puede que seamos medio volados (risas). Cuando entramos al estudio esa fue una de las cosas que tuvimos que mejorar: acercarnos un poco más a la estructura de canción pop. Por suerte nuestro productor José Gentile hizo su magia, ¡teníamos un batero y un bajista de la concha de la lora que no estaban dando todo su potencial! Ahí es cuando nos propusimos hacer bases contundentes con algunos matices, como decís vos, “galácticos”, en la superficie. Veo cada canción como una lección de vida, no las hago pensando en quien las va a escuchar. Me canto a mí misma, a partir de fichas que me cayeron en determinado momento y/o situación. Es muy interesante, porque escucho y me transporto a ese instante en el que las escribí.
Presentaron el disco en Córdoba y La Rioja. La primera es entendible, pero… ¿La Rioja?
—Somos poco esquemáticos, nada más (risas). Lo que pasa es que allá tenemos un público, y eso es tan loco como gratificante. Hay muchos amigos folkloristas, de hecho fuimos a tocar a La Chaya (fiesta típica riojana, de ascendencia diaguita). Eso es lo me gusta de nosotros, es divertido poder estar en muchos círculos y lugares donde uno pueda conocer personas diferentes que hacen música diferente. El “rock” o el “pop” ya no me llenan, me estaría faltando algo. Necesito algo más simple, sin esas pretensiones que suelen tener las escenas.
¿No hay pretensiones en Fly Fly Caroline?
—Hay búsquedas y metas. Mejor dicho, si hay una pretensión es la de ser genuinos. No queremos ser una banda de manual. Me interesa que entre por los oídos y cale hondo al corazón.
*Por Franco Urrutia para Revista NAN. Fotos: Rocío Yacobone.